Capítulo 8: No puedo

212 18 0
                                    

Desperté con los rayos del sol iluminando mi rostro, abrí los ojos lentamente girando hacia el gran ventanal que había al costado de la cama, la noche anterior no me había dado cuenta del maravilloso paisaje que aquella enorme ventana me brindaba. Suspiré pesadamente intentando recapacitar el porque de mi pronta y para nada cuerda decisión.

"¿Realmente sacaría algo favorecedor de todo esto?"

Pregunté al aire, como si el cuarto vacío fuera a darme alguna respueta.

-Me tendrás a mí, ¿acaso necesitas algo más favorecedor que yo?- Dijo ella.

"Mierda, mierda, mierda, bueno fuera y los cuartos hablaran... carajo"

Me reprendí internamente mientras volteaba a verla, vestía unos shorts cortos y una camisa a juego de seda, tragué hondo, sonrió dándome a entender que no necesitaba una respuesta verbalizada, que ella ya sabía que era lo que yo tanto deseaba.

" ¿Acaso estaba ella equivocada? " La respuesta era no, la equivocada era yo por pensar que alguien como ella fuera a quererme para algo más que sexo, la duda era si yo la quería a ella como algo más, su sola presencia me hacia sentir absolutamente drogada, era increible el como mi cuerpo y mente respondían a ella.

-¿Qué tienes tú de favorecedor?- Le respondí instintivamente, no iba a dejar que se pusiera sobre un pedestal que no le quedaba. Negó con la cabeza caminando hacia mi, levantó la mirada y sus penetrantes ojos verdes se clavaron en los míos.

-Yo tengo todo de favorecedor _____________.- Me susurró al mismo tiempo que desabrochaba los botones de la camisa que traía puesta en esos momentos. -Duchate, te espero.- Dijo sentandose en la cama apoyando la espalda contra la cabecera. Pasé saliva y me metí al que supuse yo, era el baño. Abrí la puerta de cristal de la ducha y acomodé la temperatura del agua, exhalé todo el aire que sin pensar había estado conteniendo y me dispuse a disfrutar de la sensación que el agua me estaba brindando, realmente tenía que ponerle nombre a lo que Romanoff me causaba, sacudí la cabeza ante mis pensamientos. Me sobresalté al sentir una mano sobre mi vientre...

-Pero que mie...- No terminé de decir.

-Cállate.- Respondió ella mientras se pegaba a mí. Sentí su mano subir poco a poco hasta llegar a mis pechos, pasó su dedo indice por uno de mis pezones a modo de juego, su mano libre se abrió paso hasta llegar a mi entrepierna donde se detuvo a jugar con los pequeños rizos que se encontraban en aquella zona.

-Nat...- Me dió una nalgada que me hizo gemir más por la sorpresa que por la excitación que comenzaba a sentir.

-Te dije que te callaras.- Susurró posesivamente contra mi oído. -Una palabra más y te castigaré en la noche.- Tragué saliva ante sus palabras, si bien escucharla decir eso me excitaba, no quería descubrir aún de lo que la pelirroja era capaz. Asentí y ella dió un ligero pellizco a mi ya sensible pezón, sus largos y escurridizos dedos no tardaron en llegar a mi clitoris donde empezó a masajear lentamente. Ella le estaba brindando a mi cuerpo una atención excepcional, aquella pelirroja era una maestra del sexo.

Abrió mis piernas y pegó mi rostro contra la pared de la ducha haciendo que mi espalda quedara un poco flexionada, sentí como sus manos recorrían desde mis pechos hasta mis muslos, solté un gemido cuando sentí una sensación cálida y mojada en mi ya hinchado clitoris, dió una nalgada a mi trasero en cuanto solté el gemido dándome así una señal de que no debía hacer nada de ruido. Sus manos se clavaban en mis muslos de tal manera que su agarre hacía que ella tuviera mejor control de mi al yo estar semi recargada sobre la pared, joder...su bendita lengua era tan ágil que me hacía enloquecer, estaba a punto de llegar al orgasmo cuando de la nada paró los movimientos de su boca y lengua.

Las Sombras de Romanoff (Natasha Romanoff y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora