32. Abril

23 10 14
                                    

No me lo podía creer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No me lo podía creer. Tantos años después, Héctor había vuelto a Barcelona. Lo conocí a los once años cuando empezamos la ESO, él acababa de llegar a la ciudad y estaba algo perdido, así que las chicas y yo enseguida le ayudamos. Estuvo en nuestro instituto hasta los quince años, se fue otra vez a su ciudad natal y no lo volví a ver hasta ese día delante de la Escuela de Artes.

—¿Pero qué haces aquí? —pregunté después de haberle dado un abrazo.

—Me he matriculado para hacer cine y empiezo mañana. ¿Y tú? ¿qué estás estudiando? ¡Madre mía Abril, estás preciosa!

Me sonrojé como un tomate y Claudia, a mi lado, soltó una risita.

—Bueno... ehm... gracias —sonreí con timidez—. Pues estoy, bueno, las dos estamos estudiando fotografía y hoy ha sido solo la presentación, así que empezamos mañana en realidad.

—¿Sigues viviendo en el mismo piso? Lo digo porque yo me he mudado en el de mi tía, así que podríamos volver juntos a casa.

—Sí, sí, sigo viviendo con mi madre y hermana en el mismo piso. Me alegro mucho de haberte encontrado, en serio. Te veo muy bien, parece que las cosas te van mejor.

Afirmó con la cabeza esbozando una sonrisa y me miró con esos ojos oscuros que podrían inquietar a cualquiera.

Héctor lo había pasado mal en la vida, cuando lo conocimos, su madre no se podía hacer cargo de él y lo mandó a Barcelona con su tía que vivía sola. Nunca nos habló de su padre y por lo que pudimos interpretar un día que fuimos a verle a su casa, podría estar en prisión o muerto. Dos opciones muy diferentes y muy drásticas pero nuestras mentes de once años no daban para más. Tuvo un hermano que por lo que nos contó era politoxicómano y acabó suicidándose en las vías del tren junto a dos personas más que eran sus compañeros. Según él había salido hasta en las noticias pero nosotras nunca encontramos noticias sobre aquel suicidio colectivo.

Poco antes de volver a su ciudad natal, Héctor empezó a salir con una chica de otra ciudad, nos decía que se amaban, que cuando tuvieran mayoría de edad se irían a vivir juntos porque según él la maltrataban y quería ayudarla. Nosotras, como buenas amigas, insistimos en querer conocerla o al menos poder hablar por video llamada pero jamás lo conseguimos, de repente un día nos dijo que lo habían dejado y que lo estaba pasando muy mal. De hecho esos días estuvo muy taciturno y se veía que algo le pasaba. El chico era bastante raro y un poco misterioso pero con él nos lo pasábamos muy bien y al fin y al cabo era nuestro amigo, así que aguantábamos sus rarezas igual que él aguantaba las nuestras. Pero un día se marchó y no volvimos a saber nada más de él.

Así que durante el camino desde la Escuela de Artes hasta el metro lo estuve interrogando para saber qué había sido de su vida. Me contó que había pasado por diferentes experiencias que le habían cambiado la forma de pensar, no me dijo nada más pero tampoco pregunté. Dijo que se había dedicado a viajar solo para encontrarse a sí mismo y que hacía solo un año que había vuelto a Zaragoza para estar con su madre que de repente se había puesto muy enferma.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora