Un grito ensordecedor rompió la melodía del mar a primera hora de la mañana.
Minutos antes Barbanegra dormía plácidamente en su hamaca (idea que propuso el más joven de los Holmes, para que las olas los arrullasen. Lo que a los demás les sonó innovador); hasta que sintió algo asquerosamente flácido deslizándose debajo de sus sábanas. Era como un monstruo de 50 centímetros con una circunferencia que apenas podría caber en su mano, cubierto de "uñas".
Alarmado aventó las sábanas, encontrándose con una serpiente de grandes ojos quien parecía ladear su cabeza al tiempo que sacaba la lengua, curiosa.
Al instante chilló, se levantó de la cama, tomó su espada y apuñaló mil veces las mantas pero la serpiente era más ágil, así que esquivó con destreza y se deslizó a su pie derecho. Y el pirata más temido en los siete mares, corrió despavorido hacia la cubierta sin molestarse por ponerse algo más que su bata de dormir y bóxers, siendo perseguido por el reptil.
Fue recibido por un Sherlock sosteniendo su codo con una mano y tapándose la boca con la otra en un intento fallido de reprimir su risa nasal; y un Crowley desvergonzado al que no le importaba que sus carcajadas se escucharan por todo el barco, mientras abrazaba al detective por los hombros para no caerse a falta de aire.
–¡Ayúdenme chicos! ¡Voy a morir! –su voz salía entrecortada, como si quisiera llorar como un chiquillo. Se apresuró hacia ellos y los usó de escudo, pero la serpiente los rodeó –¡Ahh, Crow! –así que Edward tuvo que seguir huyendo –¡¿Por qué esa maldita cosa es tan rápida?!
Después de unas cuantas vueltas en círculos, el demonio por fin llamó al animal con un chiflido. Éste enseguida regresó a él y se subió por su pierna, descansando en su brazo alzado.
–Cherlo me convenció de ponernos a deducir las fobias de los demás, y cuando descubrimos la tuya –abrió los brazos con las palmas hacia arriba –¿Qué esperabas? Encaja tan absurdamente bien
–No hacerlo hubiera sido estúpido –apoyó Holmes
–¡¿De dónde la sacaste?! –el animal se fusionó en la extremidad del ser, hasta dar la ilusión de un dibujo
–Es la de mi cara, ya necesitaba estirarse un rato –enarcó una ceja –¿Qué, creías que era un tatuaje?
–Crow, no sabía que era tan impactante –el psiquiatra reprimió una carcajada coqueta
–¡Los mataré y le daré sus cuerpos a Hanni! –vociferó al tiempo que sacaba su espada y se abalanzaba contra los chicos. Ambos tenían la propia, pero decidieron no desenfundarla y en cambio esquivaron las estocadas y corrieron, para más diversión
Lecter por su parte, de alguna manera se sintió ofendido por las palabras.
Y así comenzó otro día común en el Revenge.
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.Con pasos titubeantes, Frenchie se acercó a donde sus superiores después de llenarse de valor. Encontró al señor Crowley colgado de cabeza en la escalera, escuchando al señor Sherlock que desplegó un mapa hecho a mano y le hablaba de tácticas a él, a Barbanegra y al señor Hannibal; quien cocinaba en dos cacerolas diferentes.
–Ca... Capitán –el mencionado le dedicó ojos de fastidio, provocándole un escalofrío –Emm, estábamos pensando que... quizá durante estos dos años nos hemos sobrepasado un poco
Barbanegra golpeó la mesa con ambas manos y se puso de pie –¡¿Quién te crees para venir a decirme eso?! –su subordinado se encogió al instante, como cachorro esperando la apaleada
Hannibal decidió intervenir, como siempre abogando por la diplomacia –Eddie, permite que se explique
Recibiendo un asentamiento a regañadientes, continuó –Todo el mundo está hablando de Barbanegra, del príncipe oscuro y de la fiera sangrienta -observó a cada aludido tan sólo por un segundo, temiendo el contacto -En la isla pirata sus cabezas y las nuestras tienen precio, ¡quieren capturarnos y torturarnos como lo hemos hecho con miles de piratas y con todo el que se nos ponga enfrente!
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No me dejes solo. No es súplica, es amenaza
FanfictionEran cuatro villanos de una historia mal contada, y como todo villano su sufrimiento era la alegría de muchos. Les tocó pasar por cosas tan dolorosas que se cerraron al mundo y a la idea de felicidad. Y cuando se atrevieron a creer que quizá existía...