Capítulo 12: No merezco mi título.

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"Los demonios han invadido una ciudad" aquella frase hizo que mi cuerpo se estremeciera, haciéndome reaccionar lo más rápido posible "Preparad al menos tres escuadrones, necesitamos partir cuanto antes". Bajé rápidamente las escaleras cogiendo todo lo necesario "Wu Ming" tan rápido como lo llamé se presentó ante mí "¿Qué necesita?" "Trae mi armadura y mi espada por favor" no terminé de decir esas palabras y ya tenía todo listo. "Gracias", le sonreí con nerviosismo, "¿Qué es lo que ha ocurrido para que tenga que marchar con tanta urgencia?" le respondí lo más calmado que pude "Unos demonios han atacado una de nuestras ciudades, debo ir tan rápido como pueda". Noté como la mirada seria de Wu Ming se centraba en mis ojos "Su alteza, permítame acompañarle". Me sorprendieron bastante sus palabras "¿Estás capacitado para el combate?", Wu Ming asintió "Sí, soy apto para el combate" sonreí satisfecho de poder contar con él "Entonces vendrás junto a mí. Confío en ti y tus habilidades, Wu Ming" dije mientras le acercaba una de mis armaduras "No lo decepcionaré", pude ver en sus ojos la determinación. Ambos bajamos velozmente hasta las caballerizas, montando en nuestros caballos y agrupando los escuadrones para dirigirnos a aquella ciudad que se había convertido en un campo de batalla.

Ya podía ver el pequeño pueblo que había sido atacado, las llamas lamían las tinieblas de la noche, calcinando las casas hasta convertirlas en cenizas. Apreté el paso, a mi lado cabalgaba Wu Ming quién parecía mostrar preocupación. Minutos después llegamos, rápidamente salté del caballo seguido de Wu Ming, desenvainé mi espada que desprendió un brillo dorado, el cual, junto a las marcas de mi cuello, iluminaba la noche, al mismo tiempo que el fuego que inundaba el pequeño pueblo. "Limpiad la ciudad de cualquier demonio" ordené al ejército que tenía tras de mí. Apreté con fuerza mi espada, la furia consumía mi ser. Avancé entre las derruidas casas, cada paso suponía un gran esfuerzo que horrorizaba cada vez más a mi interior, todas las calles estaban cubiertas de sangre, cuerpos sin vida se encontraban esparcidos por el suelo. Al girar en una esquina un demonio apareció ante mí y Wu Ming, este era de alta estatura, sus manos estaban manchadas de la sangre de mi pueblo, y en cuanto nos vio, quedó paralizado. No comprendí el motivo así que miré a Wu Ming, quién observaba fijamente al inmortal. Segundos después la gran bestia salió corriendo por un callejón lateral. Volví a mirar al frente lentamente, cuando a mis oídos llegó un desgarrador llanto. La sangre se me heló al ver a una niña pequeña llorando en el suelo, los cortes cubrían su triste rostro. Avancé hasta ella rápidamente, tirándome de rodillas a su lado, soltando la espada. Con cuidado la sostuve entre mis brazos, la sangre brotaba de ella sin control, sus heridas eran muy graves, posiblemente mortales. La miré con cariño a los ojos mientras a mi espalda Wu Ming observaba. "Tranquila pequeña, ya todo está bien ¿vale?, no estás sola" dije con un hilo de voz mientras tranquilizaba a la niña con cuidadosas caricias. "Vas a ponerte bien, todo estará bien" intenté mantener la compostura, al menos no la dejaría morir sola. Lentamente su llanto parecía cesar, sus ojos mostraban cansancio, apagándose. La sujeté entre mis temblorosos brazos pegándola a mí, cubriendo mi ropa de su sangre, obviando lo que sucedía a mi alrededor. Las lágrimas corrían por mis mejillas "¿Cómo un ser inocente puede ser víctima de la crueldad del mundo?", "¿Cómo puede ser eso posible?", Wu Ming no respondió, nada podía decir. Poco después su vida se apagó, la dejé con cuidado en el suelo. Wu Ming evitaba mirarme a los ojos, como si se sintiera culpable de algo que no había hecho. Sujeté mi espada con fuerza, y antes de que hablase corrí. Corrí entre las calles, entre las ingenuas almas, apretando el mango de la espada, cubriéndolo de sangre. A lo lejos escuchaba los gritos de Wu Ming, pidiéndome que volviera. No hice caso y simplemente alcancé al demonio que anteriormente había huido de nosotros, el demonio causante de esa inocente muerte. En cuanto lo vi salté, las marcas de mi cuerpo se encendieron derramando un intenso brillo dorado, y sin darle tiempo a reaccionar, concentrando mi fuerza en el arma, lo degollé.

Caí pesadamente sobre el embarrado suelo, a lo lejos Wu Ming venía corriendo, me incorporé dolorido, mi espada se encontraba a varios metros, totalmente apagada, al igual que mis inscripciones. Frente a mí se encontraba la cabeza del inmortal cubierta por una máscara blanca; una sonrisa negra y ojos entornados la decoraban, parecía reírse de mí. Apreté los puños y sólo pude gritar mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Wu Ming se detuvo a mi lado "Alteza...", lo interrumpí "No me llames así nunca más, si no soy capaz de proteger a mi pueblo no merezco ser nada" le grité, mi voz se rasgaba por el esfuerzo de contener el odio. Golpeé con fuerza el suelo "No merezco absolutamente nada...". Los segundos pasaron lentos, mi silencioso acompañante solo me tendía la mano, sin intercambiar palabra. No me sentía capaz de aceptarla, así que sencillamente observé la ciudad frente a mí, sabiendo que debía actuar o más vidas serían tomadas, pero dolía tanto que el sentimiento se convertía en grilletes alrededor de mis muñecas, impidiéndome seguir; acerqué mis manos a la careta blanca tomándola para dejarla sobre mis rodillas "Se está riendo de mí". Justo en ese momento Wu Ming cogió mi mano y me levantó él mismo "Si sigue actuando así tengo claro que no volveré a llamarlo alteza" dijo mirándome seriamente. Yo, cubierto de barro y sangre, decidí en ese preciso momento, mientras sentía que el mundo se derrumbaba a mi alrededor, mientras Wu Ming me instaba a luchar por ese mismo mundo, jurar mi vida a una creencia, "Wu Ming" mis palabras tranquilas enmascaraban un odio incontenible, "Juro destruir el reino fantasma". Sus ojos se clavaron en los míos, silenciosos, ninguna expresión aparecía en ellos, sólo me observaba. Acerqué la máscara a su cara, tapando esa mirada vacía al situarla en su rostro, "Y a partir de hoy, tú serás mi fiel consejero, que me será leal para toda la vida, y acompañará a su rey hasta el final", vi como Wu Ming caía sobre sus rodillas e inclinaba la cabeza, aceptando incondicionalmente el cargo otorgado. Coloqué mis temblorosas manos sobre sus hombros, apoyando la frente contra su cabeza, ninguna parte de mi estaba conforme con las palabras pronunciadas, pero en ese entonces era demasiado imprudente para comprenderlo, aún necesitaría más tiempo y experiencia para encontrar el equilibrio en mis pensamientos.

Me situé frente a Wu Ming cogiendo su fría mano, en ella coloqué uno de los aretes de perlas rojas que siempre llevaba, para después cerrar su puño. Observé como centraba su atención en lo que le había dado, en su rostro no se mostraba más que la sonriente expresión de la máscara, "Si alguna vez nos separamos, recuérdame" sabía que era una contradicción al anterior nombramiento pero, realmente, todo podía suceder. Me levanté, empuñé de nuevo la espada y me dirigí a la ciudad, que iba iluminándose con la violeta luz del alba.

Tras varias horas conseguimos echar a los demonios de la ciudad, parcialmente porque el puente se cerraría impidiéndoles volver, así que la mayor parte de ellos se retiró. En mis brazos cargaba a un niño de unos cuatro años de edad, éste estaba sano y fuerte, no había recibido casi ninguna herida; busqué a algún familiar para devolverlo mientras los soldados se encargaban del recuento de daños y muertes. Me acerqué a uno de los encargados de identificar a los fallecidos. Teniendo el apellido del niño en mente le pregunté "Perdona, ¿Han encontrado alguna persona apellidada Zhào?", el hombre miró la lista en la que estaba apuntando los muertos reconocidos "Su majestad, están registrados en esta lista", asentí llevándome al niño de ahí, que me miraba confundido "Dónde están mis papás" dijo con una vocecilla infantil mirándome a los ojos "Umm ellos están en un largo largo viaje y me han pedido que te cuide" dije meciéndolo con cuidado. "Está bien Dage", el niño sonrió sujetándose a mí. En ese momento vi a Wu Ming, aún mantenía la máscara sobre su cara. Me acerqué a él más tranquilo que la última vez que estuvimos juntos "Mira al nuevo integrante de la familia, se llama Yan", Wu Ming lo observó curioso "Encantado príncipe Yan". Sonreí dándome cuenta de que si ahora formaba parte de la familia real efectivamente sería el heredero. "Eso mismo, príncipe Yan" sonreí feliz mirando al niño que esbozaba una sonrisa aunque no comprendiera nada. "Oye, Wu Ming, tenía que agradecerte que me abrieras los ojos, sino este pequeño quizás no estaría con nosotros, de verdad gracias" incliné la cabeza ante él, que solo se quejaba por el acto, diciendo que no era nada, que no me inclinase, pero aún así mantuve mi postura. "Gracias". 

Ochocientos años más (Xie Lian x Hua Cheng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora