Primer año: Lectiuncula Magna

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Martes 27 de diciembre de 1971


De la carta de Walpurga surgió una cosa buena: una idea. Durante los extraños y somnolientos días que transcurrieron entre Navidad y Año Nuevo, Sirius atacó las estanterías de la biblioteca con decisión, seguro de que estaba a punto de lograr un gran avance. Antes se había centrado en la vista, en cómo alterar las letras que Remus miraba. Pero seguía llegando a callejones sin salida; era difícil averiguar cómo mantener las palabras rectas, especialmente cuando Sirius no entendía del todo qué era exactamente lo que Remus veía cada vez que miraba una página.


Pero no había necesitado ver el aullador para entender lo que decía...


Remus se negaba a acompañarle a la biblioteca; actuaba como si los libros fueran a morderle si intentaba siquiera entrar. Así que Sirius cargaba con gruesos volúmenes hasta la sala común. Se sentaban en agradable silencio frente al fuego, Sirius leyendo y Remus jugando al ajedrez contra sí mismo con el ajedrez de Peter. (No parecía entender ninguna de las reglas, pero le parecía muy entretenido ver a las piececitas moverse por el tablero). Cuando Sirius no estaba investigando, él y Remus rompían las nuevas gobstones de James, o escuchaban a T-Rex, o intentaban transfigurar las zapatillas de Frank Longbottom (se enfadó mucho con ellas una tarde, cuando las encontró cubiertas de baba: Sirius había estado intentando convertirlas en caracoles).


Se mantenía tan ocupado como podía, pero aún había momentos en los que los sentimientos de Sirius lo acechaban. El gruñido de culpa, vergüenza y rabia que le había provocado la visita a su familia se había convertido en un depredador en el fondo de la mente de Sirius, que movía la cola esperando cualquier oportunidad para atacar. Veía a los estudiantes de Slytherin dispersos en el Gran Comedor durante las comidas y recordaba la horrible sonrisa de Bellatrix. O levantaba la vista después de un momento de intensa concentración en la biblioteca, y un déjà vu se apoderaba de él; las imponentes estanterías le recordaban la biblioteca de su familia en casa. O Remus decía algo gracioso y Sirius se reía hasta que le dolían los costados, hasta que jadeaba y se encontraba pensando: "Ojalá Reg estuviera aquí".


Aquella confusión de emociones no hacía más que alterar a Sirius, aumentando la rabia latente que había intentado encerrar. Por suerte, sabía exactamente dónde concentrar su creciente resentimiento: Severus Snape.


Remus parecía igual de ansioso por planear su venganza, aún furioso por la broma de Snape con el pelo. Sin embargo, adoptó un enfoque ligeramente distinto al de Sirius.


"Deberíamos coger la capa de James, seguirle hasta que se quede solo y luego darle una paliza".


Estaban sentados en la sala común vacía, y la voz de Remus era casi un gruñido mientras sus dedos se clavaban en el reposabrazos de cuero del sofá.


"Vamos, vamos, Lupin -le espetó Sirius, con los brazos llenos de libros de la biblioteca-, estás pensando como un muggle. Si vamos a atraparlo, lo haremos con magia".


"Más libros no", gimió Remus, con la boca torcida como si hubiera probado algo agrio cuando Sirius se dejó caer a su lado.


"Sí, más libros". Sirius abrió un pesado tomo, tan grande que la cubierta descansaba sobre las piernas de ambos. "Te encantarán cuando los conozcas, te lo prometo".

All the Young Dudes (Perspectiva de Sirius)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora