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Al llegar al barco, Kuoyo y Ryomi ya habían llegado y lo estaban esperando. Llevaban valiosas joyas, demasiadas para ser sinceros, tal y como lo esperaba.
Al ver llegar al peli azul con la princesa en sus brazos, tenían una expresión confusa en su rostro, pues eso ya era pasarse un poco.
El capitán solo la llevo hacia una celda, amarrando sus brazos por detrás de su espalda y cubriendo su boca con un pedazo de cinta.
La dejo sobre una pequeña cama que había por alli, con un poco de ropa al lado de ella.
Quizás ella tomaría mal su llegada al barco, pero se acostumbrara... Quizás.
Se veía tan tierna dormida a sus ojos, tenía el cabello ligeramente desordenado, pero aún así se veía hermosa.
Al ver cómo se removía, rápidamente se fue, cerrando la puerta con un candado.
Había conseguido la joya más bella que había obtenido en años, y lo más probable es que pagarán tanto por su rescate.
Aunque no tenía muchas intenciones de devolverla a su hogar...
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Comenzó a despertar, sintiéndose incómoda y fuera de lugar. Al notar que no estaba en su habitación, se despertó de golpe, notando como sus brazos estaban atados.
No podía hablar al tener una cinta en sus labios, pero hacia lo posible para gritar.
Como pudo, se levantó de la cama, intentando patear la puerta para que se abriera y poder huir, hasta que miro a alguien entrar, retrocediendo rápidamente.
