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VERÓNIKA
-¿ES NETA PABLO?.- Es lo primero que preguntó al verlo en la entrada de mi casa con una rosa y lo que parecía ser una carta. - ¿Que chingados haces aquí?.
- Vine a disculparme Vero, yo sé que soy un pendejo pero te necesito.- Habló dándome la la carta junto con la rosa.
- Pablo ya hablamos de ésto, y acordamos dejar las cosas así, ya no lo hagas más difícil.- Digo mientras tomo las cosas y las pongo sobre el marco de la ventana de entrada.
-No Veronika, tu decidiste por tí, pero no me preguntaste nada a mi, simplemente me cortaste y ya. - Me reclama con aparente enojo.- ¿Te das cuenta de todo lo que echaste a la basura por un capricho?.
- ¿Un capricho?, Sentirme mal por estarme acostando con un güey que tiene novia, ¿Es un capricho?.- Preguntó retomando sus palabras. Lo cierto es que me dolía hacer y decir todo esto, yo quería a Pablo.
- Entiende que lo mío con Isabella ya terminó.- Me toma de las manos, podía sentir ese leve cosquilleo que me provocaba el verlo. - Yo te quiero a tí Veronika, y me vale madres lo que todos piensen, quiero estar contigo.
- Supongamos que te creó, ¿Que vas a hacer cuando todos se enteren que yo soy la conejita?.- Pregunto de golpe, por qué si bien eso era algo que estaba segura iba a pasar, el hacker ya me había amenazado.- Contéstame Pablo, ¿Que vas a hacer?.
- Eso no va a pasar mi amor.- Dijo tratando de calmarme.
- Si sacaron lo tuyo, ¿Cuánto crees que falta para que saquen lo mío?, Mira a mi realmente no me importa que se sepa, pero no quiero lastimar a más personas.- Eso no era del todo falso, realmente sentí lastima por Isabella, pero también tenía miedo, no quería que nuevamente las burlas volvieran.
- Pues si eso pasa ahí voy a estar, no voy a dejar que nadie te diga ni haga nada.- En ese momento volví a caer, me deje guíar por mi corazón.
-¿De verdad?.- Pregunté con inseguridad.
- Si Vero.- confirmó abrazándome contra su pecho, su perfume me volvía loca.- Vamos juntos a la escuela.
- Si, espérame voy a guardar ésto en un lugar seguro.- Tomé la carta y la rosa, y rápidamente subí a mí cuarto, las dejé sobre mi cama, y bajé cerrando con seguro la puerta principal.- Yap, ¿Nos vamos?.
-Si súbete.- Me abrió la puerta de su coche, y yo subí dejando mi mochila en el asiento tracero.
En el trayecto al nacional me comencé a sentir mal, me sentía mareada, y eso se incrementó cuando las náuseas me inundaron.
