Cuando el León probó a su Conejo 2 [YiZhan]

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Zhan tenía miedo, y eso era algo que no le avergonzaba en lo más mínimo admitir, además, que otra cosa se podía hacer cuando un enorme León te cargaba por el cuello todo el camino hasta tu casa.

— ¡Yyyyym! —Lloriqueo el pequeño conejo continental tratando una vez más de liberarse del agarre de las fauces de hierro. El corazoncito le latía a mil, había suplicado, aruñado, llorado y nada parecía conmover al enorme saco de pelo que lo llevaba a quién sabe dónde, porque para su total horror, desde hacía diez minutos estaba seguro de que no iban a la casa de su padre.

Aún a sabiendas de que era arriesgado, ya que no podía calcular cual sería la reacción del León al verlo regresar a su forma humana, cerró los ojos y se visualizo a sí mismo en su piel de hombre. Para su total horror, no ocurrió nada, absolutamente nada. Siguió siendo el pequeño conejito que era llevado por la piel del cuello por una enorme bestia peluda con piel dorada. Furioso consigo mismo Zhan guardo silencio. “¡Qué mierda!”, pensó el conejo.

El Alfa Yibo emitió un bajo gruñido que hizo que los otros Leones dejaran de revolcarse con las hembras dispuestas que habían encontrado en la manada de Conejos Continentales. Llamando a sus naturalezas felinas, los centinelas que habían acompañado al alfa cambiaron, iniciando una feroz carrera hasta los vehículos que dejaron escondidos en los linderos del bosque.

Cuando Yibo llegó hasta la camioneta, ya dos de sus hombres estaban terminando de ajustarse los pantalones. Dejando a su pequeña presa sobre el suelo, le puso una pata encima para asegurarse de que no huyera. Cambiando a su forma humana, en su calidad de alfa, obligo al conejito más joven a imitarlo.

—¡Déjame en paz! — Grito Zhan cuando era levantando en brazos por el León, él que sin ningún miramiento lo tiro al asiento de atrás de la camioneta.

—¡Nos vamos a esperar al Alfa de los Conejos a su casa! — Anuncio Yibo a los centinelas que miraban toda la escena con bastante curiosidad. Zhan abrió la boca para decir algo, pero se lo pensó mejor y decidió cerrarla.

En lugar de ser Yibo el que condujera, dejo a uno de los centinelas hacerlo. Él prefería vigilar de cerca a su presa, ya que sabía por experiencia propia que quitarle la vista de encima a uno de esos malcriados era imprudente. Sentándose al lado del conejito, que para ese momento temblaba como una hoja, le gruño ordenes al conductor.

Zhan se sentía como en una nube, en una muy siniestra. El León, más parecido a un dios nórtico que a un simple mortal, lo miraba como si quisiera verlo hecho de piedra. El conejo más joven tenía miedo hasta de respirar, estaba seguro de que el enorme cambia formas esperaba la menor excusa para comérselo de un bocado.

El camino era ideal para salir en una camioneta doble tracción y probar si era tan genial como decía la propaganda. La suspensión del vehículo mantenía la comodidad de los pasajeros mientras transitaban por lo que se había convertido en un sendero estrecho. Esa era la trocha que acostumbraban tomar cuando se quería cortar camino hasta la casona del alfa de los Conejos Continentales. Las luces de la camioneta más la luz de la luna, que brillaba en todo su esplendor, hacían más fácil la conducción a esas horas de la noche.

Zhan cubría su desnudez apretando una manta que no era más que un corto trozo de tela con el que apenas lograba cubrir sus largas piernas y la mitad de su dorso. Nunca le había causado incomodidad estar en su piel humana, máxime que aún no llegaba a su primer celo como adulto, pero el estar tan cerca del alfa de los Leones lo hacía sentir aún más pequeño e indefenso de lo que era. Tal vez si llevara algo de ropa se sentiría menos expuesto.

Después de pasar por tantos baches que podrían rivalizar con los de la luna, llegaron por la parte de atrás de la casona. Zhan podía reconocer bajo cualquier contexto la linda valla blanca que su madre había hecho colocar para separar el huerto del bosque. Lástima que la camioneta no dejo mucho de ella al atropellarla sin ningún miramiento. Apenas detenerse la gran mano de Yibo lo sostuvo por el brazo, halándolo fuera sin mediar palabra. A como pudo Zhan sostuvo la manta
alrededor de su cintura. No tenía la menor idea de por qué ese León loco, que se suponía era el pretendiente de su hermano, lo trataba como si fuera una molesta bolsa de basura.

Dentro de la casona todo era silencio, no era ningún secreto que para esa hora de la noche todos estaban retozando en el bosque con sus parejas, ya que la diosa luna así lo exigía. Después de la feroz carrera y de los coqueteos de rigor, cada quién iba a por lo suyo.

Yibo no estaba de humor para formalidades, dándole un fuerte empujón a la puerta de entrada hizo que esta callera pesadamente sobre el fino piso de madera. Lo habían estafado y alguien tendría que pagar por ello. El trato había sido hecho, y pagado el precio, ahora debía ser entregado el macho con olor a hembra para que fuera su pareja, con el único fin de afianzar su poder dentro de la manada de los leones.

Jalando al pequeño cachorro que había chocado con él cuando regresaba del territorio de los Tigres, lo tiro en uno de los sofás de la sala. En este molesto saco de pelos le diría donde encontrar al alfa de los Conejos Continentales.

—¿Estás loco? — Se atrevió a gritar el pequeño conejo, justo antes de invocar su piel de Conejo. Estaba por escabullirse hacía las escaleras cuando la pesada mano de Yibo lo halo por la piel del cuello, levantándolo en vilo. El conejo trato de aruñar vanamente, ya que su captor lo sostenía con tanta fuerza que evitaba cualquier movimiento.

—¡Cálmate! — Ordeno Yibo que ya para entonces comenzaba a perder la paciencia. La luz de la luna entraba por el ventanal, dándole a la sala una apariencia fantasmagórica. Zhan estaba seguro de que allí exhalaría su último aliento. En un descuido del león, ya que se escuchaba ruido en el patio, el joven conejo tomo ventaja, dándole una buena mordida que le saco sangre. La reacción del hombre más grande no se hizo esperar. Arrojando al pequeño bastardo lo tiro contra la pared.

Zhan escucho el ruido que hacen los huesos al quebrarse. Cerrando los ojos, el flexible cuerpo conejo se dejo caer sobre la alfombra donde tantas veces jugara con sus hermanos mayores. Siempre había soñado con conocer el mundo más allá del bosque de los conejos, ahora sabía que eso sería algo que jamás lograría.

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¿𝑸𝒖𝒆 𝒕𝒂𝒍 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐?

𝑬𝒔𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒍𝒆𝒔 𝒈𝒖𝒔𝒕𝒆, 𝒎𝒖𝒄𝒉𝒂𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔.

𝑵𝒐 𝒔𝒆 𝒐𝒍𝒗𝒊𝒅𝒆𝒏 𝒅𝒆 𝒗𝒐𝒕𝒂𝒓 𝒚 𝒅𝒂𝒓𝒍𝒆 𝒂𝒍 𝒃𝒐𝒕𝒐́𝒏 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒊𝒓𝒎𝒆. 💚