Capítulo 25 - Parte 2

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—Aún siguen afuera —dijo Rose inmediatamente después de que Nina le abriera la puerta y ella y Jason entraran a la vieja casa de dos plantas.

En el salón junto a Lana ya esperaban Sion, Lily y Érik.

—¿No se darán cuenta de que nos hemos ido? —continuó la rubia tras saludar a todos con una luminosa sonrisa.

La anciana negó.

—Creerán que seguís aquí conmigo.

—No perdamos tiempo entonces. —Sion se cruzó de hombros y ante sus palabras hubo un asentimiento colectivo.

Tras alzar las manos, Lana le hizo a su nieta una señal con el mentón y al instante todo el grupo desapareció, sin que los guardias del Consejo afuera notaran el más mínimo cambio.

El grupo apareció bajo un cielo estrellado muy similar al que ya conocían, sin embargo, frente a ellos encontraron algo completamente extraordinario. Gigantescas raíces sobresalían del suelo y parecían creadas a partir de un peculiar cristal, translúcido e irisado, por el que discurría el suave brillo de una luna que no se apreciaba en ningún lugar de la noche.

En la base del colosal tronco había un acceso al interior y, con un gesto de cabeza para pedir que la siguieran, Rose se encaminó hacia él. Dentro, encontraron que el corazón del árbol estaba hueco. Lo recorrían unas escaleras de caracol, tan altas que les fue imposible atisbar un final. Aun así, la rubia comenzó a subirlas sin vacilar. Cada cierto tiempo perforaciones en la corteza dejaban observar el exterior y a través de ellas observaron las hojas de aquel peculiar árbol. Aunque la estructura principal era de cristal, de las ramas colgaban láminas de seda con forma de gota.

Según ascendían, el ambiente se espesó y todos percibieron la eléctrica vibración de la magia que había inundado el entorno. En el camino se encontraron con varios grupos de hadas, algunas el doble de altas que los adolescentes, otras, tan pequeñas como una nuez. Todas, sin embargo, les ignoraron con la misma rotundidad y disciplina.

El final de las escaleras les condujo hasta una zona plana y circular del tamaño de una plaza, aunque las ramas seguían creciendo a su alrededor, encerrándola en el centro de la copa.

El grupo imitó a las hadas que ya estaban allí y, junto a las que iban llegando, formaron un semicírculo y dejaron libre el extremo opuesto a la entrada. Algunas intentaron adelantarse a ellos y empujarles hacia atrás, pero Rose no se dejó amedrentar y los seis humanos terminaron en primera fila, para disgusto de varias criaturas a su lado.

Más y más hadas llegaron y entre todas cubrieron todo el espacio disponible, entre ellas abarcaban todo el espectro de tamaños colores y formas.

En silencio esperaron largos segundos, tal vez minutos, hasta que la luz que fluía por el árbol se apagó. Después, en el espacio que habían dejado libre, aparecieron cinco siluetas cubiertas por una luz cegadora, que les obligó a bajar la mirada. Las Grandes Hadas. Aunque se apagaron un tanto, los halos que las cubrían les impidió distinguir la mayoría de sus rasgos, más allá de unas gemas, cada una de un color distinto, que cada una de ellas tenía en la frente. Tenían una presencia inmensamente poderosa, que les erizó el vello. A Nina le recordaron a los Tsari, aunque no era una sensación tan asfixiante.

La criatura del centro, que poseía una gema verde, alzó lo que bien podría ser un brazo. Con un chasquido igual que el roce de unas ramas con otras, el cristal del árbol recuperó la luz, pero sólo en una zona concreta, un círculo frente a las recién llegadas.

Queda abierto el Concilio. —Tenía una voz gutural, profunda como las raíces de un bosque.

Antes de que cualquier otro se le adelantara, Rose dio un paso hacia delante y se colocó frente a las cinco divinidades, seguida por sus amigos. Aunque inclinó la cabeza en señal de respeto, en cuanto finalizó el gesto mantuvo la barbilla alta.

El Legado Salazar III - El verdadero poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora