CAPÍTULO 3

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Pasó la noche y cuando me desperté vi que ya no estaba. Había dejado su olor en mi cama y eso me produjo una gran felicidad y sin darme cuenta me puse a sonreír. Bajé a desayunar con un dolor de cabeza enorme pero feliz. Mi madre al verme con esa sonrisa tan grande me preguntó:

—¿Qué tal la noche de ayer?

—Eh, muy bien mamá— le dije nerviosa.

Le contesté eso y me empecé a poner roja al recordar sus brazos alrededor de mí. Mi madre lo notó, pero no quiso preguntar. Le sonreí para agradecerle que no preguntara y en silencio me dispuse a terminar mi desayuno.

Cuando terminé, subí a mi cuarto a hacer cosas de clase y a estudiar todo lo que había dado durante la semana y que no me había enterado por estar distraída. Un par de horas después me vibró el móvil y lo encendí para mirar la razón por la que me había vibrado. Vi un mensaje de un número desconocido que decía:

<<Hola pequeña acosadora>>.

Empecé a sonreírle a la pantalla como una chiquilla enamorada porque me había hablado mi dios griego, pero me resultó raro que tuviera mi número y decidí preguntarle.

<<¿Por qué tienes mi número?>>.

Esperé a que me contestara de vuelta.

<<Me lo diste tú anoche, ¿no te acuerdas?>>.

¿Cómo pude darle yo mi número a este idiota? ¿En serio se creía que podía hablarme, así como si nada? Anoche pasó la noche conmigo porque no estaba en condiciones, pero eso no le daba derecho a decirme nada. Me habló de mala gana el día del bosque y yo me juré a mí misma no volver a saber nada de él. Entonces le contesté lo primero que se me pasó por la cabeza:

<<No quiero saber nada de ti, déjame en paz>>

<<Pues bien que me pediste que me metiera en la cama contigo, psicópata>>

Ahg, ¿por qué tenía que ser así? Siempre vacilando. Le dejé en visto y seguí con mis tareas de clase. Mientras que las hacía, mi móvil no dejaba de vibrar, él no dejaba de escribirme, pero no le hice caso.

Pasaron las horas y de pronto mi madre me llamó a comer y fui rápidamente. Comimos las dos juntas como siempre y cuando terminamos, mi madre se fue a trabajar y yo me quedé en casa con Nala. Le escribí a Lucía y le pregunté si le apetecía que nos viéramos un rato.

<<Vale princesa, en 10 minutos estoy en tu casa>>.

Me puse unos vaqueros negros y una sudadera blanca. Me recogí el pelo con un moño ya que no tenía ganas de arreglarme y prefería ir sencilla, y esperé a que llegara.

Cuando llegó, llamó al timbre y bajé corriendo y le di un abrazo muy fuerte. La echaba de menos y eso que la vi ayer.

—Marta, para, déjame respirar, jajaja.

Me di cuenta de lo fuerte que le estaba apretando y la solté y me empecé a reír con ella. Después de unos minutos riéndonos decidimos ir al centro comercial a comprar ropa y a merendar en nuestro sitio preferido. Cuando llegamos al Civeta Coffee nos sentamos en nuestra mesa de siempre y pedimos casi toda la carta de comida. Después de un buen rato decidimos abandonar la cafetería y dar un paseo nocturno a la luz de las estrellas. La llevé hasta el bosque donde hablé con mi dios griego por primera vez y nos tumbamos encima de las hojas de los árboles para ver las estrellas. Todo estaba muy distinto, era de noche y en vez de ver los rayos de sol entre los árboles, se veía la luna.

Se nos hizo tarde y yo me fui a casa y ella salió de fiesta. A mí no me apetecía ir, no tenía ganas, no dejaba de pensar en la noche anterior cuando le tuve en mi cama.

Lucía y yo nos despedimos y me fui a casa. De camino a casa mi móvil empezó a sonar, lo cogí y vi en la pantalla el nombre de Adrián.

—Buenas noches, ¿por qué me llamas a estas horas?, ¿qué ha pasado? —le dije en cuanto le di a contestar.

—No ha pasado nada, estoy con Jason, que quiere llevarte a un sitio y no le dejas de ignorar los mensajes.

—Ya le he dicho que no significa nada que me ayudara anoche, no puede hablarme como un capullo apenas sin conocerme y pretender que todo está bien solo por ayudarme, las cosas no funcionan así, conmigo no.

—Ya lo sé, sé que no eres fácil y que eres muy rencorosa, pero tú también te pasaste, además, dice que quiere empezar de cero contigo, quiere conocerte, deja que te conozca, al menos deja que te dé una explicación y que te lleve a ese sitio.

Me quedé pensando unos segundos y le dije:

—Mm, está bien, pero...—me interrumpió y me dijo que me esperaban los dos en la puerta de mi casa en unos minutos.

¿Por qué accedí?

TAN SÓLO QUIÉREMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora