6: Las Consecuencias de tus Actos [NSFW]

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Tu pregunta lo sobresalta, eso no se puede evitar, pero no malinterpretes su reacción. No está avergonzado, ni nervioso, ni nada de eso. No, todo lo contrario. El esta emocionado. Lo estás viendo. Entero y completamente. Cada parte jodida de él es tuya para tocarla y analizarla. Quizás sea un retorcido juego de tocar y correr..
"¿Pensaste que de verdad no me iba a dar cuenta de tu pequeña escapada a mi apartamento König?, ¿No pensabas que me iba a dar cuenta de esos intentos patéticos para cubrir tu desastre? Valla.. que ingenuo eres." Diriges estas palabras con una sonrisa en tu rostro mientras te levantas de la silla para posicionarte enfrente de el.
El nota tu acción y se le hace la boca agua. Mierda, mierda, mierda, quiere hundirse en esa calidez tuya, golpearte hasta que el dolor y el placer no sean más que una mera mezcla frenética de emociones lamentables.
König no puede detectar si estás molesta por eso en este momento o no, pero quiere continuar con lo que sea que sea esto, ya sabes, para ver en donde termina esto. Esto está llegando a lo más íntimo posible y él tiene que contener un gemido cuando le sonríes. La comprensión le conviene y el hecho de que König finalmente vuelva a interesarse por alguien le asusta. Pero realmente no eras solamente alguien, eras alguien que ya había visto antes en su adolescencia y eso le daba puntos extra al asunto. Aún así, se ríe, suave y distante, y tira la almohada a un lado para inclinarse hacia adelante sobre sus rodillas.
Obsérvame. Analízame. Sepárame. Abre mi pecho. Dame la vuelta y entiérrate en mi carne.

¿Te asustaría? ¿Te fascinaría? Esos deseos y pensamientos se irán mostrando poco a poco, no te preocupes.
De todos modos es inútil esconder lo que ambos han tratado de alejar a este punto.

"Se que me observas desde hace años König.. no solamente aquí en KorTac, sino cuando estudiaba contigo en ese instituto. ¿Hay algo que te intrigue  de mí?" Le preguntaste con las manos cruzadas mientras el perforaba su mirada en la tuya. Parecía un concurso de miradas, y el premio era nada más y nada menos, que sumisión pura.
"Todo sobre ti me intriga. Realmente te eh querido conocer desde esos días pero no me eh armado de suficiente valor para dirigirte una palabra hasta que nuestros caminos se volvieron a cruzar por nuestros empleos. Así que supongo que esta es una señal." König respondió , esta vez, sin dudar lo que decía.
"Debiste de haberme dicho eso antes, tienes suerte de que no le halla dicho a nadie más sobre tu pequeña visita a mi apartamento sin permiso. Porque esta situación podría provocar severos problemas en relación con tu empleo y tu libertad." Parecía que al momento de decir estas palabras las decías con seriedad pura, mezclada con enojo y frustración. Claramente no estabas expresando esas emociones en ese momento, porque seguías dirigiéndote a König con ese tono tentador y esa pequeña sonrisa que adornaba tu rostro.
König realmente no sabía leer tus reacciones o entender como te sentías al respecto, así que lo único que pudo decir fue esto:
¿Hay alguna forma en la que pueda arreglar esto?

Le diriges la mirada y luego la diriges hacia una bandeja llena de hielos posicionada en una mesa que lentamente se iban derritiendo por el ambiente que por cada segundo que pasaba, más caliente se volvía. "Vamos a jugar", propones, con una sonrisa pícara en tu rostro. "¿Un juego?, ¿No prefieres una conversación?", König se burla, recostándose y mirándote con las manos en el regazo y los ojos fijos en los tuyos. "Supongo que no hay mucho que decir, ¿verdad? Una simple disculpa y una promesa en vano no va a arreglar nada" Respondes rápidamente mientras te parabas de donde estabas sentada, dirigiéndote afuera del consultorio mientras te recargabas en la puerta para advertirle a uno de tus compañeros médicos que iba pasando por los pasillos de la base, a que acudieran al consultorio secundario para atender a cualquier paciente ahí por el momento.
Tu explicación simplemente fue que el Coronel König estaba siendo atendido ante una herida urgente y que no ibas a ser capaz de atender a nadie más.
Así que tu compañero sin chistar, asintió con la cabeza mientras se alejaba de ahí para seguir tu orden mientras volvías a entrar a tu consultorio, cerrando la puerta con llave, para finalmente cerrar las cortinas para evitar cualquier visitante no deseado.
Después de eso, empezaste a acercarte un poco más para colocarte detrás de su silla.
Una sonrisa un tanto perversa se escondía atrás de la máscara de König al saber que de alguna manera u otra ya te había enganchado en esto, finalmente obteniendo esa atención que anhelaba tener desde hace varios días.

Heridas Incurables Donde viven las historias. Descúbrelo ahora