Capítulo 1

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Kristian

"Únete a los Guardianes de Skygge"

Todavía no estaba seguro, pero algo me había instado a venir a este reino y presentarme.

Había viajado durante semanas en un barco, y luego caminando hasta el castillo... O más bien hasta la colina sobre la que se alzaba el castillo.

—Toma —dijo el hombre, tendiéndome un armadura y despejándome—. Esta es la que deberás llevar puesta un tiempo.

Miré la armadura que me tendía unos segundos para después comenzar a ponérmela, bajo su atenta mirada.

La pechera era algo pesada para lo que estaba acostumbrado a usar, pero no dije nada. Era de un gris plateado que brillaba a la luz del sol, con el símbolo del reino en la parte de arriba: una luna creciente; el resto era del mismo color, salvo las del antebrazo, estas eran algo azuladas.

Una vez me la hube colocado entera me pasó la espada, del mismo material y color, excepto el mango, que tenía unas piedras negras que relucían.

—Si pasas las pruebas, lograrás ascender y llevarás la misma armadura que llevo, pero te advierto, esto no es un juego de niños. Actualmente solo somos cuatro los que llevamos esta armadura, pero descubrirás muchas más cosas a lo largo del mes, o eso espero... —dijo murmurando eso último. Negó levemente la cabeza y después me sonrió, tendiéndome una mano—. Me llamo Hunter, y mi especialidad es desaparecer de los sitios, literalmente —dijo riendo, como si hubiera sido una broma, aunque por la seriedad en sus ojos parecía totalmente lo contrario.

Recordé brevemente cuando me había encontrado, todavía confuso.

—¿Kristian? me preguntó un hombre con una armadura negra en cuanto toqué tierra.

Esto... Sí —respondí, dudando sobre qué quería de mí.

Bien, te estaba esperando. Sígueme, estás bajo mi mando mientras seas un novato.

Era de mi misma altura, con el pelo rubio, el cual en algunos momentos parecía casi blanco, y los ojos de un verde claro. Llevaba una barba corta y bien cuidada, al contrario que yo, que siempre me afeitaba. Sus facciones, duras, delataban, en parte, los horrores que había vivido, aunque lo más destacable era la cicatriz blanca que tenía en el lateral de la cara.

A diferencia de mí, él no llevaba una armadura de metal: era una especie de chaleco que podía confundirse con una camiseta —la cual parecía incluso más resistente que mi armadura— y era negra con el sello del reino en el pecho; al igual que sus pantalones, que parecían ser del mismo material y del mismo color que combinaban con las botas. Por más que buscara, no lograba encontrar donde guardaba sus armas, lo único que vi es que llevaba unos guantes —también negros— en el cinturón.

Parecía estar a punto de asaltar la corte.

Ese pensamiento hizo que casi me escapara la risa, pero por suerte logré contenerme. No me apetecía causar una mala impresión.

Estreché su mano, mirándole fijamente a los ojos, lo que le hizo sonreír.

—Yo soy Kristian, y... mi especialidad es el fuego.

Era extraño admitirlo en voz alta. Desde que era pequeño me habían dicho que debía esconderlo; sin embargo, aquí, en el castillo de Skygge, parecía de lo más normal, pero especial.

—¿Por qué mi armadura es tan diferente a la tuya?

Estaba demasiado intrigado como para morderme la lengua con las preguntas, aunque por suerte no pareció importarle.

12 Reinos. Alianzas y TraicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora