Antes de conocerle, yo era una chica muy aplicada y tenía toda mi vida organizada, ya sabía que quería hacer y a qué metas quería llegar. Era muy segura de mí misma y confiaba en que yo sola podía con todo y que nada ni nadie me iba a distraer. Me gustaba la fiesta, como a todos, pero nunca salía hasta que no tuviese todo lo que tenía que hacer hecho. Tenía mi grupo de amigos con los cuales hacía planes mágicos y no me faltaba de nada. Cuidaba de la gente que tenía a mi alrededor y amaba a mi preciosa cachorra Nala más que a nada en el mundo. Era un husky blanco, negro y gris con unos ojos azules claros irresistibles. Vivía sola con mi madre, porque mi padre estaba siempre de viaje de negocios y mis padres no quisieron darme ningún hermano, así que sí, mi madre y yo siempre hemos estado juntas. Tenía mis hobbies como cualquier otra persona, los míos se trataban de bailar y cantar, de hecho, eran parte de mis actividades a continuación de mis clases y tras haber comido. Llevaba meses sin hacer ninguna de esas dos cosas, debido a que tenía mucho que estudiar. DE vez en cuando conseguía ir, pero eran muy pocas esas veces. A pesar de todo, yo sabía que en algún momento lo volvería a retomar. Hasta mis 18 años actuales digamos que yo era muy feliz, pero un día llegó él, y cambió la vida que llevaba, cambió mi forma de ser desde lo más visible de mi hasta el más mínimo detalle.
Todo comenzó un domingo de marzo. Era un domingo normal como todos, pero a partir de ese día dejé de ser la misma de siempre.
Le conocí meses antes gracias a Adrián. Adrián era su mejor amigo y a su vez era amigo mío desde la infancia. Tenía unos ojos verdosos que combinaban a la perfección con su pelo castaño oscuro, ondulado y revuelto. Alguna vez ya me había hablado de su mejor amigo, pero para mí tan solo era un chico cualquiera. Un día me dijo que quería presentarme a sus amigos, y ahí estaba él, tan guapo como siempre. Cuando le vi por primera vez, me llamó mucho la atención, y cómo no, porque es el típico chico con mirada penetrante que te dice más que mil palabras y cuerpo de dios griego que desea toda chica. El sol le hacía lucir el color de sus ojos de una manera tan bonita y cautivadora que jamás había visto en mi vida. Eran de un verde azulado con tonos grises que te hacía pensar en las olas bajo el brillo de la luna. Tenía el pelo revuelto y de un castaño claro precioso. Sus labios eran de un color rosado que combinaba a la perfección con mi tono de piel. Todo lo que sabia de él era lo que me iba contando Adrián. Siempre me decía que era un chico centrado a la hora de tener a una chica a su lado, que a veces era un poco desastre y un chulo, que no tenía una vida fácil, pero cuando quería a alguien le quería contra viento y marea. Eso me conmovió mucho ya que hoy en día lo que se lleva es usar a las personas para un momento de locura y no acordarte después ni del nombre.
Ese mismo día, después de verle, le pregunté a Adrián si veía alguna oportunidad de que me hablara así por casualidad y me dijo que si, que tenía novia pero que estaba pensando en dejarla. Se me escapó una sonrisilla tímida y decidí esperar para ver si se daba la ocasión de que me hablara. Esperé durante meses y vi que esa oportunidad se iba esfumando poco a poco y me rendí, dejé de tener esperanzas hasta que aquel domingo le tuve delante de mí.
Aquel domingo que tanto estoy mencionando fue el día que me habló por primera vez. Todo ocurrió porque salí a dar una vuelta en bicicleta con Nala, y para mí buena o mala suerte, depende como lo vea cada uno, me lo encontré. Me encontré con mi dios griego. Le vi saliendo de un campo de fútbol una vez terminado su partido. Salió recién duchado, podía distinguir el olor de su colonia a kilómetros y parecía tener prisa para coger su bicicleta. En cuanto le vi, me escondí nerviosa temiendo que me viera. Jason empezó a pedalear y yo sin pensármelo le seguí.
Los minutos no dejaban de pasar y él no dejaba de pedalear. Me planteé volver a casa, pero de pronto se paró. Me di cuenta rápidamente de donde estábamos, y era un lugar precioso. Era un bosque a treinta minutos del campo de futbol de su equipo. Mi padre me solía llevar todos los domingos a ver el amanecer y a veces comíamos y pasábamos la tarde jugando a cartas y echando carreras para que pasara el tiempo y viésemos también el atardecer. Todo esto se acabó cuando falleció la abuela. Mi padre cuando era pequeño solía hacer este mismo plan con su madre y ella cuando era pequeña a su vez lo hacía con su padre, se podría decir que era algo que se hacía de generación en generación. Me encantaba sentarme a la orilla del rio Miño cuando este inundaba el bosque. Tenía unos árboles grandiosos y bellos, que tras sus hojas se oían los cantos de los pájaros, y junto a estos se oían otros animales correteando por ahí. No me podía creer donde estaba, llevaba tantos años sin ir. Note como la luz del sol cada vez era más débil en consecuencia del atardecer. Por un momento se me olvidó que le estaba siguiendo hasta que Nala empezó a ladrar al ver una ardilla pequeña moverse de un árbol a otro, y de pronto, oí una voz grave que me decía:
—¿Me estabas siguiendo? —. Me pilló tan desprevenida que no supe cómo reaccionar ni que decir. —Jajaja, ¿Te ha comido la lengua algún animalillo de por aquí o es que eres muda? —me dijo.
Me lo dijo con tanta chulería que le dije lo primero que me salió.
—He venido a pasear a mi perra y no sabía que me estabas hablando a mi—. Entonces empezó a reírse con más fuerza.
—¿De verdad piensas que me voy a creer esa gilipollez? Me estabas siguiendo pequeña acosadora— dijo, y yo con la misma chulería y grosería con la que me estaba hablando le contesté:
—Eres un capullo, créete lo que quieras, no me importa.
—Mira psicópata, no sé quién te crees para llamarme capullo, pero ya lo puedes ir retirando. Sabes que te puedo poner una orden de alejamiento ¿no?
—Te crees que eres el centro del universo solo por haber coincidido en un lugar conmigo, además estamos en un país libre y si te das esos aires de superioridad podré llamarte lo que quiera. Y se que no me vas a poner una orden de alejamiento de esas, sería una tontería hacerlo solo por esto. Ha sido una mera coincidencia, entérate.
—Me has seguido y me has insultado, creo que no estás en condiciones de discutir
—Siento haberte llamado capullo, ha estado mal de mi parte, pero no te estaba siguiendo—intenté convencerle
—Da igual, pero no me sigas.
—Que no te estaba siguiendo—exclamé con furia—además, si te da miedo que te vean por aquí será porque tienes algo que esconder—añadí con rebeldía
—No se trata de eso, acosadora, no sabes nada—mientras que me decía eso me intentó agarrar del brazo, pero gracias a mis buenos reflejos no lo consiguió.
Mis piernas actuaron más rápido que mi cabeza y corrí hasta que le perdí de vista y cuando logré aquello suspiré aliviada. Me dirigí al árbol en el que había apoyado la bicicleta, me subí y empecé a pedalear para irme a casa.
De camino a casa pensé en lo extraño que había sido aquel encuentro y en qué no le quería volver a ver. Le tenía en un pedestal de chico perfecto desde que le vi la primera vez y con todo lo que me había dicho Adrián, pero eso cambió cuando abrió la boca y me demostró lo creído que se lo tenía todo. Tenía claro que no quería saber nada de él, pero lo que yo no sabía era que me iba a consumir del todo por él.
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TAN SÓLO QUIÉREME
RomanceMarta es una chica normal de dieciocho años. Cuando aparece Jason en su vida ella cambia. ¿Podrá con todo o se rendirá?