El disfraz perfecto

28 15 5
                                    

Horas más tarde. Megan

Abrí los ojos y lo primero que vi fue un sol resplandeciente saliendo a anunciar un nuevo día hasta que recordé que ahora no podría disfrutar más de el y su brillo al igual que los atardeceres, eso hizo que me sobresaltara haciendo que me enredará un poco con las cobijas, me libere y salí de la cama muy rápido en un solo movimiento lo que ocasionó que casi me estampara con el armario.

– Calma, aún puedes estar bajo el sol –ahí estaba él, sentado en un pequeño sillón al rincón de la habitación en dónde no pegaba ni un rayo de sol, aún así el lugar estaba algo iluminado por el mismo.

– Entonces, ¿en qué me convertí? ¿Qué soy ahora? –estaba algo confundida, él me había mordido lo que significaba que era un vampiro y por lo tanto ahora yo también lo era pero no entendía exactamente bien a lo que se refería con estar bajo el sol–

– Eres una vampira!! –se levantó de aquel sillón y alzo sus manos como si estuviera adorando a alguien– que conserva su humanidad –hablo con una voz muy suave– eso es lo que todo vampiro desea conservar.

– No entiendo, ¿por qué te ocultas en las sombras?

La habitación se envolvió en un completo silencio, él comenzó a caminar hacia mi, iba lento y con mucho cuidado por las partes donde no alcanzaba a tocar los rayos del sol.

Se detuvo cerca de la puerta, la abrió e hizo una seña para que lo siguiera, salimos a un largo pasillo que empezamos a recorrer.

Él vampiro a mi lado comenzó a hablar.

– Cuando naces siendo un vampiro tu cuerpo es de lo más fascinante es veloz, ágil, fuerte, hermoso y con un toque de humanidad –hizo una pausa y esbozo una magnífica sonrisa– lo cual lo vuelve aún mejor.

Nos detuvimos en frente de una puerta ancha de madera con un gran candado que parecía algo oxidado sin embargo él logró abrirlo.

– Primero las damas –hablo con una ligera sonrisa en su rostro, haciéndose para un lado–

Cruce la puerta, adentrándome a una habitación que más bien parecía ser un estudio pequeño con dos estanterías que llegaban hasta el techo ambas repletas de libros, me fue muy fácil saber que aquel lugar se encontraba sin uso desde hace mucho por algunas telarañas que se miraban por los rincones además de una capa de polvo sobre todos los objetos ahí dentro.

Él camino hacia una estatua de un guerrero que parecía ser asiático, la jaló hacia afuera y la recorrió muy fácilmente como si no se tratara de una piedra grande hecha estatua, al parecer venia unida con un pedazo de la pared ¿es una puerta?.

– ¡Es como un pasadizo secreto! –dije algo asombrada, me acerqué por curiosidad–

– Lo es –volvió a sonreír y con una voz suave dijo–  sígueme.

Del escritorio tomo una lámpara de gas antigua y comenzamos a caminar de nuevo.

– Como decía anteriormente la humanidad en los vampiros consiste en un ligero parecido a la piel de los  mortales en poder soportar la luz solar, –su voz hacia un gran eco por el túnel mientras seguíamos recorriéndolo– pasa con los vampiros de nacimiento y con los convertidos, como nosotros por ejemplo…

– Espera un momento, hace rato no querías ni acercarte un poco y ahora dices que podemos estar bajo el sol ¡pero tú no lo haces!

– Calma niña, déjame terminar.

– No soy una niña –hable un poco molesta y con algo de obviedad–

– Para mí lo eres, ¿si recuerdas que he vivido más que tu?

Me quedé callada, en ese sentido él tenía razón, aunque aparentaba ser de mi edad yo no tenía ni idea de cuántos años se cargaba encima. Continuó hablando.

– Bien ahora con tu silencio supongo que puedo seguir, alguien me convirtió en esto y después de tanto tiempo yo te convertí a ti pero al hacerlo mi humanidad se esfumó y se quedó contigo, es un suceso muy extraño pero siempre a pasado así, eso es algo que te mantiene cerca a ti antigua vida y no se puede recuperar.

Suspiro y me sentí algo triste y culpable por todo al parecer había disfrutado mucho de conservarlo y yo se lo arrebate sin saberlo.

– También tendrás un pulso casi nulo que para una persona normal se le haría difícil de encontrar pero nosotros podemos oírlo a veces a todo esto le llamamos el disfraz perfecto.

Trate de buscar mi pulso en mi muñeca seguido del cuello pero nada quizá en otro momento lograría oírlo…quizá.

Sin darme cuenta ya habíamos llegado a otro sitio que era como un ático.

Alguna pregunta? –sus ojos mostraban un cierto brillo–

– Si, pero es sobre algo mas –hable con una voz baja, no quería que pensara que no me interesaba o que no le puse atención–

– Bien, puedes decirme –respondió amablemente–

– Ayer antes de que te fueras te escuché decir mi nombre ¿Cómo es que lo sabes?

– Lo escuché antes de que cayeras por el balcón. ¡Pero señorita! Por favor presentémonos, me llamo Richard.

– Gusto en conocerte, soy Megan –dije con una sonrisa y le extendí mi mano–

Se acercó, tomo mi mano y se inclino para posar sus labios en ella dejando así un corto beso.

– El gusto es mío.

Fuego al Anochecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora