29. Andrew

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Me pasé la última semana sollozando en mi habitación y escribiendo sin parar en mi libreta de canciones

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Me pasé la última semana sollozando en mi habitación y escribiendo sin parar en mi libreta de canciones. Al final sería verdad que los artistas escriben mejor cuando están hechos polvo.

A pesar de que mi corazón volvía a estar roto, me obligué a mí mismo a salir de casa para ir a ensayar y seguir componiendo con Keyla. Sabía que ella seguía viéndose con Abril porque al fin y al cabo estaban en la misma residencia, pero Keyla nunca me habló de ella; sabía que lo estaba pasando mal pero nunca me sacó el tema. Y la verdad es que lo prefería así porque saber que Abril no lo estaba pasando bien, me rompería aún más. No quería hacerla sufrir por nada del mundo, quería que siguiera con su vida, que fuese feliz, que encontrara a alguien que de verdad la valorara y que fuera lo suficiente bueno para ella.

A mitad de semana recibí un correo del conservatorio avisándome que tenía que hacer la matrícula para el siguiente año pero aún no sabía qué hacer. Allí no me sentía libre, me agobiaba tener que hacer lo que los profesores pedían. Si había algún día que hacía lo que me apetecía me echaban de clase y la música no es así. La música se tiene que vivir con libertad y en el conservatorio sentía que mi música estaba en una prisión encarcelada. Tenía que dejarlo pero me daba apuro porque no quería decepcionar a mi madre, así que tendría que hablar con ella y eso hice. Viajé hasta Hastings, algo que no hacía desde la primavera; y enseguida me sentí en casa. La brisa marina, el ruido de las olas al chocar en la orilla, los gritos incesantes de las gaviotas... ese era mi hogar.

Cuando llegué a casa, llamé a la puerta y mi madre en cuanto me vio se lanzó hacia mí con tanto ímpetu que casi me tira al suelo.

—¡Mi pequeño! Anda pasa, precisamente hoy he hecho los muffin que tanto te gustan, los de arándanos.

Sonreí con felicidad y le estampé un sonoro beso en sus sonrojadas mejillas. Estar en casa con mi madre era lo mejor del mundo pero comer sus muffin de arándanos era un absoluto placer.

Me encaminé hacia la cocina que hacía a la vez de comedor y me senté en una de las sillas de madera esperando a que mi madre pusiera los muffin en la mesa para atacarlos.

—¿A qué se debe esta visita sorpresa?

Colocó los bollos en la mesa redonda y enseguida cogí uno para metérmelo en la boca mientras ella se sentaba al otro lado de la mesa.

—¿Un hijo no puede visitar a su mami por sorpresa?

—Si me llamas mami quiere decir que estás aquí por algo.

Suspiré. Aquella mujer me conocía demasiado.

—Hace tiempo que tengo problemas en el conservatorio —ella asintió y le dio un mordisco a su muffin—. No me siento a gusto y...

—Quieres dejarlo.

Asentí y me mordí el labio inferior. Mi madre y yo siempre habíamos tenido una relación muy estrecha al estar solo nosotros dos contra el mundo. Siempre le he contado mis cosas y ella siempre me ha contado las suyas, aunque sabía que desde pequeño me ocultaba cosas para no preocuparme y no la culpaba porque yo hacía exactamente lo mismo.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora