Capítulo 1: Un Nuevo Comienzo

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Antes de aquellos ocho meses, cuando la ciudad se encontraba en un caos desbordante por la falta de liderazgo, dos personas clave habían caído. Enzo, una figura central para Venessi, un hombre cuya influencia se extendía a lo largo y ancho del país, conocido por su apoyo inquebrantable a las masacres de personas con habilidades especiales. Y Ray, un líder nato para la rebelión, un protector, un rebelde, un hermano... un héroe. La reciente revelación de que Ray era hijo de Enzo solo añadía una capa más de complejidad y tragedia a la historia. Ray, en un acto de suprema valentía y sacrificio, había dado su vida para proteger a quienes amaba.

Ahora, todos estábamos reunidos en el cementerio de Titanes en Venessi, un lugar solemne y cargado de historia. Titanes de diferentes partes del mundo, arriesgando sus vidas, habían llegado mediante trueques y tratos oscuros. La rebelión, que conocía y respetaba profundamente el liderazgo de Ray, se reunió en este lugar sagrado para rendir homenaje. El funeral, llevado a cabo en secreto para evitar la atención de las autoridades, era un acto de desafío y de respeto.

El cielo estaba gris, reflejando el estado de ánimo sombrío de los presentes. Una brisa fría soplaba, llevando consigo susurros de consuelo y tristeza. Cada paso que dábamos parecía resonar con el peso de la pérdida y el sacrificio. La tierra bajo nuestros pies, cubierta de hojas secas y ramas caídas, crujía suavemente, recordándonos la fragilidad de la vida.

Alrededor del sepulcro de Ray, una multitud se había congregado en silencio. Los Titanes, con sus poderes y habilidades únicas, se veían vulnerables y humanos en ese momento de duelo. Algunos, con ojos enrojecidos, luchaban por contener las lágrimas. Otros, con rostros endurecidos por el dolor, permanecían en una postura firme, intentando honrar la memoria de su caído camarada.

Yo, Rachel Laurent, sentía una mezcla abrumadora de culpa e impotencia. El sacrificio de Ray me pesaba en el alma. Su muerte, parecía una sombra que no podía sacudirme. Me sentía responsable, incapaz de proteger a alguien que había significado tanto para nosotros. Las lágrimas amenazaban con desbordarse en cualquier momento, y el nudo en mi garganta se hacía más grande con cada recuerdo que surgía de Ray. Su risa, su determinación, su habilidad para inspirar a otros a luchar por lo que era correcto. Sus palabras resonaban en mi mente, palabras de coraje y de esperanza, de lucha y de libertad.

Yuggo, de pie junto a la tumba, tomó la palabra. Su voz, aunque firme, estaba teñida de tristeza.

—Hoy despedimos a un hermano, un líder, un héroe. Ray dio su vida por un futuro en el que todos podamos vivir sin miedo, un futuro en el que nuestras habilidades no sean motivo de persecución, sino de orgullo. Nos enseñó a luchar con todo nuestro ser y a no rendirnos nunca. Aunque su cuerpo ya no esté entre nosotros, su espíritu y su legado vivirán en cada uno de nosotros. Su sacrificio no será en vano.

Las palabras de Yuggo resonaron profundamente en todos nosotros. Mientras hablaba, sentí una mano en mi hombro. Era Alex, su rostro serio pero con una chispa de determinación en sus ojos. Sabíamos que nuestro camino no había terminado. La lucha de Ray nos había mostrado el camino, y ahora era nuestro turno de continuar.

Finalmente, uno a uno, nos acercamos a la tumba para despedirnos. Colocamos flores, recuerdos y promesas silenciosas de seguir adelante. Mientras me arrodillaba junto a la tumba de Ray, sentí una mezcla de tristeza y gratitud. Tocando suavemente la tierra, susurré una última despedida.

A medida que las lágrimas finalmente rodaban por mis mejillas, supe que no era la única que compartía este sentimiento de pérdida y responsabilidad. Alex, con los ojos enrojecidos, y Yuggo, con una expresión endurecida por el dolor, sentían el mismo peso. 

Leah trataba de contener algunas lágrimas mientras miraba a Rachel, quien estaba sumida en un profundo sentimiento de impotencia. La situación era demasiado para todos, pero especialmente para Rachel, cuya culpa y tristeza se manifestaban de manera desgarradora. Leah, sintiendo la necesidad de consolar a su amiga, se acercó y la abrazó con fuerza. Fue en ese momento que Rachel, sintiendo el cálido apoyo de Leah, rompió en un llanto incontenible. Alex, quien también compartía el peso de la pérdida, no pudo evitar unirse a la tristeza colectiva, sus lágrimas cayendo silenciosamente.

Tiempos SublevadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora