Spiderbear / One Shots

CASTIGO

Roier se acercó hacia el deportivo donde Spreen solía reunirse con sus nuevos amigos, el equipo de voleibol de la universidad donde ambos estudiaban. Sabía que estaba ahí, porque los vio muy juntos las últimas semanas. Parece que el capitán había tenido especial interés en él para reclutarlo si aprendía y se entrenaba junto a ellos, así tener un líbero que pudiera cubrir a sus compañeros por la altura sobresaliente que tenía.

Para Roier eso no era un problema, honestamente estaría feliz de que él aceptara estar en el equipo porque eso significaría mayor tiempo para ver a su amigo, además de una oportunidad mayúscula de verlo sudar con esa ropa holgada que se pegaría a su cuerpo, en definitiva, un ganar-ganar. No era un secreto que Roier gustaba de él.

Todo era perfecto, hasta que empezaron los problemas. Cada vez que él se acercaba al deportivo donde pasaban las tardes practicando, Spreen tomaba una actitud prepotente, haciendo comentarios pasivo-agresivos que ofendían a Roier por cualquier motivo. Era como si intentara que los chicos se burlaran de él o que lo vieran como alguien que lo buscaba todo el tiempo, alguien molesto que no lo dejaba en paz.

Y le molestaba, porque evidentemente su amistad de años era fuerte y ellos se trataban con mucho cariño, se querían mucho y eso era evidente para todos, pero por algún extraño motivo una vez que empezó a codearse con la "élite" escolar su comportamiento cambió radicalmente. Sólo cuando estaba junto a ellos, porque cuando iban camino a la escuela Spreen buscaba sus manos para calentarse por las mañanas o caminaban tomados del brazo, ignorando los comentarios de sus amigos quienes siempre les hacían burla por estar tan juntos.

Y había sido así por los últimos tres años, y aún faltaba un año para terminar, mismo que no quería ser comprometido por el nuevo comportamiento de Spreen, que rebasaba el límite de sus límites permitidos; nunca ridiculizarse frente a los demás o hacer que los demás se burlen de ti. Un código de amigos, básico.

Hoy se acercó con la esperanza de no seguir viendo ese comportamiento, puesto que el día anterior lo habían hablado en casa de Roier cuando Spreen entró por su ventana con un bote de helado de fresa para pasar la noche juntos, cosas que normalmente hacían cuando estaban aburridos y querían escaparse de casa. Parece ser que entendió que se estaba comportando como un idiota y le prometió no volver a hacerlo mientras acariciaba sus manos con cariño, ambos parecieron contentos con la idea.

El pensamiento amable desapareció una vez que uno de los chicos empezó con el bullying de todos los días, empezando por el recipiente que llevaba consigo que contenía la comida que trajo para él, sabiendo que no había llevado nada y decidió irse a entrenar con el estómago vacío.

–¿Qué tenemos aquí? ¿No le dijiste a tu novio que no puede venir a los entrenamientos, Spreen? —preguntó un rubio con una amplia sonrisa.

–Sí ¿No te lo dijo? Tú... ¿Cómo te llamabas? —rio otro igual a él, acompañándolo.

Roier los miró sin prestar mucha atención a sus rostros y rápidamente se acercó hasta las bancas donde dejaban sus mochilas para meter el recipiente en la mochila de Spreen.

–Roier... sabes que no es necesario traerme de comer. —le dijo Spreen, bajando la voz cuando se acercó.

–Ya sabes que me preocupa que no comas bien, digo, al final siempre veré por ti. Lo sabes. —se cruzó de brazos, mirando a otro sitio que no fueran sus ojos.

–Y te lo agradezco mucho, me encanta cómo cocinas. —rio, con sus pestañas agitándose por el viento.

–¿En serio? —lo miró por fin, sonriendo sin pena.

–¿No nos escuchaste? Spreen nos dijo que no quiere que vuelvas. —se acercó a la escena el capitán. –¿No es así, Spreen?

Él pasó un brazo por encima de sus hombros y lo apretó con fuerza para acercarlo a su cuerpo. Notó cómo su cuerpo se tensaba ante el contacto y pasó saliva, intentando controlar lo que pensaba, pero no pudo, le ganó el pensamiento erróneo que intentaba quitar.