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"Do I want it?"

















Bien, ahora tenía dos opciones, una tal vez peor que la otra. Podía quedarme en aquella esquina muriendo de frío, esperando a congelarme hasta la muerte ó podía subirme en el auto de un total desconocido que fácilmente podría ser un asesino en potencia.

Bueno, al menos mi verdugo sería apuesto, el rostro que cualquiera quisiera ver antes de regalarle su último latido al mundo.

Sí, gracias... — Musité, sintiendo la calada de frío recorrer por todo mi sistema, haciendo que mi cuerpo comenzara a tiritar; ésta acción no pasó desapercibida por aquellos ojos marrones que me miraban en espera de una respuesta.

Permíteme. — Comentó antes de rebuscar en la parte trasera de su auto y sacar lo que parecía ser un abrigo grueso, tal vez de la piel de algún animal exótico por lo que podía apreciar en el estampado que poseía. Rodeó la parte delantera de su vehículo para poder llegar a mi lado, donde con mucha delicadeza colocó aquel saco por encima de mis hombros, buscando proporcionarme algo de calor. No esperé ni dos segundos para poder meter mis brazos en las mangas de la prenda, cosa que provocó una risa sutil escapándose de sus labios.

Y por si no fuera poco, tomó la manecilla de la puerta del copiloto y la abrió para mí, ofreciéndome su mano como ayuda para acceder al auto. Su mano era cálida, un poco más grande que la mía y bastante suave, sus dedos largos rodeaban con gentileza mi palma dorsal.

Me hubiera encantado haber vivido hasta la otra punta de la ciudad, para así tardar más que 20 míseros minutos a su lado. La conversación se mantuvo bastante amena a pesar de que estábamos hablando de la situación por la que había atravesado casi dos horas atrás; me dió la confianza de abrirme con él y externarle mi experiencia, y yo le compartí con lujo de detalles todo lo que estuve soportando por "amor." Sus palabras realmente me ayudaron bastante, me sentía tan cómoda a su lado, tan cálida.

La pequeña fantasía se terminó en cuanto reconocí la entrada principal de mi hogar, las luces apagadas me decía que nuevamente no había nadie, lo habitual.

Jo, con lo buena que estaba la platica. — Me quejé. — Espero volver a verte, Tom. — Me incliné un poco en mi asiento, acercándome a su rostro con la intención de depositar un beso en su mejilla.

Y gracias, de nuevo. — Perdí la cuenta de cuántas veces le había agradecido por salvarme de lo que podría haber sido mi final en medio de la calle, pero nunca estaba de más decir gracias. Le devolví su notoriamente costoso abrigo y salí de su auto rumbo a mi casa.

Mientras me encargaba de abrir la puerta principal de mi casa, podía notar gracias a las luces encendidas que seguía estacionado frente a mi vivienda, al parecer esperando que yo entrara para asegurarse de mi bienestar. Y tal como supuse, en cuanto entré escuché el ruido del motor encendiéndose y las llantas rechinar a la lejanía. Aquella noche no pude ni pegar el ojo, solamente podía pensar en aquellas marcadas facciones, aquel embriagante aroma que me atrapó desde que tuve su saco entre mis manos, la suavidad de su piel rozando mis manos como si yo fuese algo fácil de romper. Era un hombre hecho y derecho.
































Ese hijo de puta. Qué bueno que lograste por fin salir de eso, mi niña. — Me felicitó Leni, mi mejor amiga. Estábamos en la cafetería de nuestra universidad, en cuanto la vi comencé a contarle absolutamente todo lo que había pasado.

Gracias, Lele. Peeero, conocí a alguien ayer. — Automáticamente dejó su plato de comida y me volteó a ver con una sonrisa pícara a modo de hacerme entender que siguiera con la historia. — Es todo un hombre, le calculo poco más de 30 añ-

¿¡Qué!? ¡Olivia, podría ser tu papá! — Me regañó.

Sí, pero como no tengo. — Me encogí de brazos con una sonrisa que se volvió una fuerte carcajada.

































Jamás entenderé porqué al destino le gusta ser tan hijo de puta y mandarme a alguien para molestar en el momento donde más paz siento.

Me estaba maquillando sin razón aparente, "nada más porque sí" en la comodidad de mi cuarto, escuchando un poco de música a un alto volumen, pero al parecer no lo suficiente pues pude escuchar el horroroso sonido del timbre retumbar en mis oídos.

Rodé los ojos y un sonido de fastidio salió de forma casi automática de mi boca. — ¿quién carajo llama a ésta hora? — Bajé con pesadez las escaleras, arrastrando mis pies hasta la entrada principal. Tomé la manija y traté de fingir mi rostro más amable en ese momento.

Creo que decir que me sorprendí al ver quién estaba por detrás del marco es poco, ¿qué hacía él aquí?


































jue 10   •   3:33
@enloquecerlos

















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𝐆𝐑𝐎𝐖𝐍 𝐔𝐏  ☆  Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora