Capítulo 5

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La palabra amor, mantenía todo, hacía olvidar hasta lo que estaba roto. Muy en el fondo sabía que no podía llegar a cumplir lo que quería al lado de Harold, pero lo intentaba, luchaba. Bastaba con que la acompañara a ver películas, a comer; siempre buscaba la manera de que se divirtieran y poder seguir manteniéndose unidos. Lo que menos quería era poder escuchar la palabra "se acabó".

Harold cada vez más se encentaba en él. Había escalado de puesto en el trabajo, y su vida se iba acomodando cada vez a mejor. Consiguió un apartamento más grande, de oportunidad y acomodado, su rutina se iba haciendo más cómoda; trabajo, casa y compartir con sus nuevas amistades. Los planes de Halen se iban quedando atrás, la trataba como uno de sus colegas. Los sueños se iban perdiendo.

Halen, rota y viendo que la relación no iba bien, entre llantos, desesperada, le rogó a Harold que no dejaran peder lo que tenían, porque ya se había enamorado de él, que fuera más centrado en ellos y que tratara de ser romántico y preocuparse más en hacer cosas juntos. Él conmovido y preocupado le juró amor y que era la mujer de su vida; consiente de lo que estaba pasando le prometió hacer su mayor esfuerzo, no quería que ella se alejara de él, también la amaba.

Entre sus altas y bajas siempre volvían a intentarlo, era una necesidad de estar juntos, pero a la vez no poder. Eran muchas ideas encontradas; quizás darse cuenta que solo en común buscaban el amor que ambos sentían, pero que en el exterior era tan diferente.

Jugaban a la suerte y hasta parecía un cuento de novelas, un guion mal redactado, pero no, era la realidad, no podían modificar nada. Fueron tantos intentos, tantas medicinas, inyecciones y sueros para acabar con el cancer que estaba recorriendo su relación, y lo que más dolía, era ese sentimiento tan sano y lindo que no querían perder.

Cada uno sufría a su manera y mientras Halen se desgastaba, Harold no hacía nada más que llamarla inconforme, porque pensaba que por el hecho de venir de tan lejos bastaba más que todo el resto. Era una guerra de conciencias, de culpables.

Todas las noches antes de acostarse Halen releía cada una de las cartas que le enviaba Harold, cada detalle que se intercambiaban, buscando la respuesta de donde estaba el problema, porque Harold no podía querer lo mismo que ella, tratando de entender cual era la solución; hasta el punto de que la desesperación le hacía pensar que él problema era solo ella.

Después de tantas luchas, Halen un día decidida, sabiendo que ya no podía hacer que Harold tomara la decisión de poder formar algo más con ella, de poder centrase, cansada de ver que ambos habían agotado hasta lo imposible, le da la noticia a Harold de que ya deben de terminar la relación. El sin apuros ni peros lo acepta.

Dicen que el corazón no siente el amor, que es el cerebro, pero ese día de alguna forma Harlan sentía como los pedacitos de su corazón se iban desprendiendo poco a poco. Se tiro a la cama y miro el techo por una hora, aún no entendía nada, se culpaba, se odiaba, se sentía insuficiente de no poder hacer que alguien quisiera todo con ella, mientras ella quería todo con él. Duró dos meses sin salir, solo llorando y tratando de aliviar el alma, porque superar ese amor, era tan imposible como tocar el sol con un dedo.

Harold continúo su vida, se le veía de una forma relajada, como si se hubiese quitado una preocupación de encima, había ganado su libertad. Quizás padecía a su manera, pero siempre firme y decidió a que no quería lo mismo que Halen. Era un alma libre que quería eso, vivir por momentos, pero tranquilo sin nada que lo comprometiera.

Un sábado, por la noche, después de tanto insistir las amigas de Halen, aceptó salir a bailar y divertirse. Fueron a una discoteca, ambientada en esos bares antiguos, con poca luz y mucha luces, por todos lados, al fondo una cantina con muchos bartender sirviendo tragos y animando el ambiente, habían meseros llevando con mucho afán; habían muchas personas que bailaban y se divertían sin parar. Entre las tablas de la cantina las luces parecían fuegos artificiales.

Camino al baño Halen se tropieza con un chico, al voltear se da cuenta que es Harold. Este era el nuevo pasatiempo de él, ir a discotecas y bares, justo lo que necesitaba para estar a gusto con él mismo, lo que enfurecía a Halen. Se saludan y cada quien toma su lado.

Halen recibe un mensaje en el celular ¡vaya sorpresa! Es Harold, pidiéndole que hablaran y que solo quería conversar porque le hace falta pasar un momento con ella, saber cómo está. Halen inmediatamente se niega, ya que otras veces le ha hecho lo mismo, y siempre la deja con la idea de que la ama, pero no pueden estar juntos. Y esto para Halen es destruirse aún más, cosa que estaba evitando hacer ha toda costa.

Después de tantos tragos y Harold seguir insistiendo, de que sería la última vez; él también estaba tomado. Halen accedió a irse y durmieron juntos. A Halen se le ocurrió la brillante idea de preguntarle que sentía él por ella; después de él dar vueltas y evadir, finalmente responde, que no quiere hablar de esas cosas, que los sentimientos están pero no pueden estar juntos. Aquel corazón roto, de los pedacitos que le quedaban colgando, se cayeron todos en ese momento.

Le reclamaba porque le hacía esto si ella no le importaba nada para estar a su lado, que porque no podía él hacer lo mismo. No hizo más que llorar y jurar jamás volver a verlo. Se dio cuenta que estaba decorando su propia tumba. Las inseguridades de Harold no hacían más que ayudar a enterrarla.

El cielo aún con lluvias y fuertes truenos. Halen despierta de golpe, soltó el suspiro más profundo que pudo haber hecho alguien alguna vez, como si estuviese despertando de un coma, resignándose que esos amores se quedan en el corazón, con lágrimas en los ojos, las mismas que tenía en aquel doloroso sueño.

Gracias por leerme. 🩷

Un amor en el corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora