#Capitulo 6: Desvelo

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Lauren

Entramos nuevamente a la casa y siguiéndole el paso a Camila subimos las escaleras en silencio. Ella fue directo a su habitación sin voltear a mirarme y yo hice lo mismo. Me quité la ropa que andaba trayendo y me metí a la ducha. Mientras enjuagaba mi pelo no podía dejar de pensar en lo ocurrido hace unos minutos. La Señora Cabello no se notaba enojada pero algo en su forma de mirarnos me hacía saber que ver a Camila sobre el caballo conmigo no le había parecido correcto.

Otra vez lo correcto. ¿La gente no se cansaba de siempre hacer lo mismo?

Salí de la ducha y me acerqué a mi maleta café para poder escoger la ropa que me pondría. Durante estos días tendría que ordenar mis cosas en el armario y de solo pensarlo ya me cansaba. Saqué un vestido verde oscuro con tres botones blancos en mi pecho y me puse unas sandalias negras.

Nunca me gustó este país, todos tan anticuados, siempre iguales. No había nada que los distinguiera, todas las mujeres con vestidos y los hombres con traje. Por eso me gustaba viajar, en otras partes del mundo habían diferente culturas, diferente formas de ver la vida. En otros países podía ser un poco más yo, la vestimenta ya no era un impedimento para mí pero cada vez que volvía se sentía como si retrocediera en el tiempo. Como si estos pueblos se hubieran quedado estancados en la vida, todo es lo mismo, nada cambia. El cambio es visto como algo malo e inaceptable, y yo estoy en constantes cambios por eso jamás podría quedarme aquí. Al menos no de por vida.

Al salir de mi habitación miré hacia el final del pasillo para ver si me topaba con Abbie pero no había rastro de ella, lo más seguro es que ya había bajado al comedor con sus Padres.

Bajé las escaleras agitando mi cabello para que se secara de a poco y abrí las enormes puertas que me separaban del comedor. Las tres personas dentro del salón me miraron de inmediato causando cierto nerviosismo en mí por ser el centro de atención.

—Ahora podemos comer —sonrió el Señor Alejandro en mi dirección.

—Perdón por la tardanza —me senté en el mismo puesto que ayer.

En el almuerzo nadie dijo nada más. Se sentía una tensión incómoda y cada vez que alzaba la mirada hacia Camila ella tenía su atención en su plato de comida. Se veía pensativa y un poco cabizbaja.

¿La habré metido en problemas con su Madre?. Sabía que era mal visto que una Mujer cabalgara de esa forma pero jamás se me pasó por la cabeza que sus Padres justo nos vieran. ¿Su Madre le habría prohibido acercarse a mí? y de ser así, ¿Ella aceptaría esa petición?. Algo en mi interior me hacían creer que no pero Camila ya me había demostrado que no era de las personas que iban en contra de los demás. Menos si era su Madre.

Deseaba con todo mi corazón que no se alejara de mí.

Con la excusa de que debía estar presente en la selección de la cosecha, el Señor Alejandro se levantó de la mesa dejando el ambiente mucho más tenso. Al menos él era el unico que no tenía la mirada fija en su plato y ahora todo era peor.

Necesitaba encontrar algo de qué hablar, no podía soportar por mucho tiempo esa incomodidad. Le di un pequeño sorbo a mi copa de agua para poder reunir un poco de valor antes de hablar por primera vez.

—¿Logró encontrar algún vestido, Señora Cabello? —capté su atención.

—No —respondió un tanto cortante—. Tendré que mandar hacer uno para la fiesta.

—¿Qué fiesta, Madre? —habló por primera vez Camila atrayendo mi mirada de inmediato.

—En dos semanas más habrá una fiesta donde los Grimfols, ¿Creí que te lo había informado, Hija? —la miró con el ceño fruncido.

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