Recuerdos - Spiderbear & Guapoduo

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Roier era un hombre simple, casado, feliz y trabajador, con la mejor compañía que jamás pensó ni tampoco pidió tener, pero la tuvo.

Estaba felizmente casado con un brasileño llamado Cellbit, no podía pedir más ni podía quejarse, ya que su relación estaba en la cima de todas, siendo bien vista, la más conocida, muy sana, saludable, completa y reconocida por varios como el estándar o la definición de "relación perfecta".

Y es que, en su mente también los pensamientos le decían con suma seguridad que su esposo era su alma gemela, su media naranja, su otra mitad.

Simplemente se mentía a sí mismo con fachadas baratas las cuales ni él mismo puede saber si son verdaderas o no, porque está demasiado perdido en el pasado para centrarse al cien por ciento en el presente. Y no es difícil de admitirlo, al menos para él.

Todavía recordaba el día de su boda, las decoraciones, los invitados, los atentados, las sonrisas y claro, lo lindo que se veía su novio, ahora esposo. Todavía recordaba su primer beso. Todavía recordaba la vez que Cellbit le propuso matrimonio a la luz de la luna. Todavía recordaba la primera vez que se pusieron sus icónicos apodos, la vez que se conocieron y la vez que se hablaron por primera vez.

Los acontecimientos pasaban como frenesí, era todo un momento espontáneo que lo mareaba con siquiera recordarlo. Mas no lo podía negar, era el mejor momento de su vida, el clímax, y no debía de desaprovechar la oportunidad de ser feliz al lado de su esposo.

Sin embargo, cada día recordaba una y otra vez sobre alguien en específico. Una persona que anteriormente no le hizo mucho bien, todo lo contrario, le hizo daño, causándole dolor y sufrimiento.

—Hoy sí que viniste jodido, Spreen— Bromeó ligeramente, rodeando con vendas la muñeca del pelinegro

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—Hoy sí que viniste jodido, Spreen— Bromeó ligeramente, rodeando con vendas la muñeca del pelinegro.

No esperaba menos de una exploración tan arriesgada como aquella. Era lo más seguro que iba a volver con demasiadas heridas por su cuerpo, más de las que quería ver, en realidad. Aunque en primer lugar, ni siquiera deseaba que el híbrido de oso regrese con heridas, ni que vaya, sin embargo, él no es nadie para quitarle lo que más ama el argentino; su libertad.

En parte porque también Roier se enamoró de eso mismo de él, ¿por qué debería de arrebatar lo que causó su amor hacia él? Sonaba ilógico, y lógico a la vez.

—¿Qué querés que haga? Eran montones, boludo, tendrías que ver, aunque lo más seguro es que quedarías hecho mierda— Respondió, haciendo distintos ademanes de monstruos para dar mayor rienda suelta a la imaginación del otro, y claro, echándole uno que otro pequeño insulto.

—Para la próxima, pa'— Aseguró con la voz un poco ronca de estar un poco más callado, ya que estaba concentrado en no lastimar más de lo que ya estaba al de gafas.

El intento de acento hizo que una suave risa salga de los labios del contrario.

Un ambiente perfectamente balanceado entre ambos, la comodidad del mestizo y la concentración del castaño. No había un sentimiento de inseguridad en ninguno de los dos, ambos podían confiar ciegamente sus vidas en manos del otro sin vacilar, confiando mutuamente en las capacidades del contrario. Sentirse así era una experiencia la cual pocas veces pudo experimentar el de gafas. Mientras que el castaño confiaba fácilmente en los demás, no siempre salía con la misma moneda que él daba.

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⏰ Última actualización: Oct 01, 2023 ⏰

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