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Lunes - Primer día de convivencia

El sonido constante de los discos impactando contra el suelo se silenció.  Ahora 'M.A' entraba por la puerta llamando la atención.

Otamendi traía bajo el brazo su parlante, parecía nunca apartarse de él.  Acompañaba la melodía con sus pasos prohibidos.

—Dale perri! —alentó el bailarin.

—Llegó la vejez —Comentó Enzo. Su comentario había causado un barullo de risas entre sus compañeros.

—Te estás portando mal serás castigada —cantaron apasionadamente los jugadores que entraban detrás de Otamendi al gimnasio; Paredes, De paul y El papu.

Los Juveniles se retiraron del gimnasio entre risas, su entrenamiento había terminado. Maldecían el dolor en sus brazos como cada lunes. Deseaban llegar a las habitaciones, ducharse e ingerir la segunda comida del día; el almuerzo.

Cada uno de sus pasos parecía una queja del dolor que sentían en sus músculos.

—No siento los brazos —se quejó Dybala abrazando a estos mientras continuaban caminando.

Aunque frenaron su caminata al ver jugadores en un costado de su camino, sentados en el pasto.

—¿Que hacen? —Pregunto Julian acercándose con el grupo. Aunque no hizo falta que sus amigos contesten. Solo levantó la vista y apreció la respuesta; Las leonas entrenando físico.

Lisandro, lautaro y tagliafico entados en el pasto, observando desde lejos a las jugadoras. Algunos babeaban y otro solo estaba ahí.

—Capaz no era tan malo la concentración de dos selecciones —habló Almada, sentándose en el pasto junto a sus compañeros.

—no dan más de pajeros, yo me voy —Hablo Enzo.

—Y ándate! —contestaron inmediatamente Licha, Lauti y Almada.

—Así son! me voy, pero no me llamen después —Ofendido Enzo retomo su camino.

Aunque no dio ni dos pasos que sus compañeros aludieron por el —Enzo!.

Sin darse vuelta Enzo levantó y mostró la palma de su mano derecha —ahora no...—. pero antes de que pudiera decir más, un impacto en su cabeza lo obligó a sentarse. Aturdido, miro una bocha que continuaba su camino por el predio.

—Uhh! —Todos sintieron el dolor de su compañero. Se pararon y armaron una ronda alrededor de Enzo.

—Perdóname —grito una voz femenina desde la distancia.

Los jugadores se dieron vuelta para ver a la rubia saltando el enrejado de la cancha con facilidad.

—Perdóname —Insistió llena de preocupación, adentrándose en la ronda. A pesar del dolor, Enzo levantó su pulgar, indicando que estaba bien—. Soy Agostina, Déjame acompañarte hasta la enfermería.

—Uh! Yo también me siento mal rubia —Pensó en voz alta almada.  Su comentario recibió golpes y abucheos discretos. Sus comentarios siempre estaban de mas.

—Quizo decir, "no te sientas mal rubia" —Aclaro Julian rascándose la nuca mientras se acercaba a ellos—. Yo lo llevo, quédate tranquila.

El vínculo de la medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora