Segunda Parte

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—¿Tres

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—¿Tres... tres deseos? —pregunté mientras me sentaba—.

—Así es.

Estaba impactado, pero sin duda alguna, también estaba muerto de miedo... Claro que... con la vida que llevaba ya no me importaba nada. ¿Qué tenía que perder? Al fin y al cabo, estaba claro de que era una mujer del espacio exterior. Guardé silencio unos segundos, ni siquiera pensaba en los deseos, más bien pensaba en que realmente la roca me mató y todo esto era algún tipo de alucinación post mortem o algo así.

—Perdona, pero... ¿Puedo hacerte una pregunta antes? —pregunté mirando a los lados por los nervios—.

—Por supuesto

—¿Esto es real? Quiero decir... ¿No estoy muerto?

Ella se levantó en silencio, dio dos pasos, los suficientes para ponerse a varios centímetros de mí, se agachó, agarró mi mentón y acercó mi rostro al suyo; dándome un profundo e intenso beso. A penas fueron unos segundos, pero lo que sentí fue un sentimiento de serendipia gigantesco. Lo sentí tan real, tan hermoso, tan apaciguador... no podía no ser real. Separó sus labios de los míos lentamente, soltó mi mentón al mismo tiempo que daba una suave caricia y volvió a sentarse frente a mí mientras portaba una sonrisa tan mona que... que... no sé qué expresión usar...

—¿Contesta esto a tu pregunta? —me dijo mientras lamía sus labios—.

—Cu... ¿Cuál es tu nombre? —dije notándome intensamente avergonzado, después de todo, fue mi primer beso—.

—¿Nombre? No tengo ningún nombre.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté muy extrañado—.

—Fui creada para ti, para ayudarte, los seres ancestrales como yo no podemos tener nombre; porque después de concederte tus deseos... desapareceré.

Mi expresión cambió de golpe, tenía demasiadas emociones intensas queriendo aflorar de golpe y mi cuerpo no podía asimilarlo todo; ni mi mente tampoco. Finalmente, como siempre, ganó la depresión, la ansiedad, agaché la cabeza y la metí entre mis rodillas mientras las agarraba con mis brazos.

—¿Por qué estás triste? —preguntó extrañada—.

—Tú... Has robado mi primer beso...

—Oh... Lo siento.

—No... Ha sido la mejor experiencia de mi vida, pero... ahora me dices que después de darme mis deseos desapareces... no quiero.

—¿No quieres los tres deseos?

—...

Había demasiadas cosas que querría pedir, que volviera mi mamá... mi papá... mis hermanos... Desearía que nunca se hubiese incendiado mi casa, recuperar todo lo que el banco nos quitó... Recuperar mi diario... Pero... Siendo egoísta por primera vez en mi vida... Ahora solo pensaba en volver a tener esos labios sobre los míos...

                                                                  

Continuará... 

Los Deseos de la OrillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora