—¿Estás bien? —pregunté preocupado—.
—Si... Perdona. Es que... Jamás pensé que alguien me pondría un nombre.
—¿Está mal que lo haya hecho?
—No, no... Por supuesto que no, todo lo contrario... Me ha hecho muy feliz —dijo sonriendo de oreja a oreja—.
—Y... ¿Ya está?
—¿M? ¿A qué te refieres? —preguntó extrañada—.
—Am... Nada, supongo... Perdona, es que... pensé que con todo este espectáculo de luces en el cielo... No importa.
—Ah, ya sé... Creías que concederte un deseo generaría un efecto de luces con el que demostraría un poder inconmensurable. ¿No?
—Je, je, je... Supongo que me he dejado llevar por la fantasía del momento.
—Un poco sí, esto no es Disney, ¿sabes? —dijo mientras reía de forma angelical para mis ojos—.
—Pero si te hace ilusión...
Caminó hacia el mar, sus pies dejaron de tocar el agua y bajo ellos salieron de la nada unos círculos con runas que parecían mágicos. Cada paso que daba la alejaba más y más del agua, hasta que podía verse volar. Una enorme luz bajaba del cielo iluminando su rostro, su pelo comenzó a brillar con fuerza y unas letras que también descendían se clavaron en su brazo, dibujando el nombre de "Estella" en él. Me quedé ensimismado, no cabía duda de que estaba ante una obra divina o alienígena, no lo sé... Lo que sé, es que nada de eso me importaba más que ella.
—¿Mejor ahora? —dijo mientras caminaba sobre las aguas acercándose a mí de nuevo—.
—Ha sido... Guau... No tengo palabras. Eres magia...
—Bueno, es lo que tiene ser ancestral.
—No me refería a eso... —dije con fascinación y sin poder apartar mi mirada sobre ella—.
Mi corazón no podía parar de latir, me sentía vivo... Por primera vez en mi vida, tenía algo muy claro.
—Tengo absolutamente claro lo que voy a pedirte ahora —dije convencido—.
—Vaya... Hace unos minutos a penas podías pensar con claridad, y ahora... lo tienes tan claro... ¿Qué has decidido? —dijo sonriendo—. ¿Quieres que te devuelva a tu familia? ¿Dinero, tal vez? O... ¿Amor?
—Mi segundo deseo es... Romper con la ley...
—¿La ley? ¿Te refieres a la de los humanos?
—No... Tu ley... la que dicta que desaparecerás cuando cumplas mis deseos.
—¡¿Qué?! Pero eso... eso... ¡Si hago eso romperemos el orden! No puede haber un ser ancestral eternamente en la Tierra, sería... Acabarían apresándome y usándome.
—No importa... —dije serenamente—.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo que no importa?! ¡¿Estás, oyéndote?! —dijo muy enfadada—. ¡Vas a condenarme a una eternidad encerrada bajo la esclavitud de la gente malvada de tu planeta!
—Eso no pasará...
—¡Eso tú no lo sabes! ¡No puedo creer que me haya equivocado contigo! ¡Eres un egoísta más, eres como todos! ¡Eres como cualquiera de los humanos de este mundo! —dijo mientras empezaba a llorar—.
Caminé hacia ella sin apartar la mirada y la agarré del brazo. Ella forcejeó intentando liberarse, pero dejó de hacerlo tras sentir mi mano, agarrar su mentón, atraerla hacia mi rostro y darle el mismo beso que me dio ella.
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Los Deseos de la Orilla
RomanceUn joven que lo ha perdido todo en la vida tiene una costumbre un poco peculiar; le gusta sentarse en la orilla a llorar todas las noches. Su tristeza se ve interrumpida cuando una noche de lluvia de estrellas observa que una de ellas se abalanza so...