Las clases en la universidad estaban siendo más pesadas. Los horarios inconsistentes y las tareas diarias podrían matar a quien sea, inclusive a los más listos y aplicados, como en el caso de Spreen, quien intentaba seguir al corriente con todas sus tareas y ocupaciones.
Los entrenamientos le estaban quitando tiempo valioso de estudio y aunque amaba profundamente estar en el equipo y dar todo en cada partido, estaba cansado, estaba exageradamente cansado y no tenía tiempo para lidiar con más. Pero había un problema más fuerte que cualquier otro, un castañito prepotente y estúpido estaba paseando por todo el campus sin remordimiento, con la cabeza en alto y un caminar que sólo lo hacía resaltar.
Desde la última vez que se encontraron en las duchas no le dirigió la palabra, ni siquiera cuando fue a buscarlo a su casa como habitualmente lo hacía. Lo había dejado mojarse fuera de su habitación, con un helado derretido y todas las golosinas que le ofrecía en son de paz. Ese día volvió a casa con una infección en la garganta que lo dejó afónico por dos semanas y tuvo que inyectarse varias veces para recuperarse.
Odiaba, más que todo, que su amistad se hubiera jodido por su propia actitud, sabía que lo había cagado todo y que él estaba molesto por la forma tan infantil y arrogante en la que se refirió a él para con otros, gente que ni siquiera valía el esfuerzo. Al final había conseguido el puesto soñado y era muy respetado, pero no quería que a costa de ello perdiera la amistad solida que tenía con ese chico tan dulce que hoy sólo tenía pinta de matón.
Lo vio caminar con esa indiscreción y acercarse al grupo de chicos que conformaban el club de música, parecía que se había hecho muy amigo de ese estúpido y perfecto chico de rizos dorados y lentes circulares. Era tan atractivo y dulce, le daba asco solo mirarlo, porque él le ponía mucha atención y su brazo constantemente pasaba por sus hombros aunque fuera mucho más alto que Roier.
Era vomitivo pensar que podrían llegar a tener un romance, porque todos los ojos estaban puestos en esa pareja y aplaudían cada mínima interacción que pasaba entre ellos. Odiaba que su amigo no le hubiera contado antes sobre su atracción o sus intenciones, pero claro, hoy día ni siquiera podría considerarse un "amigo" al parecer, sólo eran los "ex", o así les apodaban todos porque sabían que Roier lo seguía siempre como un cachorrito y ahora se veía tan feliz y animado.
"Lo hiciste bien en la prueba, Roier." No lo escuchó, pasó por su lado sin percatarse.
"Oye, me gusta tu chamarra bordada." Le sonrió de lado, avanzando sin parar.
"Te traje un dulce de los que te gustan." Lo tomó, pero vio cómo en el almuerzo se lo obsequiaba al estúpido Soot.
Estaba cansado de fingir que no quería darse un tiro por su indiferencia, pero sabía que se lo merecía, sabía que no habría nada que pudiera hacerlo cambiar de opinión, o quizá sólo lo estaba castigando por todo ese tiempo en que él se comportó como un verdadero estúpido.
Aún con todo y ello no quería perderlo, no quería seguir actuando como una persona normal cuando estaba frente a frente y tener que salir huyendo de todo para no verlo con alguien más, golpeando más fuerte en cada entrenamiento, poniendo la frente en alto cuando sus compañeros le preguntaban por qué su "perra" no había vuelto a verlo, y luego acotando que era porque se había conseguido a un extranjero.
Todo el resentimiento lo llevo a escribir esa nota decorada y lanzarla dentro de su casillero, esperando que la viera apenas lo abriera, pero era difícil, porque el tonto se la pasaba por ahí, haciendo tonterías en lugar de preocuparse por sus notas y llevar los cuadernos correctos a clases, su carisma y labia lograban que le fuera aceptable en cada asignatura y estaba bien con ello.
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Spiderbear / One Shots
FanfictionOneshots del Spiderbear +18!! Si tienen ideas son totalmente bienvenidas, háganmelo saber abejitas bellas. :3