Capitulo 1

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⚠️ Advertencia: No intenten esto en casa

El Bentley nunca había corrido tan rápido en toda su vida, tampoco su dueño había sentido un vacío en el pecho tan intenso como el que experimentaba. Ambos ardían.

Necesitaba irse lo más lejos que le fuera capaz de la librería que alguna vez vió consumirse en fuego mientras repetía su nombre a gritos lastimeros; de la librería que se convirtió en un salón donde se organizó un baile estilo orgullo y prejuicio.

La desesperación lo carcomía por dentro; por un lado quería dejar de lado sus ideales, sus deseos y su dignidad y aceptar el cielo.

Por el otro; no podía olvidar la humillación de haber sido desterrado del mismo, el terror y el dolor de encontrarse sólo en azufre hirviendo, sintiendo como si muriera pero no haciéndolo; y cuando se las arregló para salir después de varios años, la abrumadora soledad que no se esfumó ni aunque estuviera rodeado de mil demonios más, porque no pertenecía a ellos, no del todo.

¿Y todo por qué? Por una maldita pregunta, por estar tan enamorado de sus astros como para no querer que se destruyeran antes de explotar todo su potencial. Por cuestionar lo incuestionable.

Sabía que Aziraphale no conocía su versión de la historia, nunca le contó cómo el cielo fue su verdugo.

Pero creyó que lo entendía, creyó que lo que pasó con Job era suficiente para comprender que el mundo no es blanco o negro.

Creyó que estaban de su propio lado, el que construyeron juntos... Que equivocado estaba.

Al final de cuentas era un ángel, un ángel de Diosa, como esos que lucharon en el campo de batalla para lincharlo.

¿Quién sabe? Capaz y hasta lo mandaron con toda la intención de seguirlo torturando de formas más innovadoras y crueles, para burlarse de su ingenuidad.

Se detuvo cuando vió las olas sacudiéndose violentamente, ansiosas por encontrarse con la luna mientras el sol aún no se iba del todo.

No estaba tan loco como para meter a su bebé al mar. Se estacionó en el primer lugar que no tuviera tanta gente y salió, decidiendo merodear el lugar.

No muy lejos vió una luz café bastante llamativa saliendo de una terraza, era un bar. Justo lo que necesitaba, una copa de vino para olvidar el desastre que causó.

Entró a las diez de la noche y se sentó en una larga banca alfombrada con una tela color cobrizo, cerca tanto de una ventana que daba al mar como de la barra. Perfecto, el día no era tan malo después de todo.

Habiendo pedido su trago se dejó perder en la vista exterior. A su mente arribó una palabra: "delfines". Aquella vez que lo invitó a tomar y lo quiso convencer para que lo ayudara a detener el armagedón del infierno justo le dijo que eran criaturas magníficas que se extinguirían, y funcionó.

Quizá debió volver a mencionar a los delfines, o a las ballenas ya que al parecer eran las favoritas de la señora.

Una voz ronca se escuchó por las bocinas, trayéndolo al presente y llamando su atención hacia el escenario. Un hombre con larga cabellera gris sostenía un micrófono.

Cuando estabas junto a mí, nuestra luz era celestial. ¿Qué más podía pedir? Encontré la felicidad -no pudo evitar recordar cuando lo conoció, ambos siendo ángeles. Había terminado de echar a andar la nebulosa más majestuosa que jamás haya visto. Era el momento más feliz de su vida; y él estaba ahí, siendo parte del momento, habiéndolo ayudado con una sonrisa tonta

Sin aviso nuestro paraíso nos dejó, y ahora tu recuerdo me hace sombra al corazón -pero de seguro no significó nada para él

No me dejes solo. No es súplica, es amenazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora