Capítulo 6

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Luka

Grigor y yo caminábamos a cierta distancia de las chicas, que se dirigían al aparcamiento donde estaba su coche. El depredador no solía atacar fuera del local, donde no solo él pasaría desapercibido, sino que así podría llevarse a una de ellas sin que su compañera montase un escándalo. Y además estaban las cámaras de seguridad, donde sería más fácil identificarle. Este depravado sabía dónde podía moverse. Bueno, él y todos los de su misma calaña. Depravados sí, pero no tontos.

—No pongas esa cara, no es la primera noche que acabamos en blanco. —Eso me recordó...

—¿Ayer estropeé la caza de uno de ellos? —Juntando los pocos recuerdos que tenía, había confeccionado una teoría. Yo había sido víctima de la droga que aquel tipo me inyectó para huir, pero estaba claro que su objetivo era Chandra.

—Dafne y yo conseguimos atraparlo. Sin su aguijón no son tan peligrosos. —bromeó Grigor.

—¿Conseguisteis algo? —Me habría gustado estar en ese interrogatorio, pero ya lo estaría la próxima vez.

—Su mente puede ser retorcida, pero tienen poca resistencia al dolor. —Su sonrisa me dijo que le aplicaron un tratamiento efectivo para que contestara a todas sus preguntas.

—¿Y bien? —Como le gustaban las pausas dramáticas a mi hermano.

—El tipo tiene un suministrador con el que contacta por mensaje, pero no es de la zona. El tipo no es tonto, compra en su área, pero se va de caza a otra.

—¿Eso es bueno o malo? —Quise saber.

—Eso lo sabremos cuando lleguen los resultados del laboratorio. Enviamos el mecanismo de inyección de la droga, para que analizaran la composición de los restos que quedaban en el vial. Y antes de que lo preguntes sí, es importante, porque cada fabricante tiene su propia receta. Es como el éxtasis o cualquier otra droga de diseño, la receta cambia dependiendo del cocinero. Cada cliente suele comprarle el producto a un mismo distribuidor, no suelen cambiar fácilmente. Ese distribuidor tiene un fabricante, un cocinero al que le compra el producto. Y ese es al que tenemos que llegar.

—¿Para detener el suministro?

—Eliminar a un cocinero no erradicará la mercancía de las calles, aunque tampoco he dicho que le dejemos volver al negocio. Pero en este caso, buscamos al cocinero para conocer a sus distribuidores, y con ellos, a sus clientes. Con paciencia y trabajo daremos con nuestro sujeto. —Por la expresión de mi hermano en ese momento, supe que tenía algo preparado cuando ese hombre apareciese.

—¿Y qué vamos a hacer con todos los desgraciados que vayamos encontrando por el camino? —pregunté con curiosidad.

—Pues esa fue la primera pregunta que tuvimos que responder cuando tuvimos al primero entre manos. ¿Qué hacer con un violador que droga a sus víctimas para que no recuerden lo que les ha hecho?

—Yo le cortaría las pelotas. —sentencié rápidamente.

—Ya, esa es una opción. Pero el problema de esos tipos no es su pene, eso solo es una herramienta. Lo que les hace peligrosos es lo que tienen dentro de su cabeza, lo que les impulsa a cometer esos actos depravados.

—¿Les cortamos la cabeza? —Para mí tampoco suponía un problema. Un depredador menos en esta inmensa jungla no se iba a notar.

—Primer paso, les marcamos. Les colocamos un rastreador para saber exactamente por donde se mueven. Segundo paso, colocamos su cara en la red. Redes sociales, páginas de alertas de violadores... En menos de dos minutos, todo el mundo en la ciudad sabrá quién es y lo que hace. —Eso era mucho peor que cortarle las pelotas, eso dolía, pero seguías viviendo. Lo de divulgar su identidad y sus pecados para que fuesen de conocimiento público, convertiría su existencia en un infierno. La gente no sabe el auténtico poder que tiene la red para arruinar la vida de las personas.

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora