Como caí en sus brazos

22 0 0
                                    

Cada día junto a ti estaba más entusiasmada, quería estar contigo siempre, hablarte, verte, intentar estudiar. Cuando no llegabas a clases temprano, lo cual era muy seguido, miraba la puerta cada vez que alguien la hacía sonar, y cuando te veía aparecer por la pequeña ventana se asomaba una sonrisa en mi rostro, siempre lograste ponerme nerviosa, supongo que aún lo logras aunque no te vea.

Con tu bolso colgando, tus pantalones negros y un poco ajustados, lindas chapulinas de colores oscuros y tu polera, negra, roja o azul oscuro, un polerón rayado y una barba de varios días, aun cuando no te veo busco por las calles a alguien que se parezca a ti.

Cuando conocí a tu novia supe que ella era la mujer más afortunada del mundo, porque tú la amabas, a tu manera, la amabas, fuiste incondicional y dabas todo por ella, y ella era tan hermosa, tenía una sonrisa bellísima, unos ojos grandes y expresivos y a ti siempre se te asomaba una sonrisa no solo en tus labios, también en tus ojos, y yo tratando de no sentir nada, deseando que solo una vez me miraras como a ella.

¿Sentí culpa por algún momento por lo que le hiciste a ella conmigo?, no realmente, entendía que no era yo quien tenía una relación, que no te juzgaría por lo que hacías y que tampoco me importaba lo que a ella le pasaba, finalmente en cualquier caso eras tú quien debía responder y dar todas las explicaciones en el caso de que te descubrieran, algo que nunca pasó.

La primera vez que estuvimos juntos, que conocí tu cuerpo, tu respiración agitada y gestos desconocidos hasta ese momento, yo ya estaba soltera, bueno, se supone que las recaídas no entran en el juego. Volviendo a lo anterior, fue después de una conversación que tuvimos en clases, una conversación de papelitos, aun seguíamos escribiendo en hojas de un cuaderno, un chat rustico. Aunque no lo creas aun lo tengo guardado, una conversación que comenzó así.

Tú: si me atreviera a hacerlo de nuevo, ¿tú no?

Yo: Tendría que estar en esa situación.

Tú: ¿Y no te sientes tentada?

Yo: Yo creo que sí, pero no sé hasta donde podrá llegar esta tentación.

Tú: A nada que no te gustaría llegar, a nada que yo no quiera hacer.

Yo: Ese es el tema, no sé hasta dónde quiero llegar.

Tú: Piénsalo, no te voy a obligar a nada, pero me gustaría saber y probar hasta dónde eres capaz de llegar.

Yo: ¿Y hasta dónde eres capaz de llegar tú?

Tú: Hasta donde tú me lo permitas... ¿o quieres que yo tome la iniciativa?

Yo: Tú ya tomaste la iniciativa y me deje llevar, tal vez si lo haces de nuevo me deje llevar otra vez

Tú: Yo soy capaz de dejarme llevar hasta donde tú me lleves. Quedémonos después de clases y vemos hasta donde se llega.

Yo: Te dije que no podía.

Tú: Tú te lo pierdes... y yo también, lo único malo es que hoy tengo ganas de estar contigo por eso te pedí que te quedaras.

Yo: Aun no sabes lo que te pierdes, y no sabes si lo has perdido todavía.

Tú: Dame 15 minutos después de clases para tratar de convencerte.

Yo: Es que si me llegas a convencer me voy a quedar contigo.

Tú: Tienes miedo que te convenza porque sabes que es lo más probable, porque en el fondo lo único que quieres es quedarte conmigo.

Y me quede y me convenciste, me fui contigo y caí por vez primera en tus brazos. Estaba muy nerviosa mientras llegábamos al lugar, un recinto hecho para tener relaciones sexuales, un sitio al que nunca había entrado. Pero tu si, incluso me dijiste que aunque habías entrado antes era la primera vez que hacías esto con otra persona. Me cuesta entender que realmente confié en tus palabras y me las trague todas.

Nuestra primera vez no fue la mejor de todas, incluso aunque no tenía mucha experiencia en ese tiempo, tú fuiste el segundo hombre en mi vida, debo decir que esperaba mucho mas de ti, aunque tus juegos previos fueron increíbles.

Me diste la rosa que nos entregaron en el lugar, nos bañamos por separado y salimos del sitio, al llegar el momento de despedirnos te di un beso en la mejilla y me quedaste mirando casi diciendo ¿Ahora me das un beso en la mejilla, después de todo lo que hicimos? Yo simplemente sonreí, en algún momento te iba a contar la razón de mi pequeño acto que al parecer te descoloco.

Me fui a mi casa con la rosa pegada en mi nariz y boca, su aroma me hacía recordar lo que había pasado, como fuiste recorriendo mi piel con tus dedos, nuevamente sentí ese escalofrío que se movió por toda mi espalda. La rosa aún está guardada en algún rincón de mi baúl de los recuerdos, el inicio de algo que nunca pensé que se transformaría en este amor que hoy siento.

Otra historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora