Scarlett
Caigo en tierra firme.
El pasto me rasguña la piel en cuanto abrí los ojos. No sabía dónde estaba, mis ojos comenzaban a ajustar la visión poco a poco, mi respiración se encontraba agitada; me dolía cada parte de mi cuerpo como si me hubieran cortado en mi pedazos y unido con rapidez.Intentó ajustar mi vista, pero para mí sorpresa, solo visualizo el cielo azul sin ninguna nube adornándolo, quiero moverme pero mi cuerpo no reacciona en cada intento que hago por mover aunque sea el dedo pequeño del pie, muevo los ojos de lado a lado en un intento por hacer reaccionar a mi cuerpo, pero solo logro observar pasto verde y una enorme piedra turmalina a un metro de distancia de mí.
No visualizo ninguna sombra debajo de ella y a su vez no logro localizar al sol en el cielo, a pesar de que este se encuentre iluminado por completo.
Respiro profundo, intentando que el oxígeno llegué a mis pulmones, pero no siento nada. No hay aire ni oxígeno, es una sensación extraña. De no haber algo tan vital como eso no estaría viva, pero aquí estoy, con los ojos completamente abiertos y el cuerpo adolorido. Intento tragar saliva, pero al hacerlo me daño la garganta, está seca.
Gimo al sentir como las paredes de mi laringe se contraen y mi pecho comienza a agitarse. No puedo respirar, aunque no es como si realmente existiera a mi alrededor un gas que me ayude a subsistir.
— Levántate -la voz de una mujer mayor me hace temblar.
Siento como algo en mi interior se agita y son segundos los que tardo en saltar del suelo mientras lanzo un grito de dolor al aire. Me pongo de pie mientras me sujeto el vientre al redar aquella flecha incrustada en mi piel.
Cierro los ojos y agradezco al cielo al no notar ni un rasguño en mi vientre, sin embargo, en cuanto levanto la mirada me encuentro con una gran multitud de personas que nunca había visto en mi vida. Sus cuerpos son translúcidos, como si no fueran mas que siluetas pálidas sin cuerpo ni alma, solo seres que se encuentran de pie delante de mí.
Observo a cada una de ellas, notando ciertos rasgos familiares en sus rostros y cuerpos, no es hasta que me detengo en una de ellas de cabello rizado y negro, con los ojos marrones del mismo color que los míos al igual que su nariz y boca. Usa una capa roja con adornos dorados a su alrededor mientras sus manos descansan en su vientre sujetando una caja de madera.
— ¿Qué? ¿Quienes ...?
— Has tardado en despertar -la voz de un hombre me sorprende a mis espaldas.
Giro sobre mi eje con lentitud, percatándome que aquella enorme piedra turmalina comienza a partirse poco a poco hasta convertirse en un trono de espinas en el cual descansa un hombre de cabello blanco, idéntico a uno de los dioses con los cuales había estado conversando hace poco. Sus ojos grises me analizan desde su trono de pies a cabeza, logrando que me sienta pequeña delante de él. Unas enormes plumas coloridas adornan su cuello y cabeza, formando una corona con estas mientras que en sus hombros, pecho, brazos y dorso, se encuentran adornados por cadenas de oro con enormes colgantes de jade.
Su mentón descansa sobre el puño de su mano derecha, su dorso se encuentra desnudo mientras que sus piernas y caderas son cubiertas por un manto negro que va formando una especie de pantalón hasta llegar a sus tobillos. Su rostro no refleja ninguna emoción y eso solo provoca que la cabeza me de vueltas.
— ¿quién?
— No importa quién soy yo, sino, quien eres tú, carmesí
Y de nuevo, ese nombre me hace temblar. Observo a mi alrededor al sentir como unas de las mujeres se acercan a mi cuerpo para comenzar a sujetarlo, pero me muevo de un lado a otro intentando quitármelas de encima, sin embargo, solo logro que ellas comiencen a destruir mi vestimenta hasta dejarme casi desnuda delante del hombre que tengo delante.
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CARMESÍ. ALMAS ROTAS
FantasyToda persona tiene un enemigo, y el de Scarleth es el destino. Pero, ¿qué pasaría si el destino se une con la traición? Al enterarse que quien creía que era su familia en realidad la torturo, la conexión de sangre ha dejado de ser un obstáculo para...