Solo un final feliz para Kill
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Esa petición propia de alguien cobarde no es algo que le sorprenda de aquella luna que ha orbitado alrededor de su ser desde la tierna y huérfana infancia. Con las manos y el cuerpo pegados en el suelo, en estado de completa sumisión, le pide con lágrimas y la voz quebrada que se apiade de él y se escape a su lado.
—Deberías ir a comprar comida, será necesaria.— Con sus ásperas manos tomando aquellas mejillas de suave palidez, pronuncia. No es que eche el plan para atrás ni que se haya convencido de traicionar todos sus principios.
—Vamos juntos.— Imita su tacto y lo besa de forma lenta, antinatural, pero necesaria para creer de que lo que está sucediendo no es producto de la noche anterior y el abrazo de dos viejos amantes. —No... No te puedo dejar aquí. Yo limpiaré, sí, debería de hacerlo.— Se levanta de forma automática pero el moreno lo detiene.
—Creo que lo mejor sería buscar un nuevo escondite, no puedes desaparecer tantos cuerpos en pocas horas.— Los mares de la noche brillan por las palabras y lo abraza, susurra más palabras de gratitud en su oído y ciertamente eso le hace un poco de mal, aprecia mucho a 99. Mentirle sobre esto es horrendo. —Lo primero será quitarte el olor de sangre... Y la sangre en general.—
Un baño compartido, el vapor hace que el hierro sea penetrante.
—Amarás está ciudad, sé que quizás no podamos estar aquí más que un par de días pero... Me he dedicado a buscar en ella y es bellísima, tiene cosas como dinosaurios que puedes montar.— Su chico de cabello en puntas ríe de lo infantil que suena. —No me mires así, es algo divertido, también los autos de carrera en mini pistas, son veloces.—
—¿Hiciste todo eso mientras estabas afuera?— Los labios del platinado se abren y cierran.
—No, esperaba hacerlo contigo. Probar eso y el algodón de azúcar.— 405 siente el corazón pesar un momento antes de sonrojarse completamente, su pareja es de las más bellas personas que pudo encontrar. —También esos moteles de temática.— Y de las más pervertidas.
El cabello es secado, dos chamarras que pertenecen al más alto cubriendo sus cuerpos y aquellos pantaloncillos que él acostumbra siempre ponerse. Aún tienen dinero, bastante para ellos dos, serían capaces de iniciar de cero con esto.
—¿Nos iremos de una?— El moreno no quiere eso, necesita tomarse el tiempo para cometer el objetivo que tenía previsto desde el inicio, pero como si conociera su plan el otro no se separa de su lado.
—No, te lo dije, quiero ver algunas cosas contigo.— Manos entrelazadas, capuchas puestas. La ciudad de noche es bella, con todas esas luces resplandecientes que le recuerdan a las luciérnagas o a las estrellas, es una pena que por estas mismas luces no pueda verlas bien. —Mira, es una tienda.— Van hacia ella, paga una fritura y le invita, come con gusto. —Hace mucho que no teníamos una cita.— El moreno se sonroja y asiente ahora entrelazando sus brazos.
No es que el plan haya desaparecido por completo, eso sería algo extraño, simplemente el tener a su pareja a su lado permite que no se centre completamente en ello.
—Podemos usar el metro para ir al otro lado de la ciudad.— 405 asiente pero ellos no son realmente buenos moviéndose en un lugar así, pese a que su lunita es más intuitivo que él en este lugar de concreto, siempre han vivido en la naturaleza, así que los grandes grupos humanos corriendo y empujándose por un lugar donde un transporte que puede comer el tiempo los abruma. Intenta no separarse pero fue imposible. —¡Cuatro!— Grita el de plateado cabello y como respuesta no hay nada. La fuerza lo envió dentro del transporte que ya está en marcha.
