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La luz del día se filtra en medio de los pequeños lugares donde los cristales de las ventanas se han roto y los tablones mal colocados dejan ver. Ante la exposición de luz, el sueño desaparece y le obliga a despertar.

De manera habitual y ya cotidiana los quejidos y gritos ahogados de los seres no muertos lo reciben como cada mañana y, por el fondo, el canto de las aves se escucha, en un tono tenue.

El cuerpo le duele. Los músculos se encogen apenas se mueve un poco y le hacen gruñir adolorido. No había mejor forma para despertar que esa.

Rendido ante su siempre mal despertar admira todo el lugar asegurándose de que todo esté bien y los quejiditos de su pequeño llaman su atención. Suaves balbuceos son entonados por la voz de su cachorro plácidamente dormido.

Una risita escapa de sus labios al notarlo tan tierno hecho bolita con un rastro pequeño de saliva seca en la mejilla y el cabello hecho un nido de pájaros, aunque claro, podía deducir que se veía igual o peor que el niño.

Acarició con cuidado el cabello ébano del menor y lo arropó bien con la manta al notar que la temperatura era más baja que el día anterior. El invierno se acercaba.

Mordió sus labios y se levantó de la cama con intenciones de explorar mejor la casa. Aún quedaban cosas por ver y quizás muchas podrían servirle, o en su caso a su pequeño.

Recorrió el pasillo del segundo piso y revisó bien cada habitación. En los armarios había varias prendas que podían utilizar todavía y algunas mantas para resguardarse del frío de la noche. También algunos libros de colorear, algunas hojas blancas y crayones. Missa amaba dibujar.

Parecía ser un buen día, había cosas valiosas que podían utilizar.

Sonriente se apresuró a guardar las prendas descubiertas en la mochila y a probarse algunas. Se admiró en un espejo roto en la habitación y prestó detalle a su cuerpo.

Era alguien guapo y con lindo cuerpo. Aunque claro, en ese lugar la belleza poco importaba. Pero podía usar esa belleza para conseguir cosas buenas.

Luego de un rato apartó la mirada del espejo y caminó fuera de la habitación con destino al primer piso. Missa despertaría dentro de un rato y estaría hambriento, así que debía preparar algo para desayunar.

Era temprano. Faltaban tres horas para que fuera medio día.

── ¿Qué puedo preparar? ──preguntó para sí mismo admirando las cosas en su mochila. Abrir una lata de verduras y comer galletas energéticas era el pan de cada día.

¿Por qué no algo diferente?

Siempre llevaba encima leche en polvo. Pensó un poco. ¿Era una posibilidad que la avena con leche en polvo supiera bien? Tenía sus dudas.

Por intentar lo haría.

Rápidamente busco una botella de agua purificada y un bowl limpio, sacó un poco de avena y la bolsa de leche en polvo. En cortos minutos el agua se convirtió en leche y luchaba contra para encender una pequeña fogata en el patio de la pequeña morada.

Luego de un rato, la leche estaba hirviendo en una pequeña olla sobre las llamas de un fuego controlado. Agregó las hojuelas de avena y revolvió por un rato hasta que se volvió una mezcla chiclosa y suave de rico aroma.

Alguna vez había leído que la miel no perdía sus propiedades ni siquiera después de haber pasado su fecha de caducidad y que era consumible, así que, emocionado por probar algo diferente de nuevo camino rápido dentro de la pequeña casa y buscó un largo rato hasta que encontró el envase con el líquido espeso color ámbar.

Probó un poco para comprobar y se deleitó con el sabor dulce tan conocido de la miel.

── Missa amará esto. ──masculló con una enorme sonrisa acomodando todo en la pequeña mesita de la sala, con dos platitos y dos botellas de agua, con el envase de miel coronando su desayuno.

Los pasos bajando por la escalera llamaron su atención acompañados de un suave bostezo. Buscó con rapidez a su pequeño y camino hasta las escaleras para darle los buenos días.

── Buenos días, Missa. ──saluda alargando la última vocal con una enorme sonrisa. Los ojitos violáceos le admiran igual de emocionados y rápidamente es apresado en los brazos ajenos.

── Buenos días, papá, ¿Qué hiciste? Huele raro, pero me gusta. ──confiesa el menor con un tono juguetón aún sin apartarse del abrazo, mirándole desde abajo.

── Es una pequeña sorpresa, ayer encontré algunas cosas. ──masculló con simpleza sin dejar el tono emocionado.

Riendo a la par se separaron un poco y caminaron hasta la sala, donde se sentaron en el suelo.

Los ojos violáceos brillaron con asombro y anhelo.

── Pruébalo, estoy seguro que te va gustar. ──anima con diversión esperando que el menor tome la iniciativa para comer.

Missa le admira unos segundos, indeciso. Recuerda haber comido algo similar, pero hacía varios años atrás.

Lucía inexperto, tímido.

Decidió tomar la iniciativa y comenzar él. Sin decir nada simplemente tomó el pequeño envase del líquido ámbar y añadió un poco al plato de contenido viscoso y rico para darle sabor antes de tomar un poco en la cuchara y llevarla a los labios del menor, como si quisiera enseñarle a comer otra vez.

Las mejillas del menor toman un suave tono rojizo por la vergüenza de los actos de su padre, pero acepta y abre la boca, disfrutando de la atención.

Saborea el bocado y como si una chista se fuese encendido sus ojitos brillan y recuerdos se disparan.

── ¡Uhm! ¡Está rico! ──balbucea con la boca llena alegre y emocionado.

Ante ello, las risas escapan.

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2023 ⏰

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