cajita de pirulines (1-2)

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Elsa se sentó en una mesita fuera del café luego de pedir unas galletas para compartir con sus amigas. Ellas habían cuadrado para una salida al centro comercial, diciendo que necesitaban tiempo para ella y vaciar sus monederos.

Observó la bolsita plateada que cubría la caja de pirulines, con el logotipo de la marca y el contenido impregnados en el papel. Había pasado por la farmacia que había pisos más abajo para comprarlo, pasar por casa del castaño y dejárselo en el correo con otra nota anónima.

Le había echo muy feliz la contestación de Hipo. Su corazón había dado un vuelco de alegría al leer cada palabra. Había sido amistoso y educado, en especial considerando que no sabía quién era su admirador secreto.

Sonrió para sí misma, cerró su cartera y espero a que trajeran el pedido o sus amigas llegaran, lo que sucediera primero.

Lo que no esperó fue ver al castaño sentándose a unas dos mesas más allá, dándole la cara, pero sin notar su presencia, pues inmediatamente sacó su celular y se sumergió en su mundo. Soltó un suspiro de resignación, ella pensaba que él nunca la notaba más allá de la hermana de su amigo.

---Elsa, por favor. Es tres años mayor que tú, tiene otras prioridades y no quiere novia--- su hermano había tratado de convencerla antes de salir al centro comercial.

Él siempre trataba de persuadirla para hacerla renunciar a sus sentimientos y oportunidades de estar con Hipo. Aún así, ella seguía intentándolo y conservaba las esperanzas, pues él le había dado una señal en los cinco años que llevaban de conocerse, una señal a la cuál se aferraba cada día con fuerzas.

---¿Y si Jack tiene razón y esa vez solo fue amable?--- pensó en voz alta con desgana, contenplandolo a la distancia.

Tal vez esa desastrosa salida solo había sido un gesto amable para caerle bien a la hermana de su amigo. Tal vez había estado tan nervioso solo por ser aceptado. Y tal vez por eso la comida sabia tan raro.

Fue entonces que él levantó la vista de su celular, como si quisiera comprobar algo y pareció sorprendido de verla ahí a unas cuentas mesas de distancia. Sonrió y no volvió a bajar la vista a su teléfono, es más, lo apagó y dejó en la mesa.

"O tal vez Jack está equivocado y si tengo oportunidad" pensó más optimista. Le devolvió la sonrisa, cosa que hizo sonrojar al castaño, algo que ella no noto debido a la distancia.

Sus amigos observaban todo escondidos entre las maquinistas, incapaces de interrumpir ese momento que ambos tortolos compartían.

Fue entonces que una arriesgada idea pasó fugazmente por la cabeza de la ojo-azul. Si hubiera sido cualquier otro día, habría dejado pasar esa oportunidad, mas, al verle sonreír de esa forma, su cuerpo comenzó a moverse solo a la mesa del castaño, pasándose frente a él.

---Hola, Hipo--- saludó con una sonrisa nerviosa, jugueteando con sus manos.

---Hola, Elsa. Que sorpresa más agradable verte aquí--- "sorpresa más agradable, ¿quién dice eso en pleno siglo XXI?" pensó dándose una cachetada mental, pues igual estaba nervioso.

---Lo mismo digo.

---¿Quieres sentarte?--- ofreció.

---Ah, no, estoy solo de paso--- balbuceó nerviosa ---. Eh. Solo quería darte esto--- de su cartera sacó la bolsita de pirulines y se la mostró.

Él aceptó el regalo y lo tomó. Las yemas de sus dedos rozaron los suyos, haciendo que sintiera un chispeo electrizante en esa zona.

---Me gustan mucho, ¿cómo lo supiste?

---Ah! Es que... ¿a quién no le gusta el pirulin?--- tartamudeo.

No se sintió capaz de decirle que había prestado atención a cada palabra que él había dicho cada vez que estaban cerca. No se sintió capaz de decirle que recordaba que él lo había mencionado de paso en una salida de amigos con el grupo completo.

---Oh, pues gracias--- él pareció decepcionado por esa respuesta ---. Me siento apenado, quiero comprarte algo también--- casi de inmediato recuperó esa sonrisa amable.

---No hace falta. Estoy esperando a mis amigas--- rechazó la ojo-azul.

"Elsa sí que la cagas" pensaron todas.

El grupo estaba sorprendido, pues habían avanzado mucho ellos solos. Aunque era momento que las chicas actuasen. Rápidamente comenzaron a escribir excusas y lamentos por el chat que tenían solas, pidiendo perdón por montones.

---Bueno... me parece buena idea, ya no estoy ocupada.

La platinada recibió el pedido y guardó la pequeña caja de anime en su cartera, para caminar más cómodamente junto al castaño.

Operación: juntar a dos tortolos enamorados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora