Prólogo-Amelia.

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Same old shit but in a different day

-Midnight memories,
one direction

El avión aterrizó devuelta en la ciudad.
En esa desagradable ciudad.
Las personas empezaron a bajar del avión, mientras yo solo las miraba.
No quería ni pararme.
No quería volver ahí.
Es la misma mierda de siempre, solo que en un día diferente.

Suspiré y, con un gran esfuerzo me levanté del asiento.
Agarré mí mochila con mucha pereza, y finalmente bajé.

Cuando pasé la puerta, sentí como si el sol quemara mis ojos y como mí piel se empezaba a derretir.
Hacía muchísimo calor.
Odiaba el verano.
Terminé de bajar las escaleras, que se me hicieron eternas, y mí mirada divagó, buscándolo a él.
Al no verlo, suspiré aliviada.
Esperaba no volver a verlo.
Nunca más volver a verlo.
Caminé un poco más y, a quienes si logré divisar, fue a mí familia.
Aceleré el paso solo para reencontrarme con ellos y saludarlos.
Hacía más de un año que no los veía.
-¡Amelia! -gritó emocionado Tom, mí hermano menor, levantando su mano en el aire.
Levanté mí mano en respuesta, y corrí en su dirección.
Lo abracé con fuerza, como si fuera la última vez que lo viera.
Él correspondió a mí abrazo, y nos mantuvimos así por un minuto entero.
-Te extrañé mucho, pato -murmuró el menor al separarse de mí.
-Yo más, carpinchito -le sonreí con dulzura.
Miré a mí hermano en detalle; es un chico pálido, de ojos celestes y mirada pícara, pelo desordenado, castaño claro y con reflejos rubios, una sonrisa amplia y hoyuelos marcados.
Giré la cabeza, para mirar al resto de mí familia.
Estaban ahí: mí tía, Melanie; una mujer de piel pálida, cabello castaño, largo y ondulado, ojos de un celeste verdoso, de contextura media y un poco más alta que yo.
Su hijo, Dominic, un nene de cinco años, muy enérgico. De piel pálida, cabello castaño, también desordenado y con una rara condición en los ojos, llamada heterocromía (o sea, que tenía los ojos de diferente color: uno verde y el otro celeste).
Mí otra tía, Sarah, que es un poco más baja que su hermana, igualmente con pelo castaño, largo y ondulado, piel pálida y ojos un poco más verdes.
El tercero de mis tíos, Gerard, un hombre alto, mayor, de piel bronceada y cabello canoso, de ojos azules y muy imponente.
Y por último, mí hermana mayor, Milagros, una chica algo más alta que yo, de ojos verdes, piel pálida y cabello castaño, largo y con las puntas rubias.
Pero no había rastro de mis papás.
De cualquier forma, saludé a todos con un abrazo, sin darle más importancia al paradero de mis padres.
-¿Dónde están mamá y papá? -le pregunté a Tom.
Todos se miraron entre ellos.
-Dijeron que te iban a esperar en casa -sonrió Milagros.
Suspiré y asentí.
-Me imaginé.

Conversamos un poquito más, y después fuimos a buscar las valijas. Cuando nos las dieron, salimos del aeropuerto para finalmente irnos.
Hicimos una parada rápida por la casa de Milagros, dónde yo me iba a quedar hasta que encontrara un lugar propio, para dejar las valijas ahí.
Después de veinte minutos más, al fin llegamos a la casa de mis papás. Era la hora del almuerzo, 12:45.
Mili abrió la puerta, y nuestros papás llegaron a recibirnos en cuestión de segundos.
-Amelia, por fin volviste -sonrió mí papá.
Él es un hombre alto, de ojos azules y cabello rubio perfectamente peinado.
Mí mamá me miró de pies a cabeza, con un poco de indiferencia.
Ella es una mujer también alta, de ojos verdes y cabello castaño.
-Bienvenida devuelta -pronunció con un tono monótono, sin una pizca de entusiasmo-. Espero que ahora si decidas quedarte.
-Sí, mamá... Si me voy a quedar -afirmé, intentando hasta convencerme a mí misma.
Mí mamá asintió.
-Vamos a comer, se va a enfriar sino.
-Dulce, as always -le susurré a Tom, y el ahogó una risa.
Nos sentamos en la mesa, con la esperanza de tener un almuerzo pacífico.
-¿Cómo la pasaste en Estados Unidos, patito? -preguntó mí tía Sarah, antes de enrollar unos fideos en su tenedor.
-¡Re bien! Amé estar allá -sonreí y seguí jugando con la comida, sin querer comerla del todo.
-¿Ya tenés idea de dónde vas a trabajar? -se unió a la charla mí otra tía, Melanie.
-Quiero trabajar en el ICSAE -afirmé, con una sonrisa-. Mañana voy a ir a presentar el currículum y todo eso.
-¡Adoro esa idea! -Mili me sonrió, agarrando mí mano-. ¿Querés que te acompañe?
-¡Obvio que sí! Yo feliz -entrelacé mí mano con la de ella, en forma de juego.

Terminamos de almorzar, seguimos conversando y después nos fuimos por fin a la casa de Milagros.
Ordené las cosas de las valijas, jugué un rato a algunos juegos de mesa con mis hermanos y hasta vimos una película.
Yo me fui a dormir temprano, ya que estaba muy cansada y, además me tenía que levantar temprano. La cita en el colegio era a las 8:30 a.m.

Me dormí más rápido de lo que esperaba, y no me desperté hasta que sonó mí despertador, a las 6:30 a.m.
Me levanté, y me fui a preparar. Me vestí con un conjunto semi formal.
Un atuendo simple y perfecto para la ocasión; una camisa rosada de mangas cortas, unos jeans negros grandes y unas converses del mismo color. Me até el pelo en una cola alta de caballo y solo me puse un poco de gloss rosado en los labios.
Fui al comedor, donde ya estaba Milagros desayunando.
-Buen día, patita. ¿Querés desayunar? Hice panqueques y te podes hacer un té.
-¿Hiciste para las dos?
-¡Obvio! Y con Nutella, porque se que es tu favorito.
-¿Te dije que sos la mejor hermana del mundo?
Mili se rió.
-No lo suficiente.
-¡Te adoro! ¡Sos lo más! -exclamé y le dí un ruidoso beso en la mejilla.
Me hice un té, y me senté con ella para que desayunemos juntas.
Cuando terminamos, salimos para la entrevista en la escuela.
Llegamos en cinco minutos. Mis manos y piernas temblaban, moría de nervios.
-¿Querés que vaya con vos o te espero acá? -preguntó Milagros antes de que yo salga del auto.
-¿Vos decís que puedo ir con alguien que me acompañe?
Milagros me miró, y negó suavemente con la cabeza.
-La verdad... No.
-Thanks for being honest, and let's hope for the best.
-La tuya por si acaso -las dos nos reímos-. Pero Ey, lo vas a hacer te bien.
Milagros me dio un beso en la frente.
-Va a salir bien.
-Gracias. Te quiero -le sonreí-. Nos vemos en un ratito.

Salí del auto de mí hermana, respiré profundo y caminé hacia la puerta del edificio.
Entré, y busqué con la vista a alguien o algo que me pudiera ayudar a encontrara dirección. Si bien, había estudiado ahí, estaba todo cambiado desde la última vez que estuve ahí.
Mi respiración se empezó a agitar.
Después de estar buscando por unos segundos, sentí que alguien tocó mí hombro.
Me dí la vuelta, y vi a una chica un poco más alta que yo, tenía el pelo lacio y castaño, ojos de un color avellana, varios lunares y algunos tatuajes. Tenía puesta una musculosa negra con una frase bordada en blanco, jeans celestes y zapatillas negras.
-¿Buscas algo? -preguntó algo sería, apoyando una mano en su cintura.
-¡Ah! Si, ¿Dónde queda la dirección? Estoy un poquito perdida.
-Vení conmigo -la chica empezó a caminar en la misma dirección por la que vino.
La seguí hasta una puerta que tenía un enorme cartel de "dirección".
-Nelcy está ocupada con una profesora, cuando ella sale, vos podés entrar -explicó, después me sonrió y entro a una oficina dos puertas más allá.
-Gracias -susurré.

Después de algunos minutos, salió de la oficina una chica pelirroja muy alta y súper atractiva, sin siquiera verme.
Toqué la puerta, y escuché un "pase" del otro lado. Obedecí y entré.
Me senté en la silla de en frente del escritorio.
Por primera vez desde que entré, la directora levantó la vista. Era la misma que fue mí directora desde jardín.
Era una mujer no muy alta, rubia, de ojos verdes y piel bronceada.
-¡Ah, Amelia! ¡Cuánto tiempo! -se paró para saludarme de un abrazo.
También me paré, y correspondí a dicho abrazo.
La mujer después volvió a su asiento, y yo me volví a sentar.
-Venís por un trabajo, ¿No?
-Si, exactamente -sonreí-. Acá está mí currículum.
Dejé la carpeta con los papeles en la mesa. Nelcy la agarró y la empezó a ojear.
Me hizo algunas preguntas y, en menos de una hora, me dió un veredicto.
Tenía el trabajo.
Salí rápido, y fui al auto de Mili.
Suspiré, y después aplaudí.
-...¿Y? ¿Cómo te fue?
Le sonreí.
-¡Tengo el trabajo! -exclamé.
Milagros abrió la boca, sorprendida, pero también feliz.
Me abrazó.
-¡Felicidades! Sabía que ibas a poder -se separó de mí-. Estoy muy orgullosa de vos.
-Gracias, Mimi -le sonreí también-. Empiezo el veintidós de febrero -aplaudí emocionada.

At First SightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora