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Sentía un olor extraño, como si estuviera en el hospital con muchos medicamentemos dentro, su estómago se sentía vacío y el alcohol medicinal parecía haber sido usado, no podía ver, una venda que estaba apretando fuerte lo fastidiaba, aun no podía formular ideas completas, solo se dejaba llevar por el olor pero aún no sabía quién era ni dónde estaba.

Trató de hablar pero sentía que su garganta estaba reseca, agua, necesitaba agua con urgencia, sentía una sed infernal, trató por primera vez de mover sus brazos pero al hacerlo notó que  ambas manos estaban amarradas detrás suyo. Seguía sin poder formular ideas completas.

"Agua, duele, agua, huele extraño, agua, frío." su mente repetía una y otra vez.

Se movía ligeramente, sus oídos se llenaban de un silencio absoluto a su alrededor, no había ni un poco de ruido, podía jurar que casi podía escuchar su propio corazón latir. El suelo estaba frío y duro, sus manos empezaron a dolerle muchísimo.

—A... agua. —pudo susurrar a duras penas.

Pasaron unos tortuosos segundos antes de escuchar una puerta abrirse de golpe, todo su cuerpo saltó por inercia por el repentino ruido.

—Verdien le mirel, nous tyuel.. —Escuchó que susurraban en otro idioma cosas, eran dos hombres, lo supo por las pisadas.

"Wooyoung. " y de pronto recordó su propio nombre. Si, por supuesto que así se llamaba.

—Agua. —Susurró nuevamente cuando bruscamente lo tomaron del cabello para vertir agua en su boca de forma brusca, bebió sin importarle ello, su cuerpo le dolía mucho pero no se quejó.

—Ferdulé e mil. —le gritó uno.

Wooyoung por supuesto no entendía absolutamente nada, continuaron gritándole.

—¿Dónde están ellos?, mis chicos, ¿dónde están?, San... —dijo desesperado. Ambos sujetos rieron antes de empujarlo e irse. Wooyoung sintió como si lo hubiese golpeado, cada vez aumentaba el dolor, era como si los efectos de alguna anestesia estuvieran desapareciendo.

—Mierda. —Susurró sintiendo su estómago vacío.

No supo cuanto tiempo pasó, pudieron ser horas como minutos pero los sintió eternos. Su respiración era dificultosa y moría por poder comer lo que sea.

Llegada la noche sintió nuevamente a los dos hombres entrar, el dolor no había parado y quería poder gritar, a los segundos sintió su boca ser bruscamente abierta para luego ser llenada de comida que le pareció realmente desagradable, pero cualquier cosa era válida para su estómago, mastico y tragó desesperado.

Ambos hombres continuaban hablando, su mente estaba en lo último que vivió, quería poder pensar con claridad pero tenía un conjunto de emociones que no lo dejaban aclarar nada, Seonghwa se le vino a la mente como un flash, sintió un apretón en el corazón y no fue para menos al luego imaginar lo que les habrían hecho a los demás.

Los hombre nuevamente se fueron, su cerebro cada vez se sentía más lucido, recordaba absolutamente todo claramente, quería creer que los demás estaban en habitaciones contiguas. No podía imaginarse alguna forma de salir de esta, ni aún huyendo tendría idea de a donde ir, estaba en terreno completamente desconocido, de seguro estudiarían la nave en la que llegaron.

La puerta nuevamente se abrió, escuchó como jalaban una silla hasta estar al frente. No dijo nada, se mantuvo en calma, por supuesto que si lo habían alimentado era porque aún lo necesitaban con vida, ahora solo debía procurar no compartir lo suficiente para que acabaran con él, mil cosas más pasaron por su mente, quizás podrían tener una máquina que los ayudara con el idioma, posiblemente lo harían dibujar para comunicarse, pensaba en muchas cosas cuando escuchó un suspiro.

V. A. T. Khuskandai [SEGUNDO LIBRO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora