Rodrygo Goes.

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|máquina de esperma|

Duran tocaba la puerta sonriente, esperando ver a su hermana y que esta le ayudase con su tarea. Al otro lado de la puerta, Lucía escondía al brasileño en su armario, casi que se cae del balcón al escuchar como su hermano se enfurecía.

- Vamos.

Se arregló un poco la ropa y sacó la cabeza, sin dejar ver el desastre que tenía de habitación. Duran  intentó pasar, pero ella se lo impidió.

- Estoy desnuda - mintió, era lo único que a su hermano le asqueaba, hizo una mueca y dijo.

- Ayúdame con mis deberes - volvió a sonreír - Más tarde, no me apetece ver tus nalgas deformadas.

Lucía rodó los ojos cerrándole la puerta en la cara y suspirando por decíma vez en la noche. Eran casi las once menos cuarto y Duran la interrumpía, esto era el colmo.

- Lucía, que me ahogo - se quejó el brasileño, Rodrygo detrás del armario, que  milagrosamente estaba lejos de la puerta.

Ella fue a donde él, y le abrió la puerta dejándole respirar un poco.

- Ahora... - susurró llevando sus manos al pecho desnudo de su "amante" y se acercó de sus labios, esperando que ellos correspondiesen, pero se quedó con las ganas al ver que el moreno no tenía sus mismas intenciones.

- Me vas a secar - se quejó - Anda que siempre quieres follar y yo no soy una máquina de esperma.

La cara de Lucía era la de un poema hecho por Edgar Allan Poe, es decir, hermoso y confuso, según Rodrygo que apenas y se había tomado el tiempo de observar la portada de un libro. Ella hizo una mueca, disgustada al no entender parte de lo que decía.

- Anda si me dijiste venid,  que veremos una peli, y ahora me quieres follar.

Suspiró frustrado, tirándose de clavado en la cama. Estaba todo flaco, demacrado y por encima ella quería venir y sacarle hijos a cada rato.

- Entonces vete - dijo, ella muy decidida - Si no quieres follar, la puerta es muy grande.

El canario abrió y cerró a boca, indignado. Todo para ella era eso, coger por aquí, y coger por allá. Mientras Rodry alucinaba una relación bonita con ella. Pedro se quedó callado un rato, buscando entre todas esas películas alguna que ver. Una en particular llamó su atención, una llamada ninfomanía. Rodrygo sonrió de lado, y la dio en el botón de reproducir, cuando la tan pulcra película comenzó.

Lucía estaba a un lado de la cama, mientras él estaba tirado en ella ocupando gran parte. Al principio pensaba que era una de esas películas de romance donde el hombre era mujeriego, pero jamás pasó por su cabeza que empezaran a follar allí mismo. Tragó grueso, viendo como los besos se subían de tono y, terminaron en la cama. La cara de Lucía estaba tan roja como la de un tomate, la ojeó encontrándose con su mirada, y los gemidos al fondo. Era tan incómodo eso, estar allí, uno al lado de otro, viéndose mientras se escuchaban gemidos y estocadas ruidosas.

Este momento sería muy incómodo

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