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El día era brillante, la primavera empezaba a asentarse en las tierras de París, Francia, avisando su llegada con una suave brisa que recorría el pueblo por completo.
La gente empezaba a agruparse poco a poco en los parques, heladerías o simplemente en las calles del gran lugar, el murmullo alegre y tranquilo se oía en todos lados; el día ideal para una cita.
Una cita, una costumbre que ya tenían. Habían acordado ser “Amigos con derecho” por el lado del castaño, y el rubio pidió a cambió una cita semanal. Ahora, cada Sábado tenían una cita, a veces una salida corta, otras una cena, en situaciones especiales un día completamente juntos (Aunque todos los días fueran así), y de vez en cuando citas dobles con un conocido amigo hebreo.
Y es que era ideal, el formato de su relación era claro, ninguno sobre pasaba la línea, y la convivencia en el hogar era increíble. Claro, hasta ese día.
Un conocido francés caminaba por las ruidosas calles de Paris, algo fastidiado por el ruido. En Normandía no era común tanto murmullo si no era por el centro turístico del lugar, la capital era fastidiosa.
Pero no iba a permitir que el ruido arruinara su ánimo, aunque no lo admitiera, le alegraba tener esas pequeñas citas con Gregory, sentía que el corazón le explotaría. Llegaba luego de un largo día universitario al departamento que compartían juntos, entró al edificio, subió las escaleras y llegó a la puerta, abriéndola con un rostro amargado cómo de costumbre.
Escuchó un ruido extraño. No eran pasos,o bueno, si, pero no eran pesados y mucho menos el ruido era grave, sentía cómo si pequeñas uñas chocaran con velocidad el suelo de madera. ¿Qué era? Ahí lo supo, cuando de la habitación que compartía con su dulce amigo salió aquella cosa.
Asquerosa, no podría describirla de otra forma. Su piel se erizó, cómo un gato en peligro. Abrió sus ojos de par en par, dando un paso atrás alerta a cada acción de esa bestia.
Un puddle micro-toy.
Claro que, atrás de aquella bola de rulos blancos salía el responsable de haber metido aquella cosa al departamento, el dulce rubio riendo ligeramente, bajando un poco su torso mientras estiraba sus brazos al suelo, tratando de agarrar al animalito que ahora saltaba cerca de Christophe y apoyaba sus patitas en su pierna, tratando de jugar con él. Gregory reía un poco antes de tomar al pequeño canino, que colocó entre sus brazos cómo un bebé, solo que este tenía demasiada energía y ladraba cómo loco.
"¡Veo que conociste a mi pequeño Dippsy!"
Habló con una sonrisa el dulce británico, volviendo su sonrisa en un rostro neutro y curioso al ver a un francés estático en su lugar sujetando la manija de la puerta con fuerza, su ojo temblaba cómo loco mientras tenía la vista puesta en el pequeño canino.
"¿Estás bien?"
Preguntó, arqueando una ceja. Cuando dió un paso al frente, vio a un Christophe desquiciado reaccionar, sacando su pala de la espalda y apuntandolo a él y a su canino con esta.
"¡Aleja esa puta mierda de mi!"
"¡Ey!"
El silencio volvió a reinar en el lugar. Gregory fruncía el ceño mientras el perro no parecía ni siquiera inmutarse al ser amenazado con una pala filosa. Christophe igualmente se veía molesto, histérico, rabioso.
"¡Esa bestia debe irse de la casa, Gregory! ¡Míralo! ¡Es... horrible!"
Su voz sonaba traumatizada y gritaba como loco, el rubio seguía manteniendo su compostura, erguido con confianza mientras acariciaba a su pequeño Dippsy entre sus brazos.
"No se va a ir, es nuestro nuevo compañero. Es hora que superes tu miedo a los perros, chico grande."
Habló con sarcasmo y fastidio, arqueando una ceja mientras se daba la vuelta y empezaba a caminar en dirección a la cocina del lugar, con la intención de alimentar al cachorrito que tenía en brazos.
"Me niego. Los perros son malignos."
Hablaba con seriedad el francés, caminando atrás de su compañero aún mirando mal al pequeño cachorrito.
"Nah-ah. Son una belleza; Son nobles, fieles, leales, inteligentes, lindos, tiernos, apachurrables y educados. Básicamente lo contrario a ti y tu nauseabundo olor a animal atropellado."
Mostró fastidio en sus ojos mientras seguía caminando, con su típica forma de hacer resaltar sus caderas lo mejor y más sutil posible. Pronto colocó al perro sobre la pequeña mesa de la cocina, dejándolo ahí para tener a la vista a un animal tan pero tan diminuto.
Christophe solo resopló, indicando su completa negativa a tener al cachorro en su hogar. Gregory rodó los ojos al oír ese ruido, mientras servía la comida a su canino.
"Es una bestia que nos comerá vivos ni bien pueda"
Señaló sin pena al animalito que estaba sentado en la alacena mirando con admiración a sus dueños. Cuando el rubio volteó al animal, solo pudo arquear una ceja de manera ironica a Christophe.
"Okey Christophe, si trata de comerte lo encierras en un vaso."
Dijo de manera sarcástica refiriéndose al pequeño tamaño del cachorro, que ahora perseguía su propia cola.
El francés bufó, mirando con fastidio al pequeño ser blanquecino, que le devolvía una mirada perdida.
"Me imagino que no lo llevarás a nuestra cita, ¿Verdad, Fields?"
Preguntó, la respuesta del rubio lo asustó. Una pequeña risilla salió de los labios del dulce británico, que le daba de comer a su cachorro. Era un claro si.
"¡Ni de broma! ¡Me niego a tenerlo en nuestra cita!"
"Oh, vamos Christophe, no voy a dejar de tener mi atención en tí"
Dijo con orgullo Gregory, Christophe solo rodó los ojos ante su comentario innecesario y sin fundamentos. El rubio seguía acariciando a su mascota, mirando con una sonrisa engreída al francés esperando que su fastidio salga a la luz, en algún momento tendría que dar alguna de sus rabietas.
"No pienso ir a esa cita."
"No vayas."
Su tono era simple, irritando el doble a Christophe, que arrugaba su entrecejo lo más posible.
"Solo te advierto algo"
Habló Gregory, en un tono juguetón, acercando ligeramente su rostro a Christophe, que lo miraba con mala cara.
"Si no hay cita, no hay sexo."
". . ."
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La dulce noche, llena de comodidad. El viento resoplaba en los parques, un viento frío pero no molesto, era cómo una fresca menta en su rostro. Gregory se veía sonriente, sentado en una pequeña manta junto a una cesta se mimbre falso y su cachorro entre sus piernas, y claro, su encantador amigo que apoyaba su cabeza en su hombro, con su mano en el canino que antes había estado acariciando antes de quedarse dormido.
Fields sonreía con cariño, se sentía parte de una familia, su pequeña familia.
La pequeña familia de ellos.
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Gregstophe Moments - South Park.
Short Story✎ ₊ Historias al azar ⋆˚. ✎ ₊ One-Shots sin relación alguna⋆˚. ✎ ₊ Objetos/escenas/menciones +18⋆˚. ✎ ₊ Gregstophe pa' el cora' 🍓⋆˚.