Capítulo 3

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Yo te cuidaré
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No era capaz de abrir el libro. El único que Azirafel había escrito entre ese montón de libros viejos que guardaba como si fuera oro.

No lo leería.

Le entrega el libro a Muriel y cierra la puerta de golpe, da un par de pasos y se deja caer sobre un viejo sillón lleno de hongos y humedad. Chasqueó los dedos y un par de botellas de buen vino aparecieron sobre la mesa de centro, solo tuvo que inclinarse y con los dientes quitar el corcho para ahogarse en alcohol.

Muriel se quedó parada frente a la puerta esperando a que Crowley le abriera, pero esperar algo de él era demasiado.

—¿Señor Crowley?— todo estaba muy callada. Su voz resonó en las cuatro paredes de la sala, pero Crowley no se dignó a abrir.

Se asoma por la ventana y lo ve recostado sobre ese asqueroso sofá bebiendo. Él no saldría, y se acababa de dar cuenta de eso.

A Muriel no le queda de otra más que resignarse. Le habían dado una tarea y la cumpliría al pie de la letra, así que se sienta sobre el césped húmedo y espera. Espera a la mañana, espera a la noche y un día más espera a que el sol salga. Muriel se quedó sentada frente a la puerta tres días, y aún cuando la lluvia caía sobre ella y el sol la secaba, ella no se rindió.

Crowley pasó esos tres días bebiendo. Se paseaba por el pasillo y veía el agua en la tina, hubo momentos en los que estuvo más que decidido a entrar a la bañera, pero siempre había algo que lo detenía.

Y una noche más de insomnio miraba el techo y afrontaba sus sentimientos, tratando de calmar los latidos, tratando de respirar lento. Una vez más se encontraba tratando de aliviar sus dolores con un buen baño de vino añejo que desea que lave sus recuerdos, pero una vez más terminaba rodeado de sus temores. Las sombras se veían difusas y cada vez la paz se sentía más lejana y así pasaba cada semana.

¿Cómo es que todo comenzó a tratar de Azirafel? Las risas, la música, el té, los libros, la poesía...incluso sus latidos comenzaron a ser por él y para él.

—¿Puedes poner algo de mamma mia?

—¿Muriel?— dijo para sí mismo.

Se levantó del sofá y caminó hasta la ventana, ahí vió a Muriel sobre el césped, estaba mojada, aún traía su uniforme y ese estúpido casco. El Bentley parecía hacerle caso en todo pues de un momento a otro música que él jamás hubiera escuchado comenzó a sonar.

Ella no se rendía con él, la muestra estaba en que no se había ido. Abre la puerta de la entrada y se recarga del marco observándola sacar las plantas mientras las acomodaba a un lado de la cerca.

—No les gusta el sol— menciona Crowley haciéndola saltar del susto. Muriel le dirigió una risa nerviosa, miró la planta y la volvió a poner dentro del auto. —Tal vez deba llevarlas adentro, ¿me ayudas?— no quería ser amable, ese no era él, pero siendo honesto, ya le daba igual.

—Claro— responde ella con una enorme sonrisa en su rostro.

Ambos traspasan las plantas al interior de la cabaña dejándolas en lo que vendría siendo la sala de estar. Una vez dentro, Muriel observó el interior con muchísima atención.

—Es lindo, pero si la arreglamos quedará más bonita

—Eso no es necesario— menciona tumbandose en el sofá nuevamente. —No me quedaré

—¿Irá a algún lado?

—No es de tu incumbencia

—¿Puedo explorar la casa?— pregunta con temor.

Elígeme a mi {Aziracrow}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora