CARMESÍ. ALMAS ROTAS

CAPITULO 5. MENTIRAS, DISTANCIA Y SECRETOS

Nada es lo que parece. 
Nunca creas nada de lo que la gente dice.
Nunca te dejes influenciar por nada ni por nadie.
Nunca dejes que alguien entre en tu mente.
No permitas que alguien se gane tu confianza, no sabrás que esconde detrás de esa cara de inocente.

Todo esto lo había aprendido con el tiempo. Los consejos que mi madre me había dicho desde pequeña llegan a mi mente como un recordatorio de que tengo que protegerme. Y la verdad, no soy alguien que confíe fácilmente en la gente, soy muy cerrada y mentirosa, lo soy demasiado la verdad.

Pero no siempre fui así. Hubo quienes se ganaron mi confianza casi por completo, entre ellos se encontraban mis primos cercano, amistades y sobre todo él.

Ángel

Escribo su nombre en mi mente mientras recojo con una horca la paja de los caballos.
Han pasado días desde que estoy aquí y como era de esperarse no he sido muy bien recibida por parte de Claudia, sin embargo, Natalia es otra cosa. La pequeña me ha acogido con mucho cariño, incluso ha pasado gran parte del tiempo conmigo mientras su madre se concentra en cosas de santería. Mientras que Alexander... bueno, con él no he vuelto a hablar y eso comienza a ser complicado debido a que tenemos que convivir todos los días. 

He evitado topármelo en los pasillos o jardín, no ceno o como con ellos para no sentirme incomoda con las miradas asesinas de Claudia y los pensamientos y susurros de arrepentimiento del Legado. Cada que ellos van a comer me espero hasta que terminen y que la cocina este sola para poder tomar algo de lo que sea que hicieron, así como ahora. 

Dejo una de las sillas para montar en un corral que utilizan como bodega el cual esta lleno de paja, heno, musgo, costales de tierra y herramientas de la jardinería y ganadería. Lanzo un suspiro de cansancio al terminar de limpiar el lugar, he tomado la iniciativa de que si me iban a "aceptar" aquí debía de hacer algo útil, y lo mucho que puedo hacer es ayudar con el cuidado de este rancho y eso ha calmado el enfado que Claudia tiene conmigo. 

Me quito los guantes gruesos de ganadería y los dejo sobre una pequeña montaña de paja para salir del corral y cerrarlo con un pasador metálico que tiene desde dentro. Me giro hacia las caballerizas de maderas, en las cuales se encuentran dos caballos cafés, uno negro pura sangre y un pony gris. Me acerco a ellos, en especial al negro el cual me recibe con un bufido mientras acerca su cabeza hacia donde yo me encuentro. 

Le sonrío y con delicadeza comienzo a acariciar su pelaje.

— Hola, grandote -lo saludo sin dejar de acariciarlo. — Ahorita te doy de comer, ¿si? nada mas termino de acomodar las cosas y vengo. 

El caballo rechina de alegría al igual que los demás. El pequeño pony comienza a dar brincos desde su lugar para luego comenzar a trotar en circulos por todo su establo. Sonrio al verlos tan contentos, tomo un costal de zanahorias y pongo en cada uno de sus "platos" una cantidad suficiente para que ellos coman. Cuando estoy por servirle al purasangre escucho unos pasos acercarse y por instinto me levanto del suelo y giro hacia la dirección de donde habia escuchado las pisadas encontrandome con Alex sosteniendo en sus manos una cuerda gruesa. 

Utiliza unos vaqueros negros con una playera de cuadros que se ajusta a su fornido cuerpo. Su mirada se posa en mi. Los susurros y suplicas aparecen de nuevo en mi cabeza, creando una monótona cadena de lamentos en mi memoria. 

Decido regresar mi atención al caballo y enfocarme en darle su alimento, ignorando por completo que él esta aquí. 

— Solo vine para ver como estaban -dice con tanta claridad que por unos instantes creí que me estaba gritando. 

No digo nada. No me atrevo siquiera a girarme y verlo, en su lugar termino de servirle alimento a los caballos. 

— Dicen que va a llover en estos días, hay que -hace una pausa cuando me acerco al costal de comida y comienzo a hacerle un nudo y arrastrarlo de nuevo al corral. — Te ayudo -añade acercándose hacia donde me encontraba quitándome el costal para cargarlo y ponerlo en su hombro y dejarlo en un establo vacío.