Recordar aquel evento traumatico de mi vida, es una de las cosas mas duras que siempre hago, pero ello no se borrará nunca de mi mente, por mas terapias que tome, por mas ayuda que reciba, el dolor seguirá ahí, atormentadome.
Todo comenzó cuando recién me mudé a París.
Todo me parecía hermoso en ese momento, la ciudad era hermosa, las personas eran amigables, tanto mi hermanito como yo, estabamos muy emocionados, después de todo, nos mudamos de Tailandia, lugar donde se tensó la situación de la seguridad, al grado de tener miedo hasta de salir al patio de la casa.
Después de unos meses de instalarnos, llego el momento de mi primer día de clases en un instituto Francés. Me sentía emocionado, era el tipo de persona que le gustaba hacer toda clase de amistades.El primer día:
El instituto estaba cerca del departamento donde vivíamos; al ser el primer día, era el encargado de encaminar a mi hermanito a su primaria, que estaba igualmente cerca de nuestro hogar.
Así fué, caminamos tomados de las manos, para nosotros era de lo mas normal, caminar y platicar al mismo tiempo; realmente lo quería, era una de mis razones para vivir, mi luz.
Aunque intentamos no llamar la atención, sentía las miradas sobre nosotros, no sabía la razón exacta, talvez por nuestros rasgos asiáticos, nuestro color de cabello, por nuestro tono de piel, o el hecho de hablar en otro idioma.
Llegamos a la escuela de Siri, mi hermano; me inqué a su altura para poder darle un abrazo y un calido beso en la mejilla.
-A la hora de salida pasaré por ti, okay? No salgas si yo no llego.-
-Si Erick, esta bien- correspondió a mi abrazo.
-cuídate, si? Cualquier cosa, llama a mi teléfono.-
-Si, no te preocupes- Se separó de mi y corrió dentro del edificio. Al ver que ya había entrado, decidí marcharme.
Seguí caminando, hasta llegar a la preparatoria.
Caminé por los pasillos, habia bastantes alumnos, muchos de ellos voltearon la mirada a mi. No se que les hacía fijarse en mi, yo me sentiá normal, no había hecho nada como para llamar la atención.
Entre al gumnasio para algo llamado "ceremonia de corbatas". Al parecer las corbatas tenían jerarquías, pero al ser nuevo no tenía ninguna.
Pasada la ceremonia, nos dirigimos a nuestros respectivos salones.
Después de un rato de caminar por los pasillos, encontré el mío.
Aún faltaban unos cuantos minutos para que las clases comenzaran, abrí la puerta y pasé dentro del salón; aún sentía miradas por parte de los alumnos que se encontraban dentro de este, me senté en una banca vacía, no tan al frente, ni tan atrás, si no en medio, casi pegado a la pared.
Abrí mi mochila y puse mis cosas sobre el pupitre.
Volteé un momento para cerrar mi mochila, cuando vi y escuché que habian tirado mis cosas, cayendo fuertemente contra el suelo.
-Hey, esa es mi mesa, idiota.-
Volví a mirar hacia arriba.
Un muchacho de cabello castaño estaba ahí, apoyado sobre la mesa, mirandome a los ojos, con odio.
-emm, perdón, pero, hay muchas otras mesas libres.- le dije sin miedo.
-Hmm, eres nuevo aquí, cierto? Nunca te había visto.- me dijo aún enfadado.
-Si, soy nuevo, me acabo de mudar de Bangkok, Tailandia.- contesté valientemente.
-Extranjero, eh? No nos gustan los de tu tipo por aquí, además...-
Me tomó salvajemente por el cabello.
-Por qué el cabello tan largo, mariquita?.-
Me empecé a poner nervioso.
-Y... que tiene de malo? .- dije tartamudeando.
-Veo que no entiendes a lo que me refiero, quizás aun no sabes hablar correctamente francés, bien, lo único que debes entender es que serás nuestra nueva presa, no sabes con quien te metes, peli-azul de mierda.- me soltó salvajemente.
Para mi suerte, el maestro entró en ese momento, haciendo que el chico se apartara de mi, dejandome finalmente en paz.
Las clases transcurrieron con normalidad. Ni el profesor, ni el resto de mis compañeros volvieron a hacer énfasis en mi, eso me tranquilizó un poco, me hizo sentir incluido, como uno más.
Era hora del receso, decidí salir un momento a conocer el resto de la escuela; los pasillos, los salones, el patio, todo era muy bello. Terminé en la azotea de la escuela. Estuve ahi por un rato, recargado en la barandilla, mirando al vacío, cuando alguien me tomó por el hombro.
Volteé de golpe, en ese momento pensé lo peor, creí que era ese chico de nuevo, pero no, solo era un chico común, era de mi misma clase, lo había visto antes. Era parcialmente alto, su piel era blanca como la nieve, era rubio y su flequillo estaba peinado hacia arriba.
-Hola! Me llamo Pierre, Erick, cierto? Encantado de conocerte!-
-Hola Pierre, el gusto es mio.- Sonreí.
-veo que tuviste problemas con Dankev hace rato, te hizo daño?-
-Solo me jaló del cabello, nada grave, por cierto, quién es él?.- pregunté.
-Oh, Dankev, es el mayor bravucón de toda la escuela, no tolera a nadie, y si no le agradas, te irá muy mal, pero es aún peor cuando te le revelas, nadie nunca ha salido ileso después de meterse con él.-
-Crees que me metí en la boca del lobo con lo que le dije?- pregunté nervioso.
- No lo dudaría, no se ve que le hayas caído muy bien, pero no te preocupes, ahora me tienes a mí para defenderte y enseñarte como son las cosas aquí.- me sonrió.
Reí un poco, era lindo por fin tener alguien en quién confiar, por fin pude sentirme como en casa.
Continuamos hablando, Pierre era bastante amigable.
Ya iba a ser hora de regresar a clase, así que volvimos al salón. Entramos, y ahí estaba el dichoso Dankev.
-Ohh que tenemos aquí, el mariquita peli-azul y Pierre, quién lo diría?-
Dijo burlonamente, haciendo que la demás clase empezara a burlarse también.
No hicimos caso a las burlas y continuamos platicando antes de que llegara el profesor. Las clases continuaron.
Al final de estas, salí, me despedí de Pierre y me fuí.
Caminé tranquilamente por la avenida, en dirección a la escuela de mi hermano, para recogerlo.
En eso, sentí como me jalaron del cuello, acorralandome en un callejón al costado de la calle en la que iba.
Me golpearon contra la pared, cuando reaccioné, me dí cuenta que era Dankev, junto con otros dos chicos. Uno de cabello naranja y uno de cabello púrpura.
-Creo que no me expresé muy bien durante clase, pero quiero que te quede claro que aquí mando YO y solo YO, zorra.-
Sacó una navaja mariposa de su bolsillo, la cual acercó a mi, acariciando mi mentón con ella.
-No me gustan los tipos como tú, y menos si se revelan como lo hiciste. Serás nuestro jugete de aquí en adelante, así que no te pongas cómodo, que aquí no eres bienvenido, maricón.-
Empezé a temblar, no tenía idea de la magnitud del problema en el que me había metido. Unas cuantas lagrimas salieron de mis ojos, no sabía lo que me podría pasar.
Asustado, pero aún valientemente, le dí fuertemente un golpe en la entrepierna con mi rodilla, haciendo que Dankev cayera retorciendose en el piso. Los otros dos chicos se distrajeron, tratando de ayudar a su lider, por lo que me dió tiempo de salir corriendo.
Me alejé lo mas posible, parecía que los había perdido de vista. Si ya estaba en aprietos, ahora lo estaba más. Por qué hice eso? Por qué siempre he tenido que ser tan impulsivo? Mierda, me odio.
Finalmente, después de correr un largo tramo, llegué por mi hermano, el cual estaba en la entrada, sentado en la banqueta.
-Erick! Pensé que ya no llegarías-
Dijo levantandose de golpe para abrazarme.
-Perdón, tuve un pequeño problema pero no te preocupes, ya estoy aquí.- respondí a su abrazo.
Tomé su mano y nos fuimos, por suerte, llegamos bien a casa, ningún otro problema se presentó.
Mamá y papá nos recibieron.
Durante el resto del día, actué como si nada malo hubiera pasado, no quería preocupar mas a mis padres, despues de todo el estrés del trabajo, lo menos que quería era darles mas problemas, para que más? Porque siempre yo? Siempre se trataba de mi, siempre era yo, el hijo problema...
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Robar una sonrisa
Teen FictionUn chico de nombre Erick cuenta como vivió su infierno durante la preparatoria.