Leo I: Una esperanza (extra)

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«Deja de desperdiciar tu voz», estas palabras resonaban constantemente en mi mente, como un eco incesante. Estaba fatigado de oír tales palabras repetidas vez tras vez. Detestaba las miradas perplejas que mi especie me dedicaba cada vez que expresaba mis pensamientos acerca de los humanos. Por este motivo, prefería ocultar mis opiniones y raras veces las compartía. Incluso mis amigos se burlaban de mí y Kong siempre me reprendía cuando mencionaba el tema.

Mas no podía evitar sentirme de este modo…

Cuando emergí por primera vez a la superficie, compartía el mismo desprecio hacia los humanos que el resto de mi especie. Sin embargo, no ascendí con el objetivo de atraerlos con mi encanto y hechizarlos, sino de examinar de cerca su supuesta maldad y, en el instante adecuado, seducirlos con toda la cólera llameante en mi interior.

Sin embargo, cuando llegué y me oculté entre piedras, no hallé la malevolencia de sobre la cual tanto hablaban los tritones y las sirenas. Me encontré con personas que jugaban, reían… y niños. ¡Oh, bendito rey del mar! ¡Los niños! Eran mi flaqueza; soñaba con tener mis propios hijos nadando y riendo a través del océano. Presenciar a aquellos pequeños seres humanos correteando y riendo en todas partes me hizo reconsiderar mi opinión sobre ellos. Una sonrisa afloró en mi semblante sin poder evitarlo.

Después de todo, no éramos tan distintos. Existía una muy alta probabilidad de que existieran humanos que sean merecedores de castigo, pero quizás no todos son así. Al final de cuentas, no todos los tritones y las sirenas son bondad pura. Entonces, ¿por qué habrían de ser los humanos tan diferentes a nosotros?

Desde aquel día, comencé a ascender diariamente hasta la superficie, simplemente para observar a las personas, especialmente a los niños, jugar y reír en la orilla del mar.

Mas un día llegué bastante tarde; el cielo ya se oscurecía y no había ni un alma a la vista. Resoplé hondamente y me preparaba para retornar a mi hogar, cuando un sonido me detuvo en seco.

Emanaba una hermosa melodía de una voz. Por un instante, creí que sería otro tritón seduciendo a un humano, no obstante, al acercarme, vislumbré a un humano asentado sobre una roca, cantando con los ojos cerrados. Era como si estuviera en sintonía con las olas del mar, como si su canto se armonizara con la fuerza de las corrientes al embestir contra las rocas.

En ese instante, mi corazón pareció detenerse. Era una voz exquisita que me enviaba una ola de emociones desde la cabeza hasta la punta de mi cola.

Era verdaderamente hermoso…

Allí permanecí, impasible, escuchando su melodía, hasta que lo vi levantarse y alejarse, dejándome con el escalofrío recorriendo toda mi piel y aumentando con el frío viento al rozarme.

Desde aquel día, se convirtió en un hábito casi cotidiano ascender para escucharle. A veces le contemplaba cantar con los ojos cerrados, otras veces le observaba con un objeto rectangular en sus piernas, manipulando un pequeño objeto alargado. Siempre parecía absorto en su labor mientras la música fluía de sus labios.

Aunque no me atrevía a compartir este secreto con nadie, un destello de esperanza comenzó a crecer en mi interior cuando escuché la historia de mi amigo, el príncipe Yen, y su amor humano. Si las cosas podían resultar bien para él, quizás también existiera una oportunidad para mí.

Con una sonrisa dibujada en mi rostro, nadé para reunirme con mis amigos, donde Yen proseguía hablando sobre la belleza de su amado humano, mientras Kong escuchaba aburrido.

Sí, definitivamente había una esperanza en el horizonte.

Amor de las profundidades [VIXX - Ravi x N, Leo x Ken, Hong Bin x Hyuk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora