Capítulo 3: Viernes...

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Llego el viernes, suspiro mientras miro a todos los infantes que acuden a sus primeras clases de gimnasia, la verdad me trae varios recuerdos, esas tardes en que el estrés era tan grande...que solo la música y las instrucciones de la maestra Sara, eran un bálsamo para mantenerme cuerdo —No te sobre exijas Eithan, todo se logra a su tiempo —que sabias eran sus palabras para un joven de solo 12 años.

     — ¡Eithan! —aquella voz me saca de mis pensamientos, sonrió mirando a la mujer que ahora es mi maestra en este país. —Querido lamento la demora y los cambios.

     —Hikary-sensei, no te preocupes, entiendo que los grupos nuevos, tomen más tiempo, después de todo son solo niños.

      —Jajajaja, vamos comencemos con los calentamientos, quiero asegurarme que sigues haciendo tus estiramientos de forma apropiada.

     —Si sensei. —Entre risas y charlas, caminamos a la parte del gimnasio en donde todos los deportistas se ejercitaban. Podía escuchar a los entrenadores decir todo tipo de palabras de alientos y corrección, así fue como comencé yo mismo a entrenar con Hikary, me concentraba solo en su voz, mientras ella me animaba y me seguía exigiendo una estirada más, una vuelta más....siempre una más.

Silbidos y halagos era lo normal cada que hacían mi rutina de ejercicios —Venga hermosura baja más, queremos ver cómo te mueves. —respirar, concentrarse e ignorar lo que te rodea... de cierta forma era un ejercicio mental que ya estaba un poco acostumbrado a ese trato.

     — ¡Vamos Eithan! resiste, resiste, 5......4.....3....2.... ¡1! —al terminar la cuenta, Eithan respira y se levanta de aquella posición de sentadilla, ejercicio por el cual muchos de los hombres presentes, lo trataban de alagar —Vas muy bien de resistencia, llevamos ya una hora así que toma agua, respira y vamos con los de gimnasia, te veo en la zona. —asiente mientras mira como ella se iba.

Respirando con calma, preparando mi mente para los siguientes ejercicios, por alguna razón siento una extraña sensación, era como si me observaran tan fijamente, era igual pero a la vez diferente a como los hombres solían mirarme —Que extraño. —murmuro mientras tomo otro trago de mi botella de agua y miro la vista a través de los grandes ventanales del lugar, niego sintiéndome más relajado para irme a seguir mi práctica, con botella en mano me retiro del lugar para ir a buscar alguno de los elevadores y subir a la segunda planta en donde se desarrollaba los ejercicio de gimnasia avanzada — ¿Qué...? —me detengo por un momento de nuevo esa sensación, toco mi nuca con incomodidad pero trato de ignorarlo cuando veo uno de los elevadores desocuparse.

De la nada choco contra alguien, mis pies se enredan, genial ahora me voy a caer por chocarme contra alguien, espero el golpe pero....nada pasa, abro mis ojos y una mirada azul profundo cual tormenta, hace que mi garganta se reseque, ¿Quién diablos era este hombre?....su rostro atractivo, perfilado y maduro, sus labios me regalan una leve sonrisa — ¿Se encuentra bien? —su voz...

Era como chocolate derretido, profunda, encantadora y...me parecía un poco familiar —He...Si... yo...lo lamento, lo siento fue mi culpa. —el hombre suelta mi cuerpo lentamente, sus brazos tonificados y su torso cubierto por una de esas camisas olímpicas negras y apretadas a su figura, simplemente dejaban muy poco a la imaginación —Iba al elevador...disculpe de nuevo. —trato de controlar un poco mi rostro sonrojado, desviando lo al ascensor.

     — ¿Le importa, si lo acompaño? —por un momento mis ojos lo ven de reojo, su cuerpo esbelto de piel blanca, cubierta por unos pantalones de deporte azules profundos y unos zapatos deportivos negros.

     —No, claro que no, usted primero. —el hombre de ojos azules, entra en el ascensor, luego entro yo, el espacio es cómodo para solo dos personas, vuelvo a ver a ese hombre, tengo la sensación de ya haberlo visto antes, pero no puedo recordarlo, su cabello negro como ceniza, ¿será algún actor, un aidol?

¿Síndrome de Estocolmo ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora