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CAPÍTULO QUINCE

Hoy decidí caminar por las calles de Washington como una persona normal, por primera vez en mi vida. Pero para ser normal se necesita más que solamente decirlo, hay que sentirlo y estoy muy lejos de sentirme normal en estos momentos.

Hasta los malditos parques de Washington me lo recuerdan en estos momentos. Fue hace más de dos semanas que me dijo que él había matado a mi padre, pero mi corazón herido me dice que no fue él, no hay ese tipo de maldad en su corazón.

Él no mata a personas inocentes.

Y mi padre no era un hombre malo.

¿Cómo pudo haberlo matado? No tiene sentido para mí. Nada tiene sentido en estos momentos para mí.

La tonadilla de mi móvil hace que me detenga.

Christy.

—Hola, Chris.

—¡Elaine! —Grita del otro lado—¡Ahhhh!

—¿¡Qué tienes, Christy!? —Grito desesperada.

—Mi vientre—dice con dificultad—Me duele mucho.

—¿Dónde estás?

—En casa—Solloza—Oh, Dios mi bebé ¡Elaine!

La llamada se corta y escucho un fuerte impacto contra el suelo. Sin tiempo que perder, salgo corriendo hacia la calle y llamo a un taxi del otro lado, al momento en que se detiene, entro sin vacilar y le indico la dirección.

Tomo de nuevo mi teléfono y sé a quién debo de llamar. Mi hermana no puede estar sola en estos momentos, y aunque quiera matarme después, sé que es lo correcto.

—¿Luther?

El taxi se detiene frente a la casa de mi hermana y salgo hasta la puerta, llevando en mi mano la copia de su llave, en cuanto estoy por abrir la puerta, el auto de Luther derrapa en medio de la calle y un Luther pálido sale corriendo hacia mí.

—Por favor, respira. —Le pido, pero también debo recordarme hacer lo mismo.

Cuando abro la puerta, veo a mi hermana que yace en el piso con la mano en su vientre todavía plano. Me llevo las manos a la boca y Luther se lanza hacia el cuerpo de mi hermana y la levanta.

—¡Elaine! —Su grito hace que reaccione—Abre la puerta del coche.

Carga a mi hermana en brazos, está inconsciente, pero no veo rastro de sangre por ningún lugar, lo que es algo bueno en su estado.

Luther deja en el asiento trasero a Christy junto conmigo y mi hermana empieza a moverse poco a poco.

—Vas a estar bien, Chris.

—El...—murmura con dificultad—Llámalo.

Sonrío—Lo haré.

En poco tiempo llegamos al hospital y Luther maldice a todo pulmón en ruso pidiendo ayuda, deja a Christy en una camilla y desaparece en los pasillos. Intento llamar a mi madre, pero me da al buzón de voz.

Veo a Luther que está con los ojos rojos y su mandíbula le tiembla, caminando en círculos, me acerco a él y lo único que hace es echarse a llorar en mi hombro.

—Estará bien—Lo tranquilizo—Estarán bien.

—Es mi culpa.

—Calla, no es tu culpa, estas cosas pasan.

—¿Por qué no me lo dijo?

Oh, Luther.

—Tenía miedo, Luther—Me ve al rostro—Para ella desapareciste, no ha sido fácil mantener el secreto ni para ti ni para mí. Pero al escucharla así, era una llamada de emergencia de que tenía que hacer algo.

La Profesional (Libro 3) (Ya en Físico y Audiolibro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora