EL CAMINO A LOS SUEÑOS

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Azirafell tomó una decisión, ya había perdido a Crowley una vez por no ser honesto con sus sentimientos, no iba a sucederle de nuevo, no ahora que sabía más que nunca que lo necesitaba, que era consciente de que sentía algo, que le correspondía. Iría a donde tuviera que ir, atravesaría lo que fuera necesario, después de todo ¿Para qué quería un cielo si no podía ver sus ojos nunca más? ¿Para que quería una existencia donde Crowley no estuviera?

"A donde sea que estés, iré por tí" decía para sus adentros una y otra vez mientras observaba el rostro de quien dormía.

Muerte lo observaba curiosa, él no lo sabía pero no era la primera vez que lo veía, le había visto tantas ocasiones antes, lo había llevado incluso antes, eones atrás a las tierras sin sol, pero Azirafell no lo recordaba, y estaba bien. Ella existía antes de este universo, antes de muchos otros universos, surgió poco después del creador y hecha por mano del mismo, vino con una tarea que cumplir y la realizaba al igual que sus hermanos, estaba aquí y en todas partes, cuando el primer ser vivo nació, estuvo ahí, cuando el último muera, estará ahí.

- Tienes que ir a la ensoñación, no te será difícil, no tienes que dormirte para hacerlo. Tienes una espada con la que puedes abrir el velo o incluso la realidad si así lo quisieras.

- ¿Por qué me estás ayudando? – Dijo Azirafell ciertamente confundido.

- Digamos que hoy estoy tomando mis propias decisiones y después de tantas eras y tanto de lo mismo, les he tomado cierto aprecio. Espero que esta vez tengas suerte Ángel y no lo dejes ir.

Diciendo eso y sin responder ninguna otra pregunta, se esfumó. Azirafell no entendió todo lo que dijo, parecía que hablaba como si los conociera de tiempo atrás, pero él no tenía recuerdos de eso, sabía quién era ella y sabía su trabajo y la había visto antes en la tierra aunque siempre de lejos. Aunque sabía también que Muerte probablemente era muchísimo más antigua que él y sus hermanos, no reparó más en eso. Recordaría sus palabras y se dispuso a rasgar el velo de la noche para pasar a la ensoñación. Acomodó a Crowley en su cama, suspiró profundamente al verle, desenfundó su espada y la empuñó, estaba a punto de hacer un movimiento cuando observó un cuervo en la ventana que al parecer llevaba rato mirándolo. Para hacer mayor su sorpresa, el cuervo le habló

- No es necesario que desenfundes la espada, sígueme, te llevaré con mi señor, me lo ha pedido como favor su hermana. Ahora yo te pido a ti, mantén tu espada guardada, no es de buena educación llegar con armas y menos desenfundadas ante otro monarca y menos en tiempos de paz y si no se tiene una invitación formal.

Pensó en las palabras de muerte, todo le resultaba difícil de creer pero ella no le daba desconfianza. Viró para ver el cuerpo dormido de Crowley una última vez antes de ir por su conciencia a donde quiera que estuviese, se acercó, no había duda, parecía una deidad antigua, tan hermoso, tan en calma, perdido, soñando, se inclinó y le besó ambas mejillas, la frente, la nariz, no se atrevió a besarle los labios estando dormido, se detuvo hasta que estuvo tan cerca que la tenue respiración de Crowley y el aliento que exhalaba débilmente le acariciaron el rostro y entonces siguió al cuervo.

El ave lo condujo a unas calles de la librería hasta una caseta de teléfono clásica, aunque de color azul y no roja como otras que había visto.

- Bueno, aquí estamos pero esto es una simple caseta de teléfono ¿Cómo nos llevará esto a la ensoñación?

- Yo soy el sirviente de mi señor Morfeo, estoy siempre al lado de su trono, sígueme y te llevaré con él.

Ambos entraron y hubo un tenue resplandor que nadie más percibió, de pronto Azirafel observó abrirse un espacio, como una fracción del cosmos, divisó el brillo tenue de estrellas lejanas y otras más de estrellas próximas y lo que parecían galaxias y nebulosas. Y cuando se dio cuenta, estaba cayendo por lo que desplegó sus alas y siguió detrás del cuervo. Un instante después, del aire se notó en el agua ¡Esto no tenía sentido! Le parecía ver rostros, imágenes en el agua, escuchar susurros.

De pronto emergieron a la superficie y hubo que nadar, se divisaba a lo lejos la luz de un amanecer. Probablemente en el cielo ya se habrían empezado a preguntar donde estaba pero eso no era una prioridad en entre sus pensamientos en este momento. Le habría prometido a Crowley que iría por él, a donde quiera que estuviera.

Llegó nadando a la costa, y el ave seguía delante de él.

- Disculpe señor cuervo, te seguí sin preguntarte siquiera tu nombre y ahora reparo en mi imprudencia pero te seguí porque se quien es Muerte, fue creada en otro tiempo por mi señor y no sentí mentira en ella ni en ti.

- Matthew, ese solía ser mi nombre cuando era un humano y luego vine a la ensoñación, no recuerdo mucho de lo que pasó en el intermedio entre mi muerte y mi llegada aquí, solo se que es mi propósito y lo que hago con mucho gusto y es todo un honor, es servir a mi señor Morfeo. Por favor sígame, le conduciré hasta la puerta y luego hasta el palacio.

- Yo soy Azirafell, soy el arcángel supremo del cielo y estoy agradecido de que puedas conducirme con tu señor pues vengo aquí con la esperanza de encontrar a alguien.

- Se quien eres, Muerte me pidió traerte – Dicho esto, Matthew emprendió el vuelo.

El ángel caminó detrás del cuervo, de pronto notó que su ropa estaba seca y siguió avanzando por la costa tierra adentro a donde a la lejanía divisaba una muralla

– Este no es un atuendo digno de presentarse ante el señor de la ensoñación de toda la noche señor Azirafell- dijo el cuervo.

Al instante, sus ropas fueron cambiadas, un traje negro, ajustado a medida. Su espada a un costado, su cabello parecía haber crecido un poco más.

- Supongo aquí el tiempo tampoco transcurre como para los humanos – Dijo al cuervo pero este pareció no escucharle.

La entrada al reino de los sueños era impresionante, tan alta que rozaba las nubes, tan hermosamente esculpida y tan bien custodiada. Los tres guardianes principales no le cuestionaron, Matthew fue quien habló en el idioma de los sueños, para Azirafell que conocía todos los idiomas de la tierra, por primera vez se encontró sin entender una palabra, sin embargo les dejaron pasar y eso bastó. Avanzaron hacia el castillo, a Azirafell le sorprendía un reino tan hermoso, tan bien cuidado, una arquitectura tan irreal, impecable, tan celestial si querías verlo así. Dentro del palacio, en el techo parecía brillar una parte del firmamento, pasillos de aspecto infinito con puertas a los costados y arriba, escaleras cambiantes, ventanales de colores y formas que cambiaban como sin contaran historias.

Le condujeron a la sala del trono y entonces a lo lejos divisó la inconfundible silueta del señor de la ensoñación, estaba de pie frente a su trono. Una voz profunda y firme se escuchó, de alguna manera lo envolvía todo y resonaba desde el interior y a todos lados.

– No es común recibir invitados celestiales tan distinguidos -. Antes que Azirafel pudiese presentarse, Morfeo volvió a hablar. – Se quien eres y se a que has venido, hoy ha sido un día extremadamente largo y aunque no lo sientas, el viaje a la ensoñación es largo y puede ser desgastante, se te ha preparado una habitación, pasa, sigue a mi cuervo y no te desvíes, no puedo asegurar tu integridad lejos del camino indicado. Ponte cómodo, habrá una cena en el salón principal en el que por supuesto eres el invitado de honor. Te ofrezco mi hospitalidad y la de mi reino, verás que aquí el tiempo transcurre diferente así que deja tus cargas al menos por esta noche y mañana te recibiré para escuchar tu propósito al venir aquí. 

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