《 Evaluar tu ecuación 》

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Shoyo no se retiró de la oficina cuando los negociadores llegaron, se quedó a petición de Yaku y Tetsurou diciéndoles que desde ahora debían comportarse como una pareja casada

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Shoyo no se retiró de la oficina cuando los negociadores llegaron, se quedó a petición de Yaku y Tetsurou diciéndoles que desde ahora debían comportarse como una pareja casada. Kageyama arrugó la nariz y Shoyo sintió arcadas de asco.

Los negociadores se encuentran hablando con Kageyama acerca del viaje a Brasil acerca de los jefes que van a asistir. Son empresas importantes donde obligatoriamente tiene que crear lazos con ellos para ser más reconocido de lo que ya es.

Sabe que Kageyama no es muy social, lo tiene bien entendido por como arruga las cejas cuando Yachi le recuerda de una junta. Es un milagro que tenga amigos cercanos que trabajan en otra parte o personas de la infancia que mantuvieron contacto.

Realmente no le pone tanto interés a la vida personal de Kageyama, aunque admite de vez en cuando sentir una pizca de curiosidad por saber si siempre ha sido malhumorado. Lo único que sabe es (como ya lo ha dicho antes) la cantidad de groserías que dice en un sólo día y los momentos donde puede fruncir el ceño en desaprobación.

Shoyo está jugando en su celular con el volumen bajo para pasar desapercibido sentado en la silla, no es hasta que escucha la voz ronca de uno de los negociadores que sube la mirada.

— ¿Y él quién es, Kageyama?

Cierto, Shoyo no es tan importante en la empresa como para ser popular, es uno de los tantos oficinistas. Observa a Kageyama morderse el labio inferior.

— Él es...Uh, es...— Se niega en admitir en voz alta la falsa relación incluso si es más creíble decirlo ahora. — Es mi...Ugh, mi...

Kageyama tiene las mejillas ligeramente sonrojadas, hasta parece que la ceja izquierda le está temblando por el estrés. Los dos negociadores lo ven con confusión, Shoyo sonríe de medio lado divirtiéndose en ver la faceta avergonzada de Kageyama.

— ¿Yo qué? — Agita las pestañas repetidas veces para fingir inocencia, que no está comprendiendo lo que sucede.

Si las miradas mataran Shoyo ya estaría sepultado. Kageyama toma aire con demasiada fuerza que hasta Shoyo le da miedo que vaya ahogarse.

— Mi esposo...— Dice en voz baja mientras se cruza de brazos para voltear hacia otra parte.

— ¿Perdón?

Shoyo estampa la mano en su boca para aguantarse la risa, es demasiado satisfactorio observar a Kageyama siendo forzado en fingir.

Kageyama vuelve a suspirar. — Él es mi esposo, Hinata Shoyo — Lo dice con rapidez como si las palabras le quemaran la lengua.

Los señores voltean con una gran sonrisa a Shoyo, incluso este se ve contento con que hayan hecho posible hacerle pasar un rato de pena ajena al gruñón.

— ¡Pero quién diría que alguien llegó al corazón de Kageyama!

Estos los felicitan con alegría ante la unión, gracias al cielo no los interrogan porque ambos están seguros que van a decir información diferente.

Nieve en la playa | KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora