GRAFFITI

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La jornada lo estaba matando, estaba harto de rondar por las noches en busca de delincuentes por atrapar. No era que odiara su trabajo, realmente estaba tranquilo por la paga buena y el horario "flexible", pero él sólo estaba encargado de encontrar jóvenes consumiendo drogas o haciendo vandalismo para llevarlos al programa de reinserción social y trabajo comunitario. Al menos esa fue la tarea que le dieron, pero honestamente estaba cansado.

Quisiera poder tener un poco más de acción o al menos tener un compañero que lo acompañara en su soledad, porque estar encerrado por horas en la patrulla lo estaba volviendo loco. Sólo patrullando, dando vueltas por las calles sin parar, observando todos los rincones visibles para encontrar cualquier cosa que le pueda dar un bono en su sueldo, pero todo seguía siendo aburrido.

Aparcó en una de las calles solitarias y caminó hasta el pequeño puesto de hot dogs más cercano para cenar algo rápido, no tenía otra cosa más importante por hacer. Esperó paciente y dio un mordisco a su recién entregada cena, maldiciéndose por la quemadura en el paladar. Continuó en lo suyo hasta que escuchó un ruido extraño en la calle poco iluminada al lado suyo, se asomó y pudo ver varias figuras moviéndose con rapidez entre la oscuridad.

–Tienes que estarme jodiendo. —murmuró, antes de dejar su plato y acercarse al lugar.

Observó a los varios chicos reunidos tomando latas de pintura en aerosol y acercarse a las paredes con destreza.

–¡Hey! Ustedes... —gritó, corriendo en su dirección.

Pero, como era de esperarse, ninguno de los muchachos iba a quedarse aguardando hasta que llegara a su lado y simplemente desaparecieron en la oscuridad, o eso creyó hasta que tropezó con un pertinente pie que se puso en su camino para detenerlo, pero en su lugar sólo pudo esquivar la caída, alcanzando a tomar el brazo de la sombra escondida detrás de un basurero.

–Mierda, ¿qué te pasa? —exclamó, sujetando el cuerpo con fuerza contra el contenedor.

Lo único que pudo observar fueron esos ojos lilas que lo inspeccionaban con terror, esperando el momento ideal para forcejear y defenderse para que lo dejara ir, pero ante la expresión de sorpresa sólo pudo empezar a relajarse para mirarlo también, mirando con atención los ojos ambarinos que se veían igual de confundidos que como se sentía.

Ninguno se atrevía a decir nada, pero un grito los logró sacar de sus pensamientos.

–¡Spreen! ¡Vámonos, el imbécil se fue! —resonó.

Spreen dirigió su mirada a la mano fuerte que sostenía su muñeca y luego de vuelta a los ojos del oficial que lo detenía, esperando que dijera o hiciera algo.

Pero no lo hizo.

No supo qué pasó o por qué no podía moverse o dar una indicación, tampoco supo por qué lo soltó, dejando que se recorriera lejos de él sin decirle una sola palabra. Spreen lo miró aún confundido antes de irse y pasó el pulgar por la comisura de sus labios, quitando la mancha de cátsup que tenía ahí, haciéndolo sentir totalmente ridículo.

Lo vio correr hacia el otro lado de la calle y encontrarse con sus amigos que lo esperaban.

Tenía que estar muy pendejo para dejar pasar así un bono de algunos dólares más en su sueldo, pero no supo por qué actuó de esa forma, jamás dejaba pasar algo así, pero pensó que quizá podía sacar ventaja de eso y atrapar, no sólo a él, sino a todo su grupo de amigos y llevarlos juntos a la comisaría, así tendría más dinero y sería muy feliz. Sí, eso sonaba a un excelente plan.

Las noches pasaron y pudo observar un patrón interesante.

La "mafia" que hacía graffitis se peleaba con otra mafia que tapaba los que ellos ponían. Descubrió que había calles específicas donde se repetía esa pelea constantemente y podía apreciar el trabajo recién hecho de la pandilla que trabajaba a la luz del sol, pero ese problema era para sus compañeros de ese turno y no le importaba meterse en eso, pero en las noches la otra pandilla visitaba las mismas 5 calles a la redonda para tapar los que hacían los de la mañana.

Spiderbear / One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora