Final:

2 0 0
                                    

—Eso no pasará

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Eso no pasará... Porque mi tercer deseo será, que jamás puedas volver a concederle deseos a nadie más... Porque quiero que te quedes conmigo... para siempre.

Ella rompió a reír con esas explosivas mezclas de emociones que todos tenemos cuando pasamos del enfado a la tristeza y de ahí a la felicidad. Al final... ella no era tan distinta a los humanos. Era un ser puro de corazón y aunque lo que le estaba pidiendo era sumamente egoísta, ella reaccionó de forma totalmente distinta a la que me esperaba. Ella, de veras, quería ser liberada. Se apartó de mí sonriendo, su corazón latía tan fuerte como el mío.

—Eres... Eres una persona tan complicada, Gabriel... Está bien... me quedaré contigo hasta el final de tus días —dijo con suma felicidad—. Al final, has conseguido lo mismo que Aladino, me liberarás de mis cadenas...

Tras oír sus palabras, mi corazón casi se me sale del pecho. No podía bajar mi sonrisa, mi piel respondía a mis emociones y jamás me había sentido tan completo.

—Estella, llevo treinta y dos años de mi vida sin sentir emoción alguna por nada. Dando vueltas en mi cama, viendo pasar el tiempo, sintiéndome un completo inútil, sin gustarme nada ni nadie. Y de pronto apareces tú, que la verdad es que suena un poco a cliché, pero... te prometo que, si te quedas conmigo, voy a darte lo mejor de mí.

—Tonto... Ya lo sé. Pero, podías haber simplificado todo en un solo deseo.

—Quiero que te quedes conmigo el resto de mi vida.

—¡Deseo concedido! —dijo mientras corría hacia mí y me besaba apasionadamente—.

—Oye, pero... Eso quiere decir... Que aún te queda un deseo. —dijo tras despegar sus labios de los míos—.

—¿Sí? Pero... Yo ya no deseo nada más... Tengo todo lo que deseo... Es más... puedes quedártelo.

Ella se quedó atónita, miró hacia los lados rápidamente, como si estuviese pensando demasiado. Se apartó de mis brazos y su expresión cambió... Miró hacia el cielo y vio como la lluvia de estrellas iba llegando a su final. Agachó la mirada y se puso muy triste, tanto, que no pudo contener las lágrimas. Y mientras caminaba hacia la mar sin dejar de mirarme a los ojos, pronunció solloza su deseo regalado...

—Deseo que te olvides de mí... para siempre...

Mi expresión cambió drásticamente, me sobresalté, mi corazón se disparó y mis lágrimas cayeron sin permiso.

—No... No, por favor... ¿Por qué? —pregunté balbuciendo—.

—Lo siento... Quería de verdad poder estar contigo, pero... esto no es real, Gabriel. Debes entenderlo —dijo mientras comenzaba a volar cada vez más y más alto—.

—No... ¡No, por favor! ¡Quédate conmigo! —grité, desgarrado—. ¡No tengas miedo, yo te protegeré! ¡Por favor...! Por favor... —dije apagando mi voz mientras caía de rodillas en la orilla y contemplaba como desaparecía en el vasto cielo nocturno—.

La lluvia de estrella desapareció por completo y volvió a quedar el cielo nocturno totalmente despejado. Lentamente, mi dolor fue desapareciendo a medida que lo hacían mis recuerdos de ella, hasta que, finalmente, desaparecieron del todo. Miré al horizonte, comenzó a salir una preciosa y enorme luna llena de color azul. La miré con fascinación y recordé por qué había venido a la orilla, pero aquella vez, ya no me sentía tan apenado, me sentía valiente, como si de repente supiese lo que quería en la vida. Por primera vez, proyecté al infinito mis ganas de volver a sentir, de volver a reír, y fue entonces cuando la conocí. En aquella misma playa, aquella misma noche, una preciosa joven de pelo rojizo como el alba, una danzarina nocturna que amaba ir a reír y bailar a la orilla... Su nombre era... Estrella...

«A veces, debes expresar tu tristeza, tu vacío, tu miedo... Pero no se lo expreses a la gente, ellos ya tienen bastante con lo suyo, mejor exprésaselo al cosmos; a la naturaleza que te rodea. Si... lo sé, crees que estoy demente por lo que acabo de decir, pero el demente es el que se conforma con llorar en casa sin salir al mundo, provocar el conflicto entre sus emociones y las que puede ofrecerte la vida en su constante movimiento. Al igual que a mí, te pasará a ti, llegará esa estrella fugaz, caerá sobre ti y te cambiará la vida. Y no necesariamente debe ser una mujer, puede ser una idea, un familiar, un amigo, una nueva costumbre o incluso un objeto. Si estás triste, nunca dejes de llorar al cosmos, pues sus lágrimas son como lluvias de estrellas, y nadie sabe lo que puede esconder una simple lágrima, sea cósmica o humana...»

Los Deseos de la OrillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora