Capítulo 4

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Luka

Estoy loco. O, mejor dicho, me habían vuelto loco. ¿De qué otra manera podía explicar mi presencia allí? Me había duchado, vestido apropiadamente, y perfumado como si fuese a una reunión importante. Y lo era. Lo sé, Chandra me había visto en peores momentos, incluso con menos ropa. Pero para mí iba a ser la primera vez, y quería echar toda la carne en el asador.

¡Diablos!, todavía no podía creer que estuviese allí a punto de aceptar ese absurdo plan, o al menos someterme a mí mismo a la prueba de si podía o no hacerlo. La primera parte era sencilla, presentarme allí. La segunda no tanto. Ellos podrían haber pasado por esto, pero para mí era una entrada en frío en todo el asunto.

Supuse que lo de quedar en el local de copas era para entrar en ambiente, ya se sabe. Un poco de alcohol para relajarnos, algo de conversación para tomar confianza, y si todo iba bien, acabaríamos de nuevo metidos en faena.

Pero esta vez no pensaba beber ni una gota, me daba igual sentirme algo incómodo, porque no quería perderme nada de lo que ocurriría. Esta vez no quería olvidar nada Tenía curiosidad por saber qué me había perdido. A mi hermano ya lo he visto desnudo más de una vez, a su novia no, pero si a ninguno de los dos le importaba, pues yo no tenía ningún problema. En cuanto a Chandra, siempre sentí un poco de curiosidad. A ver, que era más joven que yo, ahora tendría unos 23, le sacaba unos buenos cuatro años. Pero la que antes me parecía una adolescente con buena materia prima, ahora se había convertido en una mujer espectacular. Solo tenía que recordarla en aquel vestido blanco de la noche anterior.

Como si la hubiese convocado mi imaginación, ella apareció caminando calle abajo. A su lado estaba una espectacular Dafne, pero mis ojos no podían apartarse de Chandra. Si yo creía que de blanco parecía un ángel, con aquel vaporoso vestido color celeste parecía un hada sacada de un cuento. Un hada tremendamente apetecible. Y por lo que podía apreciar en lo hombres que la admiraban a su paso, yo no era el único que pensaba así.

Un desconocido deseo creció en mi interior, quería ir hasta ella y dejarles claro que yo había sido su elegido, que ella me había escogido a mí de entre todos ellos. Yo sería el que probase el néctar de sus labios, sería yo el que la tomaría por la cintura para pegarme a su cuerpo, y sería yo el que la hiciera gritar cuando la hiciese correrse de placer. Algo chirrió en mi cerebro, recordándome que no sería el único que podría hacerlo. ¿Puede una persona amar y odiar la misma situación?

Apreté los puños, decidido a ser yo el que tomase la iniciativa. ¿Y si conseguía convencerla de que conmigo tendría suficiente? Lo sentía por mi hermano y Dafne, pero estropearles el plan no me causaría ningún remordimiento.

Con decisión avancé entre la gente, directo hacia mi objetivo. Me crucé en su camino, obligándola a detenerse cuando llegó a mi altura. Su mirada confundida me advirtió que no le avisaron de que hoy estaría allí.

—Luka. —Su voz apenas se alzó, haciendo que toda mi atención se posase sobre sus jugosos labios, sus apetecibles y jugosos labios.

No sé qué me incitó a hacerlo, pero ya no quise dar marcha atrás. Me acerqué a ella tanto como pude, y con un movimiento rápido, la tomé por su esbelta cintura para acercarla lo suficiente y besarla. Sabía a dulce pecado. ¿Cómo pude olvidar esto? Su sabor era algo que no era posible olvidar.

Antes de que pudiese detenerme, estaba devorando su boca como si fuese un lobo hambriento que saborea un buen filete por primera vez. Sin piel peluda, sin molestos huesos, toda jugosa y deliciosa carne. Difícil contenerme y no engullirla entera de un bocado.

—Luka. —Su voz sonó como un atormentado susurro cuando nuestros labios se separaron.

—Lo estás estropeando todo, hermano. —Sentí el tirón en el brazo, que me alejó de Chandra.

—Lo siento. —Pero no era verdad.

—Salgamos de aquí antes de que todo se estropee. —Grigor me arrastró, al tiempo que hacía un gesto cómico de un saludo medieval bastante exagerado. —Señoritas. —Su sonrisa cómplice hizo que Dafne esbozase una mueca divertido.

—Caballeros. —Ella hizo una extraña reverencia. Tomó a Chandra del brazo, y tiró de ella para entrar al club. Traté de seguirlas, pero Grigor me detuvo.

—No sé a qué ha venido eso, pero no es parte de nuestro plan. —Me estaba mosqueando el que utilizase constantemente esa palabra.

—¿Y cuál es ese famoso plan? —Grigor sonrió travieso.

—Observar, y cuando aparezca el lobo feroz, trincarle antes de que le ponga la zarpa encima a una de nuestras caperucitas. —Aquello era confuso.

—Pero ¿Por qué deberíamos dejarlas solas? —La expresión de mi hermano cambió.

—¿Chandra no te explicó? —Tiró de mi para llevarme al interior del local. No quería que las perdiésemos de vista, pero tampoco quería tenerme lejos mientras me explicaba lo que parecía no saber.

—El único que me explicó la situación fuiste tú, ella se limitó a sacarme de su casa de un empujón. Tiene un mal despertar la muchacha.

—Algo me dice que yo te expliqué una cosa y tú entendiste otra. —Sus ojos apenas se detuvieron en mí mientras trataba de localizarlas. Y allí estaban, de nuevo en la barra. Con estratégico cuidado, tomamos posiciones en un buen lugar para observarlas, sin llamar la atención.

—Yo entendí que los tres tenéis una de esas relaciones sexuales, un trío creo que se llama. Y que anoche se convirtió en un cuarteto, que estás encantado de poner en práctica. —Sus ojos pasaron de la estupefacción, al horror, para después perderse en un rostro absorbido por la carcajada.

—¿De verdad pensabas que nosotros...? —Le invadió otra larga carcajada que le impidió continuar. —Lo siento. —Se limpió una imaginaria lágrima de su mejilla.

—Es lo que me diste a entender. —Me defendí.

—No, Luka. Lo que te dije, es que estamos en mitad de una misión de caza. Ellas dos son el cebo, y tú y yo somos el cazador que ha de saltar sobre el zorro antes de que le hinque el diente a uno de nuestros conejitos. —¿Misión? ¿Cebo? ¿Zorro? Rememoré la conservación de mi hermano, encajándola en lo que me acababa de explicar. Pero seguía habiendo algo que no encajaba en todo esto.

—¿Y cómo encaja que amaneciese esta mañana en la cama de Chandra? —Una de sus cejas se alzó al mirarme.

—¿Su cama?

—Y desnudo. —añadí. Sus cejas se unieron.

—No necesitaba tanto detalle. —Alzó las manos como si pudiese rechazar esa imagen.

—Pues fue ese detalle el que me llevó a pensar que ella y yo nos habíamos acostado. —aclaré.

—Pero no te acuerdas de nada. —Que supiese eso me sorprendió.

—No. —Grigor volvió su atención hacia las chicas.

—Eso es porque el desgraciado que tratábamos de atrapar, se defendió con lo que tenía más a mano, y eso era la inyección escopolamina que tenía preparada para Chandra. —Aquella revelación me golpeó por partida doble. Primero, yo había sido drogado con la droga que usan los violadores, y segundo, que la persona a la que ese tipo quería utilizar como presa era a Chandra.

Una rabia letal invadió mi sangre. Iba a matar a ese hombre, y lo haría lenta y dolorosamente.

—Tranquilo, hermano. Dafne y yo ya nos encargamos de él. —Si el zorro ya había sido atrapado...

—¿Qué estamos haciendo aquí? —pregunté con miedo a escuchar su respuesta.

—Ese no era el que estábamos buscando. Hay muchos depredadores, pero hay uno en especial que tiene una deuda pendiente con nosotros. —¿Deuda pendiente? Solo había una respuesta posible, y era que ese violador había atacado a una de nuestras chicas. Pero ¿a quién? ¿Y que hacía Chandra metida en todo esto?

Si no puedes esperar, el miércoles el siguiente capítulo en mi blog.

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