Not Dead Yet [Kiribaku]

•Uno•

Día 1 

Abrió la puerta del apartamento y dejó las llaves en el cuenco de cerámica.

—Su puta madre... Me esperaba de todo hoy menos esto.

Cerró la puerta despacio, aún no sabía si el ruido atraía a esas cosas.

Dejó cuatro bolsas en el suelo, en su mayoría contenían agua, latas y fideos instantáneos, cosas que se solían mantener más con el paso del tiempo.

Agarró una mochila grande y una bolsa de gimnasio. Y miró a su alrededor. Todo ordenado y limpio.

—Tengo que salir de aquí, no creo que sea buena idea quedarme en una ciudad. —Habló con las manos apoyadas en las caderas.

Se detuvo delante de un pequeño armario al lado de la televisión.
Al abrirlo, vio una pequeña caja de cerillas junto a dos mecheros. También había una antigua radio.
No sabía si se la iba a llevar, pero lo hizo. También alcanzó unas pilas, unas linternas y un mapa.

Fue a la cocina y encima de la mesa, miró el taco de cuchillos y lo agarró sin parar de caminar. En un pequeño estuche tenía navajas, también se las llevó. Unas cuerdas, cinta adhesiva, medicamentos... Todo lo que pensaba que podía ser útil.

Guardó todo en la mochila, llenando el resto del espacio con ropa y mantas. En la bolsa de gimnasio metió toda la comida que había "tomado prestada".

Se tiró al sofá y suspiró.

Día 4

Después de estar días buscando en el mapa a dónde podría ir, finalmente decidío atravesar el bosque que había a seis kilómetros de allí.
Era peligroso, desde la ventana del apartamento ya se veían varios cadáveres rondando por ahí.
Aún así tenía que atravesar la ciudad y seguir una carretera para entrar al mencionado bosque.
Guardó el mapa en un bolsillo de la mochila.

Antes de salir se puso un cinturón de herramientas, en el que metió una navaja y una de las pistolas que había cogido. La otra arma la dejó escondida en un bolsillo de la mochila junto a la munición.

—Hasta nunca apartamento de mierda. —Cerró con llave y la guardó por si alguna vez tenía que volver.

Con la mochila puesta y la bolsa al hombro caminó hasta la calle. Aún escuchaba la sirena de policía de aquel día a la distancia, solo que era más débil el sonido.

A los muertos obviamente les atraía el ruido, por eso las calles estaban casi vacías.
Aquel coche de policía debía de estar rodeado de cadáveres.
Después de razonar, tomó el camino contrario, buscando a alguna persona más con vida, sin desviarse de su camino.

Si iba a buscar gente debía de ser ya. Antes de que se hiciera de noche.

Después de caminar durante más de dos horas ignorando los callejones solo yendo por calles amplias, empezó a ver más cadáveres a la distancia.

Su mirada pasó de un edificio a otro, no había nadie asomado a las ventanas y balcones, solo estaba él.

Cansado de eso entró en un edificio forzando la puerta con una lámina de aluminio de la tapa de los circuitos de una farola.

Todo estaba oscuro, no había luz. Agarró la navaja con la otra mano y con pasos silenciosos entró.

La poca luz que entraba de la calle era suficiente para que viese por donde iba.

Subió al primer piso y llamó a una de las últimas puertas. Tapó la mirilla.
No hubo respuesta, ni escuchó gruñidos. Por lo tanto forzó la cerradura con la lámina de aluminio.