Ya no tiene la gorra de la capucha y golpea levemente el vidrio, no quiere que los descubran, sino, ya estaría hecho virutas solo para alcanzar a su pareja. —Gon te dije que no...— Un hombre lo voltea rápidamente, ambos se miran por unos segundos, estupefactos. —Lo—Lo siento, pensé que eras mi novio.—
—Oh, también te pareces al mío.— Dice por inercia, es algo incómodo. —¿Eres de aquí? Es que en serio son prácticamente iguales.— El albino rasca su nuca.
—No, para nada... Y supongo que tú no vienes de una Isla tampoco.— Los ojos del moreno se encienden.
—¡De hecho sí!— Y Killua abre los suyos con incredulidad.
—¿Tu papá se llama Ging?— Si fuera así entendería completamente el porqué Mito siempre le dice mal padre.
—No, jamás tuve padre o madre...— Algo sensible, ambos guardan silencio, el más chico baja la mirada ante la observación prolongada que le da el más alto y éste suelta otra pregunta.
—¿En qué estación bajas?—
—Yo...— Aprieta sus puños. —Estoy perdido.— Cualquier persona normal estaría preocupada, le ofrecería ayuda o desde un inicio lo ignoraba, pero al parecer ese albino lo único que hizo fue soltar una gran carcajada.
—¡Hasta en eso son igualitos!— Sostiene su estómago y cuando se recupera sonríe con amabilidad —¿Quieres que te lleve de regreso? La ciudad puede ser grande y aterradora la primera vez que estás aquí, lo sé por experiencia, Gon terminó parando una vez todo el transporte.— Se concentra en los brillantes ojos ámbar. —Bu—bueno ¿Sí?—
—Eres muy amable, ustedes dos también son realmente iguales.— Retoma la burla del otro y la transforma en halago, cosa que provoca que el albino tiña levemente sus mejillas, si esta persona no se pareciera tanto a su pareja la hubiera ignorado desde el inicio. Bajan, ve a Killua marcando por ese aparato eléctrico y luego cuelga —¿Era el otro yo?— Una mala broma que sí lo hace reír.
—Mi Gon, así es.— Le indica las escaleras que debe cruzar. —Él llegó a nuestra estación, le pedí que me esperara.—
—¿Interrumpí algo importante? Lo siento.—
—Todas nuestras noches son importantes pero estoy seguro que dirá que soy genial por ayudar a alguien perdido.— Un puchero y los brazos cruzados del hombre. Conectaron rápidamente. —Además no son muchas estaciones.— De nuevo ese silencio que no es incomodo.
Juega con sus pies y luego pregunta —¿Te gusta esta ciudad?—
—No.— Bosteza. —Pero no tuve mucha elección sobre dónde estar.—
—Somos dos... Otra vez.—
—Pero no es mala, Gon ama una cafetería y ciertamente su pastel de chocolate es increíble, deberías ir con tu pareja.— Su estación se acerca. —Solo cruza las escaleras.— Sonríen mutuamente y Killua rápidamente saca una hoja y una pluma. —Ten, es mi número, soy encargado de la seguridad de este lugar así que si en algún momento se pierden no dudes en llamar para que los ayudemos.— Lo sostiene entre sus manos y antes de poder agradecer tiene que bajar. —Gon...— Llama por celular. —Sí, ayude al migrante, ya voy en camino... ¡No digas cosas vergonzosas en público!... ¡No me puse rojo!—
No se movió, pero al igual que el encuentro con ese extraño hombre, fue tomado. —Mi sol.— Y abrazado con fuerza contra su cuerpo.
—¡Lunita!— Besa sus mejillas con felicidad y toman el siguiente transporte. Nunca comería en esa cafetería, pero no estaba tan mal.
Un motel, en esta ocasión sin temática. Su pareja se baña y él aprovecha para llamar.
Cuelga y se desviste para entrar a la ducha también. Por otro lado, una pareja prepara un operativo para descubrir cuerpos y desmantelar un culto.
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