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Por fin había terminado de pelear contra los zombies que habían quedado atrapados en la tienda. Resoplo agotado y revisó una vez más el lugar para asegurarse que no hubiera más peligro y, al notar todo solitario y silencioso, dejó el hecha sobre uno de los estantes a su lado antes de dejarse caer de rodillas al suelo en un intento por recuperar el aliento. Despreocupado peino los mechones en su rostro y en un movimiento rápido sacó la radio militar.

──Puedes salir, ya es seguro ──. Murmura sin mucha fuerza como un ronroneo y lo apaga sin esperar una respuesta, metiendo el dispositivo de nuevo a su lugar. 

Los pasos por el pasillo tomaron el silencio del lugar llamando su atención. Pero no era una amenaza al conocer al dueño, por lo que se limitó a quitar la mochila de su espalda y así comenzar con el asalto al pequeño local.

── ¿Qué llevaremos ahora? ──aquella voz tierna y tranquila resonó en sus oídos. 

Buscó el rostro del niño que le acompañaba con una pequeña mueca, encontrándose con los ojos violáceos del menor quien le miraba curioso. 

Una pequeña sonrisa se resbala en sus labios y, apenas es capaz de abrir la boca, algunas voces le interrumpen aun sin haber dicho nada; dejándole con la palabra atorada en la boca. Extrañado frunce el ceño y, tan pronto es consciente de la situación, se levanta del suelo y toma todo en sus manos, empujando el cuerpo del más chico hacia el fondo de la tienda en busca de un buen escondite.

Los ojos violáceos le admiran con angustia. Conoce esa mirada, así que ante ello sonríe y acaricia su cabeza para calmarlo. 

──Shh, estaremos bien mientras no hagamos ruido. ──susurra asomándose un poco en la esquina del estante para revisar la situación. 

Una figura fornida y de vestimenta militar capta su atención casi de inmediato. Los sentidos se encienden y un escalofrió recorre su cuerpo sin permiso. El pánico entra en su cuerpo de manera rápida al reconocer al individuo parado con un rifle de asalto frente el pequeño local mientras les da, ─afortunadamente─, la espalda.

── ¿Son ellos? ──el susurro casi inaudible y tembloroso llama su atención y lo saca de su shock. Es entonces que vuelve en sí mismo y asiente retrocediendo un par de pasos.

──Esperemos aquí, no hagas ruido y no te muevas. ──ordena firme suspirando y manteniendo al menor atrapado entre sus brazos con la única intención de protegerlo mientras los brazos más pequeños se aferran a su ropa.

El rechinido de la puerta lo hizo maldecir por lo bajo, en un susurro. Podía escuchar los latidos desenfrenados de su corazón inquieto golpeando su pecho ante los nervios. Estaban ahí: ── ¿Eh? ¡Chicos, mirad! Parece que aquí ya estuvo alguien, la sangre es fresca y hay muchas provisiones todavía. ──al escuchar los pasos resonando cada vez más cerca en su ubicación la necesidad por huir se hacía más latente, así como el dolor en su garganta por la angustia o las ganas de vomitar por la ansiedad.

Mordió sus labios al ya no escuchar los pasos, ¿Los habían descubierto ya? Cerró los ojos con fuerza ante las ideas que se acumulaban en su cabeza y los escenarios desastrosos, y reafirmó el agarre en el abrazo en un intento por proteger al menor. Los militares no les perdonarían la vida, o lo harían, pero por un alto precio que le costaría la libertad y el derecho sobre su cuerpo, de nuevo. 

──Rubius, vení acá y ayuda a Shadoune, yo reviso el lugar, debe estar cerca. ──la orden de un segundo con tono demandante y frívolo removió sus sentidos y la necesidad por respirar se volvía cada vez más fuerte. Estaban muertos.

── ¿Yo? ¿Por qué siempre tengo que ayudar yo? Puedes hacerlo tú, cabrón. ──las quejas infantiles le hacían gracia, pero reírse limitaría sus pocas e inexistentes posibilidades por escapar o pasar desapercibidos.

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