Insomnio

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La tarde ahora una noche calma, que abrazaba los cielos de un viejo pueblo en Normandía, Francia. En una choza vieja, a la par de la orilla del Mar Muerto, se veían las luces apagadas, ventanas y cortinas cerradas, parecía que el dueño de la casa deshecha dormía. No era así.

En su cama de mantas sucias y colchón desgastado podía verse, despierto cómo un búho, mirando el techo con cierto odio. Se odiaba a sí mismo por no poder dormir. Siempre tuvo problemas con conciliar el sueño, era común desde que había nacido, pero extrañaba poder dormir a una hora correcta, solo tener que pasar noches enteras mirando el techo o excavando con su pala la tierra del jardín para poder cansar su cuerpo. Extrañaba cuando podía dormir en paz, cuando sentía aquel calor que sus propios brazos exigían cada que lo abrazaba.

Extrañaba poder dormir a causa de él.

Ahora la noche era fría, y tan larga y simple cómo siempre. Los minutos parecían horas, y las horas años, estaba a la espera del nuevo nacimiento del Sol en sus tierras, para poder comenzar con su día, un día cansado sin descanso hasta caer rendido en la cama cuando su insomnio al fin se haya ido.

A veces dormía, otras no, su cuerpo estaba exhausto, pero su mente seguían trabajando. Miraba atento el techo viejo, madera llena de humedad. Aquella casa había sido de su abuela, de su madre, y ahora era de él. Ja, si aún recordaba cómo él siempre la criticaba, pero sabía que sus críticas no eran ciertas, sabía que él amaba su hogar, alguna vez pensó que lo amaba.

Pronto el reloj sonó, indicando ya la 1:50 de la mañana, aún faltaban mucho para que el Sol saliera, la Luna seguía y seguiría reinando el Cielo durante otras horas más.

Eran casi las dos de la mañana, y un extraño golpe surgió en su puerta principal. Miró atento la puerta de su cuarto, pensando en si salir a ver quien era o dejarlo ahí. No creía que fuera algo muy importante, tal vez las brujas que ofrecían sus trabajos de magia negra a tales horas.

Su curiosidad le ganó y se levantó de la cama. Caminó con dificultad hacia la puerta, su cuerpo dolía del cansancio. Salió a la sala de estar, dónde se encontraba la puerta. Tomó la manija helada de oro y abrió aquella entrada, logrando hacer que sus ojos verdes chocaran con una sombra alta y delgada.

Lo saludó, con total amabilidad y una sonrisa en su rostro. Aquella silueta parecía tener perlas blancas en lugar de dientes, aquella sonrisa radiante llena de orgullo y grandeza, de un ego enorme e insuperable. Lo miró atento, se veía aquel contrario tranquilo, ¿Cómo alguien podía ser tan descarado para aparecerse así cómo así frente a él, con una sonrisa grande y bien peinado?

"Decían que habías muerto"

"Las voces hablan muchas cosas querido. Las malas lenguas siempre hablan basura de gente cómo yo."

Frunció el ceño, mientras seguía parado en la puerta, negandole la entrada a su hogar a aquel alto muchacho de acento inglés.

"Presumes ser un caballero, y vienes aquí a decirme querido luego de haberte ido por cinco años."

El rubio hizo una mueca ante tal insulto. Christophe, aquel francés moreno de ojos verdes, bajó su mirada hasta las manos del rubio. Tenía unos guantes negros de cuero en sus manos, que sujetaban con firmeza un viejo maletín de forraje de tela. Aún recordaba cuando el jóven Gregory era digno de usar unos guantes blancos, antes de enredase con él.

"No pensé que me trataras de esta forma, querido mío."

"Son las 2 de la mañana, estaba durmiendo y tú me despiertas para est—"

"¿Durmiendo?"

Una sonrisa arrogante e irónica se formó en aquellos labios rosados y bien cuidados, de sabor dulce cómo la miel hecha en verano.

"Si, puedo vivir sin tu maldita existencia, ¿Lo sabes, verdad?"

Preguntó retóricamente con el ceño fruncido, aunque no era muy distinto a su rostro normal. Fields guardó silencio, dirigiendo sus ojos hacia lo que podía ver del interior del hogar.

"¿Ósea que puedes dormir solo, o ya tienes con quien dormir?"

Surgió aquella duda de su boca, la cuál el francés no supo responder. Pensó unos segundos, mirando con ofensa al británico de buena clase. Este lo observaba atento, esperando siquiera una onomatopeya de respuesta, algún quejido o suspiro, algo que respondiera a su pregunta que tanto se estuvo preguntando todo ese tiempo que estuvo ausente.

"No es de tú interés."

Su sonrisa irónica y orgullosa ahora se retorcía en una mala cara ante tal pregunta. No tenía derecho.

"¿No lo es? ¿Tú piensas que no lo es? ¿Qué cambies todo lo que te he dado por cualquiera, no es mi problema?"

Otra pregunta retórica, ahora proveniente de la voz enojada del rubio. Estaba ofendido, más que ofendido, dolido. DeLorne no supo que decir con exactitud, lo miró atento sin respuesta alguna.

No le iba a mentir, no era capaz. Al final de todo siempre fue el lacayo de Fields, y a veces sentía que lo seguía siendo.

"No te cambié por nadie, no seas dramático."

Dijo, y volvió a hablar cuando Fields no mostró respuesta.

"No estaba dormido, estaba despierto, mirando el techo. ¿Feliz?"

Habló con enfado, el rostro enojado de Gregory se relajó un poco, mostrando una expresión seria. Seguía sin hablar, esperando que el francés se disculpara ante tal mentira que lo había asustado. Se cruzó de brazos, dejando el maletín en el pasto húmedo de las tierras francesas.

"No he dormido desde hace dos días, me duele el cuerpo."

Admitió, con vergüenza, bajando su cabeza hasta el suelo. No tuvo el valor de mirar al rubio a los ojos.

"No tengo un hogar para dormir esta noche. Mi barco llegó hace apenas una hora y nadie me atiende."

Informó, su petición era más que clara, deseaba dormir esa noche en el hogar del castaño, que lo miraba con mala cara.

"Tengo una cama sobrante, sopa tibia y mantas de lana vieja."

Aclaró, volteando a ver a Gregory, que miraba atento sus ojos verdes. El inglés no dijo mucho, pero su sonrisa orgullosa si que lo dijo.

"Pensé que dormiríamos juntos y en calma, dear."

"No vas a dormir conmigo, oxigenado."

Fueron las últimas palabras del francés, que luego de un silencio invitó a Fields a tomar una sopa tibia, un baño caliente, y luego de una larga charla sobre las aventuras del inglés en Irlanda, volver a aceptar a dormir abrazados y en calma. Sus brazos en la cintura bien formada de aquel chico de labios dulces.

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Escritor:

Nueva historia que actualizaré cada siglo 💫

Gracias por leer ❤️

Atte: Una vaquita neerlandesa.

Gregstophe Moments - South Park.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora